Se estaba esperando (y casi deseando). Hace tiempo planeaba la sospecha de que Sahra Wagenknecht y un grupo en torno a ella estaban usando medios del partido para financiar un nuevo proyecto. Desde hace meses, e incluso años, diputadas como la propia Wagenknecht, Daǧdelem o Nastič no usaban la imagen coorporativa del partido en sus eventos y declaraciones, sino que lo promocionaban como iniciativa personal, alejadas del partido. Ya en la primera mitad de este año, la propia Wagenknecht anunció que pensaría si formar un partido y tomaría una decisión antes de final de año. Ante ello, la dirección de Die LINKE se distanció de ella y se han abierto desde entonces procedimientos para su expulsión. Sin embargo, las cosas de palacio van despacio y la burocracia alemana aún más.

En una rueda de prensa el lunes 23 de octubre, Wagenknecht hacía el anuncio definitivo de la creación de un partido a partir de la asociación «Alianza Sahra Wagenknecht » (BSW en sus siglas en alemán), un nombre que da una idea del marcado personalismo del proyecto. Su perfil político es el del ordoliberalismo en el mejor de los casos, hasta un nacional-obrerismo en el peor de ellos. Se trata de una nostalgia de cualquier tiempo pasado que, según Wagenkecht, siempre fue mejor y es al que se quiere retornar: el de la Alemania industrial de los años sesenta, setenta y parte de los ochenta. Rememora el Estado del Bienestar de la posguerra para el obrero blanco alemán, sustentado en una mejora de sus condiciones de trabajo, mientras se contrataba mano de obra fundamentalmente del sur de Europa para cubrir puestos más precarios y con mucho peores condiciones laborales.

En este sentido, Wagenkecht y su nostalgia apelan a una generación mayor en Alemania que vivió tanto ese Estado del Bienestar en Alemania Occidental como la protección del Estado en Alemania Oriental. Sin embargo, sería inapropiado decir que solamente una generación mayor podría caer en el caladero de BSW. Wagenknecht apela también a políticas de control migratorio, alegando que Alemania está saturada y desbordada por la inmigración y que las comunas (municipios) no tienen fondos para ello. Siendo lo último cierto, la causa son las políticas de recortes neoliberales del gobierno del SPD, Verdes y Liberales en el presupuesto de los municipios. Hipócritamente, todo el espectro político alemán desde la extrema derecha hasta Los Verdes, pasando por la nueva BSW, y a excepción de Die LINKE, atacan a la inmigración, a la vez que se hacen campañas para «captar talento» en el extranjero ante la falta de personal en sectores estratégicos como la educación, la sanidad o algunas ramas de la industria. Sin embargo, Wagenknecht pone en el foco en la amenaza externa, la inmigración, pues es un discurso que conecta rápidamente con un proletariado alemán, joven y mayor, desencantado por la depauperización de sus condiciones de vida.

Wagenknecht además ha relativizado la importancia del cambio climático, así como las luchas feministas, LGTBIQA+, anticoloniales y antirracistas. Del mismo modo, se aproximó peligrosamente a las teorías de la conspiración durante la COVID-19 y orgullosamente se posicionó en contra de las vacunas. En esta situación, la fractura tenía que llegar en algún momento. Die LINKE tiene como objetivo la construcción del socialismo, entendiendo el sistema de explotación capitalista en conjunto con el sistema de opresiones machistas y patriarcales, así como racistas y dentro del eje norte-sur global. Además, pone en el centro combatir el cambio climático desde la justicia social, algo que uno de los acólitos de Wagenknecht, Klaus Ernst, tachó de «querer ser más verde que Los Verdes». Sin embargo, Los Verdes dejaron las políticas climáticas aparcadas hace tiempo, poniendo en marcha de nuevo las cenrales de carbón y alargando la vida de las centrales nucleares, talando bosques enteros para construir autopistas o dejándose financiar por el lobby automovilístico como en Baden – Würtenberg. Por no mencionar su gusto por la guerra, que, tanto en la producción de armas como en el desempeño de la misma, se erige como uno de los Klimakiller más potentes.

Die LINKE puede iniciar ahora un nuevo comienzo. Los últimos meses y casi años han venido marcados por el conflicto interno y la falta de claridad en los posicionamientos, al verse cualquier tema envuelto por la disputa y las declaraciones unipersonales en contra de las resoluciones del partido. En ello han sido especialmente activas personas del círculo de Wagenknecht como Daǧdelem, Nastič y Ernst. Las rupturas son difíciles, pero, como ha anunciado el coportavoz de Die LINKE Martín Schirdewan «ahora podemos aportar claridad a la política del partido, una vez que hemos acabado con la partida de ajedrez».

Es de esperar que al nuevo proyecto se sume algún cargo público y orgánico de la política regional y comunal, así como militantes del partido. Sin embargo, últimamente también Die LINKE había perdido mucha militancia desencantada por las luchas internas o por el hecho de que Wagenknecht, con posiciones conservadoras, tuviera un enorme protagonismo alimentado por los medios, siempre dispuestos a fracturas los proyectos de izquierdas. Estas posiciones han espantado a militancia que era reacia a acercarse al partido o se han salido del mismo en los últimos años.

Es, por tanto, una oportunidad para reconectar con las personas que un día estuvieron en Die LINKE y acabaron desencantadas, pero también para atraer a votantes del SPD y Los Verdes que no comparten su política belicista y anti-inmigración. La semana pasada, el canciller socialdemócrata Scholz aparecía citado en la portada del conocido diario Der Spiegel con el lama «es hora de deportar gente a gran escala», un lema que en el pasado usaron partidos de extrema-derecha como AfD o el neonazi NPD. Mientras tanto, Los Verdes han abandonado toda política que combata realmente el cambio climático, al querer mantener el sistema capitalista, pintado con un barniz eco, además de alimentar sin pudor el belicismo. En esta situación, Die LINKE, liberada de lastre, se puede ofrecer como un partido de izquierda, anticapitalista y solidario con las personas migrantes. En este sentido, la dirección del partido propuso en verano a la capitana y activista Carola Rackete como candidata junto con Schirdewan a las Elecciones Europeas de 2023, algo que sería ratificado dentro de un mes en el Congreso Federal de Die LINKE en Augsburgo.

Serán semanas difíciles en la Karl-Liebknecht-Haus, sede central del partido, así como en todas las sedes que dan cabida a sus aproximadamente 55.000 militantes, pero ahora Die LINKE debería poder enfilar el camino con una unidad renovada en un mundo que vive sumido en las crisis constantes del capitalismo, que se aproxima al abismo del no retorno en materia climática y en el que la guerra toma un protagonismo muy peligroso. En este contexto, Die LINKE sigue siendo necesaria en Alemania y un proyecto de izquierdas sigue teniendo cabida. El nuevo proyecto BSW, sin embargo, no lo es ni lo será.

(*) Coportavoz de Die LINKE. Steglitz – Zehlendorf (Berlín) y militante de IU Berlín.

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