Estaba cantado que en las elecciones regionales y municipales de este domingo iban a salir fortalecidos sectores de los partidos tradicionales opositores al gobierno nacional, aunque algunos de ellos camuflados en amplias coaliciones. Esto se ha expresado muy notoriamente en las grandes ciudades, empezando por Bogotá. Diversos analistas lo habían planteado y también las encuestas.
Las elecciones municipales y regionales siempre han favorecido a los partidos y movimientos que cuentan con maquinaria electoral y grandes recursos económicos. Tienen poco espacio para los votos de opinión, aunque suelen haber experiencias concretas, especialmente en la capital.
Los sectores políticos y mediáticos opositores al gobierno quieren mostrar los resultados como un plebiscito de rechazo al presidente Gustavo Petro y a las reformas sociales que impulsa. Es pura astucia y malabarismo político. La alcaldía de Bogotá se convirtió en la gran batalla de la campaña. Era la joya de la corona, la reafirmación del Pacto Histórico o su descabezamiento. Por eso contra Gustavo Bolívar se fueron todos a una, los adversarios políticos, los empresarios más poderosos y sus grandes medios. En gavilla, a mansalva, distorsionando sus palabras y sus propuestas. Y seguramente también jugó en su contra el talante fuertemente controversial y retador de Gustavo Petro en temas y debates centrales de Bogotá, agudizados en plena recta final de la campaña.
No puede considerarse como rechazo al gobierno el triunfo de candidaturas ligadas a la corrupción, al mercantilismo electoral y al viejo país político que sufrió un serio revés en las elecciones municipales y regionales de 2019, donde emergieron movimientos alternativos, especialmente del partido verde, y luego en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2022 en las que triunfó el Pacto Histórico. Con cierto formalismo podría decirse que las elecciones a comparar son las de 2023 con las de 2019 y que el triunfo gamonalista de este domingo es el resultado del fracaso y desencanto que generaron los gobiernos verdes.
Pero sería una gran equivocación que el Pacto Histórico, y el propio presidente Gustavo Petro, no asimilen autocríticamente los resultados que expresan la incapacidad de llevar a lo local y regional la influencia y avances logrados en las elecciones nacionales y en las realizaciones del gobierno. Con excepciones importantes en algunos departamentos y ciudades, incluida la duplicación del número de concejales en Bogotá. Problemas de comunicación, de desconocimiento y abandono de los verdaderos liderazgos sociales territoriales y sectoriales, de conflictividades internas mal manejadas que desdibujaron y fracturaron orgánicamente el proyecto unitario del Pacto Histórico.
Se alzan voces dentro del Pacto que llaman a estudiar cuidadosamente los resultados, ver los avances y los retrocesos, realizar las autocríticas necesarias y a asumir los correctivos para reenderezar el rumbo, recuperar la ilusión, fortalecer al gobierno para la concreción de las reformas y prepararse para las elecciones presidenciales de 2026.
Campaña que ya ha arrancado.