Se han presentado en Cádiz las memorias de Pepe Mena. Desde su título ya se anuncia que no ha habido ningún tipo de arrepentimiento o corrección final en su larguísima militancia comunista fuera y dentro de España; militancia desarrollada en su parte esencial y más característica en la ciudad de Cádiz, no en balde Pepe Mena siempre ha sido un eminente “gadita”.

Es un texto largo, minucioso, de prosa cuidada, porticado por un notable prólogo de Julio Anguita, “il miglior fabbro” a la hora de cincelar una prosa respetuosa y amable: artesanía de la amistad en estado puro. En dicho texto Anguita levanta la biografía de Pepe Mena con una frase supuestamente sencilla: era un héroe de la vida cotidiana. Y aquí es preciso hacer una breve detención.

Un dirigente global, que luchó por otro modelo de Estado, de gobierno y de sociedad, reconoce en su prólogo la necesidad de personajes (luchadores) como Mena. La historia la hacen los pueblos y a Pepe se le define como un héroe de la lucha menuda y colectiva, diseminada y casi innominada, que supone la condición de existencia de los proyectos de cambio en sentido fuerte. Bertolt Brecht ya lo advirtió en una crítica demoledora a la historia como espacio exclusivo de los grandes personajes. Nos decía Brecht que Julio César conquistó las Galias, y acto contiguo se preguntaba con ironía y una pizca de sorpresa: ¿y no llevaba ni siquiera a un cocinero?

Pepe Mena era uno de esos soportes indispensables, y así se dijo en un salón de la Universidad de Cádiz un día de noviembre del 2023, entre otros por uno de los redactores claves del texto memorialístico, el profesor José Marchena. Un salón, por cierto, repleto de miles de años de lucha, si alguien se hubiera entretenido a sumar la dedicación interminable de los dirigentes, nuevos y veteranos, que asistieron al acto, procedentes de todos los partidos y grupos, de cualquier diversidad de la izquierda o de la militancia social.

Por cierto, el libro se presentaba trece años después (Maribel Mena no ha descansado hasta conseguirlo) de que el autor entregara el texto en la editorial. Por eso no ha podido ser presentado en tiempo y forma por Julio Anguita y por el propio Pepe Mena, que no dio el plácet definitivo a la edición porque, entre otras cosas, se había intentado matizar uno de los párrafos originales, referido al terrorismo de Estado y al papel singular del señor X a la hora de desarrollar tan funesto episodio.

No estaban en el salón de la Universidad de Cádiz ni Julio Anguita ni Pepe Mena, pero había muchos testigos y héroes cotidianos de la historia que se recoge en las memorias. Y de todo eso se habló, entre otras cosas para que la muerte no tuviera la última palabra.

Brecht también nos dejó dicho que desgraciado el país que necesita héroes. Se refiere de nuevo a esos héroes épicos que se echan la historia a la espalda y convierten a los pueblos en meros espectadores de su inmortal ejemplo personal. Con un sentido contrario, más adecuado a lo que estamos refiriendo, se le puede dar la vuelta a la afirmación de Brecht: Desgraciados los pueblos que no cuentan con héroes cotidianos. Porque Pepe era precisamente eso, lo que Julio caracteriza en su prólogo: un concejal, por ejemplo, el primer concejal de fiestas en la pequeña historia de su ciudad, que elevó a la categoría de épica social e institucional a los carnavales de Cádiz, que son algo así como la ópera de los pobres. Me refiero, por ejemplo, a su reacción cuando el episodio de Tejero, en que se pretendieron suspender ensayos y actuaciones hasta ver en que quedaba el golpe de febrero de 1981, y Pepe Mena, sin necesidad de quitarse ninguna careta, con su sobriedad y firmeza habitual, dijo que allí no se suspendía nada y que al carnaval tendrían que pararlo, si podían, los tanques.

Pepe Mena y Julio Anguita son las dos caras supuestamente contradictorias de la misma moneda: no hay vida sin historia y no hay historia al margen de la lucha cotidiana de los héroes desconocidos.