Bernardo Leighton, Venezuela y otras víctimas del imperialismo

El mismo neofascista que disparó en Roma contra Leighton, asesinaría nueve meses más tarde al juez Vittorio Occorsio con un arma perteneciente a los servicios españoles.
Bernardo Leighton junto a su esposa Ana Fresno | Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile / CC BY 3.0 CL
Bernardo Leighton junto a su esposa Ana Fresno | Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile / CC BY 3.0 CL

El 6 de octubre de 1975, el exministro y líder de la Democracia Cristiana chilena Bernardo Leighton y su esposa Ana Fresno fueron víctimas de un atentado en Roma. Pier Luigi Concutelli, jefe militar de la organización neofascista Ordine Nuovo, les disparó a quemarropa y, aunque consiguieron salvar su vida, Leighton sufrió secuelas durante años y Fresno quedó condenada a una silla de ruedas. En 1995, el juez Giovanni Salvi consiguió demostrar que el operativo había sido ordenado por el general chileno Manuel Contreras, responsable de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y había seguido una escala jerárquica que implicaba al brigadier Raúl Iturriaga, al agente estadounidense Michael Townley, al jefe del neofascismo internacional Stefano Delle Chiaie y, por último, a Concutelli. El juez también descubrió que el atentado se enmarcaba dentro de la operación Cóndor y que la DINA lo había organizado en colaboración con los servicios secretos españoles. De hecho, en aquellas fechas, Delle Chiaie y Concutelli tenían su base de operaciones en Madrid y trabajan para los servicios de Información cometiendo, entre otras operaciones encubiertas, atentados contra miembros de ETA en el País Vasco y en el sur de Francia bajo el paraguas de Antiterrorismo ETA o Batallón Vasco Español.

Michael Townley, que asesinó al general Prats y su esposa en Buenos Aires, y a Letelier en Washington, vive en EE.UU. amparado por el Programa Federal de Protección de Testigos

Michael Townley ya había asesinado el año anterior en Buenos Aires al general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Y, en 1976, asesinaría en Washington a Orlando Letelier y la activista estadounidense de izquierda Ronnie Moffitt. Prats y Letelier habían sido ministros de los gobiernos de la Unidad popular presididos por Salvador Allende. Su asesino vive desde hace años en Estados Unidos amparado por el Programa Federal de Protección de Testigos. El propio terrorista explicó en 1993 a la televisión chilena que el objetivo del atentado contra Leighton era impedir que utilizase su influencia en la Democracia Cristiana italiana para impulsar el acuerdo conocido como compromesso storico con el Partido Comunista Italiano. Un pacto que más tarde le costaría la vida al presidente de la Democracia Cristiana italiana, Aldo Moro.

Italia representaba un gran problema para EE.UU. En 1971, The Washington Post vaticinaba la llegada inminente al poder del Partido Comunista Italiano en tres o cuatro años, como los «comunistas chilenos aliados de Allende”. El PCI alcanzó en 1976 su máximo histórico en unas elecciones legislativas, obteniendo 227 diputados y 116 senadores. Un año después, se hizo público un informe de la universidad de Harvard que aseguraba que si los comunistas entraban en el gobierno, la OTAN dejaría de existir como tal. En la obsesión anticomunista de EE.UU. se encuentra las raíces de los años de plomo y la estrategia de la tensión.

El mismo neofascista que disparó contra Leighton asesinaría nueve meses más tarde, también en Roma, al juez Vittorio Occorsio con un arma perteneciente a los servicios españoles (en julio de 2026 se cumplirán 50 años). Occorsio había enjuiciado y condenado anteriormente a decenas de neofascistas, cuyos principales dirigentes tenían su base de operaciones en España, y el magistrado había encontrado datos trascendentales de la relación entre la mafia, la extrema derecha y los servicios secretos, incluyendo los españoles. Otro juez italiano, Guido Salvini, uno de los más importantes especialistas en las tramas negras de extrema derecha, llegó a la conclusión tras años de investigaciones de que la organización Ordine Nuovo era en realidad un centro de reclutamiento de las estructuras paralelas de la OTAN para la realización de actos terroristas enmarcados en la estrategia de la tensión.

El pasado día 15 de octubre de 2025, la Fundación Vittorio Occorsio celebró en Roma un homenaje a Bernardo Leighton y su esposa, en el aniversario del atentado, con invitación expresa a Gabriel Boric. El presidente chileno aprovechó su intervención para comparar a Daniel Ortega con Pinochet; denunciar el supuesto robo de niños en Ucrania por parte de Rusia y acusar a Nicolás Maduro de dictador, de haber robado las elecciones y de haber encargado el asesinato de un ex militar venezolano en Chile. Y todo ello conociendo la amenaza real de una posible intervención armada del imperialismo en Venezuela. Sin embargo, Boric no hizo ni la más mínima mención de EE.UU. a pesar de que, como se ha visto, existían motivos de sobra. Porque el mismo imperio que está detrás del atentado a Leighton y las muertes de Allende, Prats, Letelier y Occorsio es el que hoy amenaza a Venezuela y a su presidente Nicolás Maduro. El mismo que ha utilizado y utiliza a la extrema derecha para realizar golpes de Estado, atentados terroristas y provocar guerras en todo el planeta para sus fines.

—Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

—Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

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