La oposición, un heterogéneo conglomerado de partidos y organizaciones agrupado en la llamada «Coordinadora Democrática», se lanzó desde la madrugada del 16 de agosto a los medios de comunicación privados a clamar contra un «gigantesco fraude» y a llamar a la rebelión ciudadana en las calles. Frente a los casi cuatro millones de ciudadanos que habían votado sí el domingo, el lunes no lograron reunir más de quinientas personas en la Plaza Altamira, verdadero foco de violencia opositora en la zona adinerada de Caracas.

Una semana después, el 25 de agosto, los dirigentes de CD se permitían el lujo de rechazar los resultados de una auditoría avalada por observadores de la OEA y el Centro Carter, en la que se descartó cualquier rastro de fraude en la consulta, tras comprobar los votos físicos emitidos en 150 mesas de votación elegidas al azar. «Ahora sí -declaraban por la televisión- el pueblo venezolano se tirará a las calles a defender su voto, nuestro triunfo que es el triunfo de la democracia». Poco importa que esa auditoría fuera solicitada por ellos, al igual que hace un año clamaban por la presencia de «observadores internacionales» que ahora descalifican, o hace dos exigieran un Referéndum Revocatorio.

Tampoco parece importar que sus denuncias de «fraude masivo y escandaloso» no hayan sido respaldadas por una sola prueba hasta el momento, pese a la excelente predisposición de la OEA y del Centro Carter a considerar cualquier indicio que les permita invalidar el triunfo del presidente Chávez. Y no importa porque a la oposición, con un poderoso aparato mediático a su servicio, le basta con descalificar el referéndum y calumniar al Gobierno, sembrando la duda del fraude para justificar cualquier acción armada contra el presidente Chávez..

El ex presidente Carlos Andrés Pérez, del opositor partido Acción Democrática y gran amigo de Felipe González, lo verbalizaba sin complejos en una entrevista concedida a Radio Caracol el 22 de agosto: «Sólo nos queda la violencia para tumbar a Chávez», de quien dijo que «debe morir como un perro, lo merece, con el perdón de esos nobles animales».

Disociación psicótica

Los resultados del referéndum han sido confirmados incluso por la Casa Blanca y hasta cuatro veces ratificados por el Centro Carter y la OEA. Sin capacidad para presentar acusación formal, la oposición cuestiona en los medios de comunicación el voto electrónico recurriendo a enrevesadas teorías estadísticas. Sin embargo, más de un millón de votos manuales contabilizados arrojan un resultado favorable al no, en una proporción de 66% a 33%. ¿Qué más pruebas necesitan?

Uno de los grandes problemas de los sectores opositores para asumir la realidad es que todavía son incapaces de ver a las capas de población que mayoritariamente respaldan el proceso revolucionario, y que constituyen el 80% de la población. Para ellos, la sociedad venezolana se sigue componiendo de las clases medias y altas que, efectivamente, votaron mayoritariamente en contra de Chávez, pero que constituyen una élite minoritaria acostumbrada a excluir a lo que ellos llaman «chusma», «negros», «arrastrados». Esta visión parcial de la sociedad se ve reforzada por la tendenciosidad de los medios de comunicación privados, de los que el Observatorio General de Medios ha denunciado prácticas sistemáticas de «tergiversación, ocultación de datos, manipulación de las declaraciones, desequilibrio en la elección de las fuentes y una permanente tendencia a presentar el desarrollo de los acontecimientos desde una perspectiva tendenciosamente apocalíptica». Los medios privados de comunicación, con la poderosa Globovisión a la cabeza, están poniendo en peligro la convivencia y la salud psíquica de la población, conduciendo a mucha gente a comportamientos desesperados y agresivos.

Sólo así se explican hechos como el ataque a la tumba del cantor del pueblo Alí Primera, en Falcón; la agresión y asedio al actor Fernando Carrillo, reconocido partidario del proceso, en una pastelería de Caracas; y el furibundo cacerolazo al mismísimo ex presidente Carter en el lujoso restaurante Limoncello.

Revolución en la revolución

El presidente Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con un 56,20% de los votos, y amplió su respaldo hasta el 59,7% al ser ratificado en 2000 tras la aprobación de la nueva Constitución Bolivariana. Los casi seis millones de votos con los que fue reafirmado en su cargo el 15 de agosto suponen una legitimación que le refuerza para acometer la nueva fase que se abre de profundización en las reformas, o de «revolución en la revolución».

La otra cara de la debilitada oposición es una base popular altamente movilizada, que ha tenido que desarrollar en mes y medio un amplio tejido organizativo para afrontar la campaña por el NO (118.000 patrullas electorales y más de ocho mil unidades de batalla electoral por todo el país), y que mantiene altísimos niveles de exigencia y de conciencia crítica frente al Gobierno. Esa base popular exige ahora que el espaldarazo dado al proceso revolucionario se utilice para avanzar en las reformas y para depurar los elementos que desde el aparato del Estado están entorpeciendo la aplicación de las políticas gubernamentales.

Un ejemplo sangrante de la pervivencia de residuos del antiguo régimen en puestos claves es el poder judicial, que absolvió a los golpistas del 11 de abril de 2002 argumentando que lo que se produjo fue «un vacío de poder» y que los insurrectos actuaron «preñados de buenas intenciones». Es toda una señal que el presidente Chávez haya designado al fremte del Ministerio de Interior y Justicia al hasta ahora Ministro de Información, Jesse Chacón, muy popular por sus ácidas críticas a la oposición y sus medios de comunicación.

Tampoco ha dejado indiferente a nadie el hecho de que el presidente haya reclamado la necesidad de expropiar terrenos en desuso en la ciudad de Caracas, en aplicación de la Ley de Tierras y aludiendo al principio del interés general.

Elecciones regionales

«Venezuela cambió para siempre. Ya no hay retorno al pasado. La IV República ha muerto. Empieza una etapa de avance, de reconciliación profunda». El presidente lo anunciaba en la misma madrugada del triunfo, frente a la multitud que abarrotaba los alrededores del palacio de Miraflores: «A partir de hoy comienza una nueva etapa de la Revolución Bolivariana, hasta diciembre de 2006. Una etapa de consolidación de los logros, de profundización en la lucha contra la injusticia, la exclusión y la pobreza».

Pese al llamado presidencial a la reconciliación y a la integración de los sectores democráticos de la oposición a la construcción nacional, esta nueva etapa de profundización en las reformas chocará necesariamente con los intereses de la oligarquía y de la Casa Blanca, por lo que el conflicto está servido. La próxima cita son las elecciones regionales previstas para el próximo 26 de septiembre, en las que se elegirán 23 gobernadores y 337 alcaldes. Si no reacciona a tiempo, la oposición podría perder las 9 gobernaciones y 150 alcaldías que ostenta, entre ellas la estratégica alcaldía mayor de Caracas.