He sabido a través de los medios de comunicación (con los filtros subjetivos necesarios) y de las informaciones recibidas por compañeros y compañeras, del desarrollo del Consejo Político Federal de IU celebrado el día 19 de Septiembre. A esas informaciones añado la experiencia de situaciones anteriores y el conocimiento de los protagonistas e intervinientes. El que después de una sesión caótica, tensa y aceradamente crítica con la dirección se llegue a una votación del 71% a favor de esa dirección no es una novedad es que seguimos instalados en una práctica viciada, hipócrita e inútil.
Cuando una organización transforma sus debates en confrontaciones en las que los componentes personales se llevan el protagonismo y se acaba por establecer una especie de moción de censura centrada en la credibilidad o falta de las misma del equipo dirigente sin aunar esfuerzos para ofrecer un proyecto político alternativo, es que nos encontramos ante actores que representan sin guión, obra o proyecto. Cada uno o lo grupos de cada unos (dirección y el resto) deambulan, se acercan, se rechazan o se inhiben según vayan los ánimos o las horas. Recordemos.
La III Asamblea Federal de IU produjo un enfrentamiento político fuerte y duro. El motivo fue- nada menos- que la discusión sobre el Tratado de Mäastricht y la posición del colectivo; es decir un tema de gran enjundia política. Al NO de la mayoría se opuso el PDNI y se opuso con una posición conjuntada, estructurada y con una cabeza visible. Aquella Asamblea visualizó una realidad: había un proyecto y un contraproyecto con voluntad de implantación ambos. El 40% obtenido por el contraproyecto indicaba dos cosas: IU estaba viva y expresaba su fortaleza en la capacidad de organizar y organizarse en torno a dos lógicas estructuradas.
Desde la actual situación la dirección no puede esperarse que se consiga un acuerdo en función de la incorporación de textos, párrafos o enmiendas al texto oficial. La credibilidad de la actual dirección se resiente a causa de funcionamientos elitistas y al margen de los órganos. Y a ese handicap hay que añadir otro que atañe a los grupos opositores: su atomización en propuestas y en colectivos.
Creo que todavía se puede llegar a un acuerdo si se consigue un texto nuevo y co-elaborado que esté vertebrado por una línea política clara, precisa e inequívoca. Eso sería imprescindible pero además el compromiso solemne, escrito y aprobado en la Asamblea extraordinaria sobre el funcionamiento de los órganos de dirección y los mecanismos de control. Y junto a ello la publicidad de las actas, la información reglada a toda la organización y el ejercicio responsable de las tareas de dirección por todos y cada uno de los dirigentes; el absentismo es una práctica irresponsable e impropia de una fuerza de izquierdas. Si se persiste en cabildeos, regateos para zonas de poder o pactos de pasillo para renovar a los demás la Asamblea extraordinaria será la que ponga el epitafio.