Izquierda Unida es un proyecto político innovador, alternativo, valiente, democrático y comprometido con los valores de la igualdad, la justicia social y la libertad. Se trata de la única expresión política viva y dinámica, con presencia en cada población de este país, que tiene una vocación alternativa, y que plantea la necesidad de una política social, cultural y económica basada en la redistribución más justa de la riqueza, capaz de desarrollar una sociedad de pleno empleo con derechos y del bienestar de la mayoría. Un proyecto con espacio y perfil propio, donde su futuro depende básicamente del compromiso y actitud de los hombres y mujeres que lo conformamos y entre ellos los y las militantes comunistas.

Es evidente que Izquierda Unida no pasa por su mejor momento, pero la potencialidad de su patrimonio humano y organizativo, así como su capacidad de penetración y organización social, garantizan un futuro de impulso de un proyecto político inteligente, útil, ilusionante y creíble para los ciudadanos. El denostado trabajo de miles de cargos públicos debería tener un mayor protagonismo en la actividad cotidiana de nuestra organización.

Los análisis catastrofistas no superarán las dificultades. No serán nunca una opción de solución y futuro. La irresponsable salida de tono mediática que tuvo el máximo responsable de nuestro partido, a la vez que dimitía de la Comisión Permanente de Izquierda Unida, diciendo aquello de «Gaspar coge la maleta y vete a tu pueblo», ha evitado un debate positivo y constructivo de fondo, que aporte un análisis acompañado de alternativas políticas y organizativas, fruto del debate sereno con una amplia participación colectiva y autocrítica.

Error de estrategia

Es errónea la estrategia de acoso y derribo sin plantear de forma clara otra alternativa creíble. Pasar de largo del hecho histórico que refleja la pérdida paulatina y cierta de respaldo electoral de Izquierda Unida desde las elecciones municipales de 1999, donde perdimos más de la mitad de los votos, confirmándose el descenso en las europeas del mismo año donde Izquierda Unida pasó de 9 a 4 eurodiputados, por no hablar de las elecciones legislativas del 2000, donde pasamos de 21 a 8 diputados, es despreciar la realidad. Entonces Llamazares aún no había sido elegido Coordinador.

Las permanentes declaraciones al diario ultraderechista de «La Razón», desgraciadamente promovidas desde nuestro partido, se han basado en deteriorar la imagen pública de Izquierda Unida, intentando sacar los trapos sucios de nuestro interior, evidencian una actitud; esto encierra muchas respuestas del actual conflicto.

Mucha gente que colabora con Izquierda Unida, puntualmente, no acepta un mayor compromiso, precisamente por lo mal que gestionamos en la prensa nuestras diferencias.

Llamazares ha reconocido sus errores, algo que no todos hacen, para después ofrecer alternativas colectivas, unitarias y democráticas. Hay quien nunca parece errar y además niega acierto alguno durante la última etapa, y esto es volver a ignorar otro dato importante: el apoyo recibido de un sector importante de la cultura durante el acto que tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el último día de la campaña de las europeas, supuso un gesto cargado de futuro para Izquierda Unida. La presencia de la actriz Pilar Bardem o el poeta y escritor Luís García Montero en la candidatura de Izquierda Unida de una forma especialmente activa contrastó con la actitud de algunos dirigentes de Izquierda Unida.

Debemos abrir las puertas de Izquierda Unida a la sociedad. Las recetas sectarias y fundamentalistas, basadas en el agravio personal, nunca pueden ser la salida de una crisis política, porque precisamente éstas se salen de la política y nos desconectan de los sectores sociales, ciudadanos y culturales más activos y comprometidos de la sociedad.

El debate interno debe ser plural, abierto y sin límites. Pero acabado el debate, lo que queda son acuerdos políticos y organizativos que hay que ejecutar en el conjunto de la organización. Mantener abierta la discrepancia, una vez que la los órganos deciden, es atacar la línea de flotación democrática de nuestra organización.

La principal labor del PCE y de sus militantes debe ser precisamente impulsar y favorecer la capacidad de decisión democrática dentro de Izquierda Unida, sobre la máxima de un afiliado un voto. El PCE debe ganar su hegemonía política, cultural y social desde la propuesta inteligente, desde la iniciativa política unitaria y desde su implicación leal y directa en Izquierda Unida, así en el resto de ámbitos de militancia social, ciudadana o sindical. Otras fórmulas orgánicas, que pretendan llevar los acuerdos del PCE de forma mimética a Izquierda Unida están de antemano llamadas al fracaso. La lealtad de los comunistas al proyecto de Izquierda Unida nunca fue tan vital.