¿Qué trabajo realizan concretamente en esta zona de Ecuador?
«Llevo trabajando desde 1978 con la UNOCAN y desde 1984 con la organización de mujeres de la UNOCAN. Empezamos con 15 mujeres y actualmente somos 1.020 mujeres. Trabajamos el aspecto productivo, proyectos culturales, capacitación, autoestima, cajas solidarias, aspectos socioorganizativas. Desde 1998, y gracias a Intermón, tenemos un proyecto que beneficia a 346 familias -más de dos mil personas- y cuyo objetivo era y es evitar la emigración de las compañeras mujeres a las empresas florícolas y con el fin de garantizar la seguridad alimentaria, que nosotros llamamos ‘soberanía’ alimentaria. También venimos trabajando en capacitación: respeto a la madre tierra y cómo ir devolviendo a la tierra lo que nos da. Por ejemplo, estamos produciendo abono natural sin nada de productos químicos».
¿Cómo son las condiciones de vida allí?
«Indignantes, diría yo. Lo uno, porque estamos con una política de gobierno que no favorece absolutamente nada al pobre, al indígena. Lo otro, la no atención en servicios básicos. La gente no tiene letrinas, servicios higiénicos, sistemas de agua potable, sólo agua entubada gracias al apoyo de algunas ONG internacionales. Tenemos la escuela; bueno, hay dos tipos de escuela: la intercultural bilingüe y la hispana».
¿Y esa situación que describe se podría extender a otras zonas de Ecuador?
«Por ejemplo. Adonde han ido los campesinos, que son zonas más cercanas a las haciendas, cada vez empeoran más sus condiciones de vida. Por eso, muchos de ellos han salido a la emigración, tanto al exterior como a grandes ciudades. Y están haciendo ‘ollas comunitarias’: varias familias hacen comida conjunta. Eso es indignante sabiendo que mi país es un gran productor de petróleo, pero el problema es que está dirigido a unas pocas manos su riqueza».
¿Tienen problemas para vender sus productos agrícolas?
«Sí, así es. Las reglas internacionales no favorecen que el pequeño productor pueda competir en el mercado mismo, porque ya estamos inundados de productos de otros países. En este caso, arroz, café… El pequeño productor, sabiendo que las grandes productoras agroalimentarias tienen subsidios y el indígena nada, ni siquiera un crédito a largo plazo y bajo interés, tiene problemas de mercado. A veces no rinde ni siquiera lo que ha costado para producir. Y luego están los intermediarios, que se llevan casi todas las ganancias. Nosotros no podemos ofrecer directamente al consumidor».
¿Cuáles son las empresas más grandes contra las que compiten? ¿Son del Ecuador, son extranjeras?
«Hay empresas de ecuatorianos y asociadas, por ejemplo, la Nestlé y otras de italianos y Estados Unidos. Los productores ecuatorianos llevan la banana, café…».
En España tenemos una alta población ecuatoriana fruto de la inmigración. ¿A qué cree que es debido?
«Debido a que buscan días mejores; debido a que las políticas de nuestros gobiernos, de cada gobierno, no favorecen a los pobres. No hay garantías para que el campesino pueda vivir de la agricultura. Sabemos que por el idioma vienen mucho a España, pero también hay una gran comunidad en Estados Unidos y otros países. La pobreza avanza en mi país; por eso, se van arriesgando su vida, dejando la familia».
¿Qué otros recursos, además del petrolero, ofrece su país?
«El turismo. Mi país tiene mucho que ofrecer: volcanes, lagunas, naturaleza. Eso puede ser una buena fuente de ingreses. La agricultura también. Antes del petróleo, Ecuador vivía de la agricultura. Ahora, tenemos más ingresos y, sin embargo, más hambre, más endeudados. Los ingresos que llegan a mi país se dedican al pago de la deuda externa».
¿Mantienen desde la UNOCAN relaciones con otras organizaciones sociales?
«Sí, estamos organizados en comunidades, luego en organizaciones de segundo grado -que es la UNOCAN-, luego una regional y a nivel provincial y nacional en la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador)».
¿Qué significado tiene para ustedes la palabra ‘páramo’?
«El páramo es algo sagrado. Es donde nace el agua, donde no hay que cultivar sino cuidar esta tierra. Dentro del páramo hay una gran diversidad de plantas y animales».
¿Está amenazado el páramo por las privatizaciones?
«Sí, sobre todo la privatización del agua. Sabemos que es un bien escaso, porque las empresas madereras en el oriente del país, en la amanzonía, han extendido los pozos petroleros, van acabando con la biodiversidad de la zona, secan las fuentes de agua. No hay una política del Estado que garantice el cuidado del páramo, el respeto a la madre tierra. Quieren privatizar el agua. Y nosotros decimos no, porque está en juego nuestra vida y la de futuras generaciones. También hace dos años quería Unión Fenosa comprar las empresas eléctricas. Nosotros nos levantamos y dijimos que la producción de electricidad no puede irse a manos privadas. Hay conversaciones para eso entre el gobierno y la empresa española. El obstáculo somos los indígenas, porque han dividido al movimiento trabajador».
¿Cuántas personas conforman la población indígena en Ecuador?
«Dicen que el 60% somos indígineas sobre 12 millones de habitantes que tiene mi país. La gran mayoría vivimos en los páramos, a más de 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Hay pocos indígenas que estén ubicados por debajo de esa altitud. Sobrevivimos ahí. Las tierras que tenemos nos las dieron con esa reforma agraria de 1964, pero fue una ley injusta porque nos dieron las tierras que no podían producir, que no les interesaba a los hacendados».
¿Cómo son las relaciones con el Gobierno de Lucio Gutiérrez?
«Mire, con los gobiernos anteriores y gracias a las movilizaciones indígenas llegamos a acuerdos. Pero, con este Gobierno, ha sido imposible, cuando nosotros entramos en alianza con su partido para que ganara las elecciones. Pero nos ha traicionado. Los indígenas estamos indignados, ya no creemos en ninguna palabra de los gobernantes. Había al inicio un proyecto político esperanzador, donde nosotros trabajamos -los indígenas participamos en la campaña de Gutiérrez-. Pero, cuando ganó la primera vuelta se fue a Estados Unidos a negociar con ellos, a ponerse a su mando. Sufrimos más persecución por parte de la policía, compran con regalos a nuestros dirigentes y rompen las organizaciones. Ni siquiera los regalos -en comida, sobre todo- son para toda una comunidad indígena, sino sólo a unos pocos. Así les dividen. Eso es una injusticia, una traición. A los que no nos compran, nos persiguen».
Y, entonces, ¿qué les queda?
«Bueno, ahora nuestro reto es salir adelante por nosotros mismos. Sólo cuando podamos influir en la política desde dentro, con indígenas preparados en economía, leyes, etc., entonces sí cambiará la política. Pero, cada vez tenemos menos presupuesto para la educación, para la salud. Mi esperanza es que los estudiantes, los obreros se van uniendo a nosotros y diremos basta a estas políticas».