Más y mejores empleos. Defender la Europa Social. Stop Bolkestein.

Entre 60.000 y 70.000 personas participaron el 19 de marzo en la euromanifestación celebrada en Bruselas bajo el lema de “Más y mejores empleos. Defender la Europa Social. Stop Bolkestein”.

En la manifestación confluyeron tres iniciativas: la convocatoria de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), la Marcha de los Jóvenes por el empleo y la igualdad, y el llamamiento emitido por el Foro Social Europeo en Londres. Coincidiendo con esta movilización, cientos de miles de personas se manifestaron en todo el mundo por la retirada de las tropas extranjeras de Irak, cuando se cumplen dos años del inicio de la guerra.

Entre las pancartas y delegaciones representativas de los sindicatos, movimientos sociales y formaciones políticas de izquierdas, destacaban la del Grupo GUE-NGL del Parlamento Europeo y la del Partido de la Izquierda Europea. En la marcha estuvieron presentes, entre otros, el presidente de la CES y líder de UGT, Cándido Méndez, y el secretario general de CC.OO., José María Fidalgo.

Esta es la cuarta manifestación europea, después de la que se organizó en 1997 en solidaridad con los trabajadores de Renault, la de diciembre de 2001 por otra Europa en otro mundo, y la del 15 de febrero de 2003 convocada por el Foro Social Europeo contra la guerra de Irak.

La manifestación ha sido un toque de atención a los jefes de gobierno en vísperas de la Cumbre de Primavera. Frente a la orientación derechista de profundizar en la competitividad, la liberalización a ultranza y la desregulación, los sindicatos y la izquierda reclaman el crecimiento del empleo, la protección de los derechos sociales, mayores inversiones en investigación y formación profesional, situando la innovación como fuerza motriz de un desarrollo compatible con el medio ambiente.

Stop “Frankestein”

La izquierda europea permanece vigilante y movilizada frente al proyecto de directiva Bolkestein (bautizada irónicamente como “Frankestein”), que pretende facilitar el establecimiento de empresas de servicios en cualquier país de la UE, aplicándoles únicamente la legislación del Estado de origen donde están registradas. De este modo, por ejemplo, una constructora de Letonia podrá llevar a España trabajadores a costes y condiciones laborales mucho más bajos que los vigentes en España. El Parlamento Europeo ha forzado a la Comisión presidida por Durao Barroso a revisar el proyecto, porque potencia el dumping social y la deslocalización de empresas hacia el este.

La CES ha expresado igualmente su rechazo a la propuesta de directiva sobre el tiempo de trabajo que ha elaborado la Comisión Europea, en la que, entre otras barbaridades, se plantea una jornada semanal máxima de 65 horas, pudiéndose trabajar 72 horas seguidas antes de disfrutar de descanso

Reformado el Pacto “imbécil”

El Consejo Europeo de Primavera, que reunió los días 22 y 23 de marzo a los Jefes de Estado y de Gobierno, suavizó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para dinamizar la economía europea, un Pacto que por su excesivo rigor, había sido calificado de “Pacto imbécil” por el anterior presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi.

Aunque se mantienen inalterables los límites del 3% de déficit y del 60% de deuda pública, se incluyen atenuantes y eximentes para quienes los rebasen y se suprime el carácter automático de las sanciones. En concreto, los Estados podrán descontar del cálculo del déficit los gastos e inversiones públicas para reformas estructurales o para investigación y desarrollo, así como los derivados de acontecimientos inusuales y las aportaciones a la defensa común u otros objetivos de la UE. También se amplían de uno a tres años los plazos para corregir los déficit excesivos. A los países que, como España, tienen elevado potencial de crecimiento y baja deuda pública, se les autoriza un déficit anual de hasta el 1% del PIB.

Un fracaso estrepitoso

La Cumbre ha reconocido el fracaso estrepitoso de los objetivos marcados en la Cumbre de Lisboa en el año 2000. Entonces se pretendía alcanzar el pleno empleo en 2010 y convertir la economía europea en “la más competitiva del mundo”. En palabras del presidente en ejercicio del Consejo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, “cinco años después, los resultados son extremadamente decepcionantes; de hecho, son abominablemente malos. La Estrategia de Lisboa ha sido un árbol de Navidad en el que hemos colgado tantas promesas que las ramas acabaron por romper”.