Comunismo, comunistas y partidos comunistas son tres expresiones que hacen referencia a tres desarrollos históricos concretos y específicos de una cosmovisión liberadora y que no siempre han estado o están en sintonía o adecuación entre ellos. La aspiración a un Mundo en el que las clases sociales no existan, el Reino de la Libertad sea pleno y comience entonces la verdadera Historia de la Humanidad sigue siendo una Utopía válida, necesaria y urgente en esta época de Globalización capitalista en la que la contradicción esencial es- todavía- la del Capital y el Trabajo. La lucha de clases es la consecuencia objetiva de la confrontación entre los intereses objetivos de ambas partes.

Pero el Comunismo es algo más que un anhelo, una esperanza o un supuesto designio de la Historia que se harán realidad sin el concurso humano. El Comunismo es una apuesta por que todo ello sea posible. Y como toda apuesta que se asume libremente, constituye un compromiso consciente y consecuente. La vinculación personal a la tarea de trasladar a la sociedad y al mundo estos valores, estos proyectos y estas propuestas nos hace comunistas y como tales, nos reconocemos entre nosotros y ante los demás. Somos comunistas porque a través de nuestro ejemplo y nuestra actividad, hacemos inteligible, transmitible y asumible nuestra visión emancipadora. Pero hace falta algo más para que la efectividad sea mayor y se consiga que nuestro esfuerzo se aúne con el de otros y otras que han llegado a la misma conclusión, aunque en nombre de otros supuestos.

Y al llegar aquí se impone reflexionar sobre cuatro enunciados sacados de los grandes maestros, la cultura y la experiencia histórica, Marx llegó a definir el comunismo como el movimiento real que superaba permanentemente la situación realmente existente en cada momento. Y ese movimiento no es otra cosa que un despliegue humano que de manera consciente y programada va superando y resolviendo etapas y dificultades. Desde esta afirmación se llegó con Gramsci al desarrollo del revolucionario concepto de praxis como acción revolucionaria basada en el inacabado proceso de acción- reflexión-acción…. De ahí surge la Teoría que no es otra cosa que la experiencia revolucionaria sistematizada en principios y conclusiones. Sin Teoría no hay praxis sino practiconería.

Fue también Marx quien en la Tesis XI contra Feuerbach afirmó sin ambages que los sabios debieran aplicar su conocimiento de la realidad a ésta para cambiarla. En el ánimo de Marx como en el del cualquier persona con sentido común estaba presente algo imprescindible: solo se cambia lo que se conoce. Y eso no significa que un comunista deba tener determinado nivel académico sino que sea persona con curiosidad por su entorno, con inclinaciones a informarse y con voluntad de formar juicios propios. La opción comunista implica y conlleva esa exigencia.

Toda acción que se haga en nombre de un Fin implica que los Medios utilizados están marcados y orientados por ese Fin. En la praxis de cada día o de cada coyuntura elementos y valores de la meta final debe estar presentes aunque no se pueda en su totalidad. No se puede llegar al Socialismo o al Comunismo a través de acciones y con valores que son intrínsicamente su negación completa. En el Manifiesto Comunista podemos leer: «Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado…….y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.

De los muchos escritos de Lenin sobre el Partido y de la experiencia más inmediata se infiere una conclusión evidente: las ideas no viven sin organización. Los comunistas como cualquier otro colectivo necesitamos un instrumento que creado y desarrollado con nuestros trabajos y participación permanente, sea la expresión máxima de la conciencia colectiva para el análisis, la acción, la educación en la democracia y en el respeto, y el reflejo de la sociedad que anhelamos.

No es perogrullo

Es posible que mis lectores, al llegar aquí, consideren que hasta ahora me he limitado a reseñar una serie de obviedades, lugares comunes o verdades de perogrullo. Es cierto, pero lo que pretendo es que dediquen unos minutos personal o colectivamente a comparar lo que han leído- y que dicen compartir- con la realidad inmediata , cercana o global del PCE, IU o CC OO ( organizaciones éstas dos últimas en las que hay bastantes comunistas en sus direcciones y en sus bases). Si se deciden a esa reflexión y no caen en la tentación escapista de echar balones fuera culpando a la dirección inmediatamente superior sino que calibran la magnitud del problema están ya en el comienzo de una reflexión urgentemente necesaria. Sobre todo cuando estamos en vísperas del XVIII Congreso del PCE.

Ningún partido y menos los partidos comunistas han sido producto de una operación hecha con tiralíneas, escuadra y cartabón. Surgimos de la excepcionalidad de un acontecimiento que marcó el siglo XX: la Revolución rusa de 1917. Un acontecimiento que durante mucho tiempo fue considerado impensable en esas latitudes. Hemos transformado nuestra militancia en gestas y en actos heroicos por la Libertad y contra el Fascismo. Con la insignia de la hoz y el martillo hemos creados sociedades en las que las conquistas sociales y culturales han sido más evidentes cuando otros las han dilapidado y sustituido por un capitalismo de la peor laya. Hemos animado, ayudado y sostenido a Movimientos de Liberación y nuestra sola presencia internacional mantenía un Orden Mundial equilibrado dentro de unos riesgos calculados. Pero también portamos páginas de una historia negra. Hemos aplicado decisiones, realizado planes y proyectos con unos método que contradecían abiertamente el Fin que se decía perseguir. Y hemos conocido la corrupción absoluta del poder absoluto.

El PCE, IU y CC OO

Nuestro PCE ha sido conformado a través del tiempo por circunstancias de carácter excepcional. Más de la mitad de nuestra existencia se ha desarrollado en la ilegalidad y en la clandestinidad. Nos hemos visto encumbrados, reafirmados y crecidos en momentos difíciles de nuestra historia. Fuimos el alma de las grandes alianzas interclasistas para salvar a la II República, derribar la Dictadura o provocar la Ruptura Democrática. No pudimos o no supimos pasar indemnes el trance de la Transición. Desde entonces se instaló con carácter creciente una dualidad contradictoria y letal. Portamos muchas veces un discurso radical y tremendista en contraste con una práctica inexistente y un regusto por ubicarnos en lo políticamente establecido. Basculamos entre la institucionalización total en aras de una gestión plana y la inhibición más absoluta de organizaciones enteras cuando nuestros electos y electas han llegado a la meta política. Hablamos del Partido como si este tuviera existencia fuera de nuestras voluntades y decisiones. Y en ese camino de inhibiciones y supercherías el Partido queda relegado a una perífrasis y a un responsable último sobre el que recaen responsabilidades, inculpaciones y nuestras propias coartadas: el Secretario General de turno. Porfiamos en los congresos por estar en los órganos de dirección y una vez elegidos practicamos la inhibición o el absentismo más notorio. Somos como el perro del hortelano

Nuestra política de alianzas ha ido encarnándose en sucesivos momentos a través de contenidos de creciente concreción y normalidad : La Reconciliación Nacional, El Pacto por la Libertad, La Junta Democrática o el Manifiesto Programa d 1.975. CCOO nacida en la fase final del franquismo ha cambiado de naturaleza transformándose en un sindicato muy lejano de aquel otro que informó, recogió y galvanizó la lucha obrera. ¿Cuál ha sido nuestra responsabilidad? ¿por qué es un tabú plantear esto? Durante muchos años los cuadros sindicales más preparados y más activos eran miembros y dirigentes del PCE.

IU nació como una alianza para construir la Alternativa. Por primera vez se intentaba un Movimiento Político y Social en situación de normalidad, de no excepcionalidad. Con un carácter programático básico conectaba con la sociedad y situaba al PCE en la mejor de las situaciones para generar, construir e impulsar hegemonía. Era una experiencia que intentaba ( y ahí están nuestras valoraciones y acuerdos) superar las ambivalencias que ya habíamos asumido: partido de lucha y de gobierno, partido de la clase obrera y de las fuerzas de la cultura, gobernantes y gobernados, democracia formal y democracia radical, instituciones para regir y para subvertir su funcionamiento, etc. Estar en la sociedad capitalista siendo el viejo topo que la minara y sustituyera.

Desde IU, desde todas las IU realmente existentes, dirigentes de las mismas que son a su vez dirigentes de los órganos máximos del PCE imputan a su partido la situación de postración en la que la organización está sumida. Este dislocamiento esquizoide de la personalidad se manifiesta también en aquellos sectores del PCE que proclaman la necesidad de «recuperar la soberanía» para el Partido; ¿no son ellos también dirigentes de IU? ¿Quién o quienes son el Partido? Y como fruto maduro de esta degradación surgen los vicios de la peor laya : deslealtad, arribismo, enrocamiento fundamentalista y sectario, desprecio a los demás, utilización del PCE para medrar en las candidaturas, utilización de IU para proyectos personales, etc. Y un caos semántico en el que palabras como siglo XXI, modernidad, democracia, bases, acuerdos orgánicos, etc son fantasmas que viven sin el cuerpo de los contenidos.

Refundar

La Física nos enseña que cuando se llega a un determinado nivel de inestabilidad hay que- si quiere continuar existiendo- integrarse en otro nivel distinto. La desaparición de la URSS, el cambio de naturaleza de la Socialdemocracia, la venta del PCI por algo menos que un plato de lentejas, las nuevas formas del Capitalismo y la fuerza de sus aparatos de legitimación, propaganda y creación de hegemonía, la extrema debilidad del Movimiento Obrero (debilidad organizativa y en los procesos de producción), las nuevas visiones que alientan la esperanza de que otro mundo es posible, están reclamando de nosotros la respuesta consecuente : reafirmar los principios, la ética, los valores y la apuesta comunista pero cambiar radicalmente estrategias, tácticas, lenguajes, métodos, prácticas y esquemas organizativos.

Esta Refundación que propongo no es una tarea fácil. En primer lugar debemos conseguir que las palabras no nos asusten; ni tampoco los que juegan con ellas o con la atribución de intenciones. «Comisarios de la alarma» fueron llamados por Miguel Hernández. Recordemos que después del PCI surgió Refundación Comunista. En segundo lugar y muy especialmente saberse todos y cada uno de nosotros, sometidos a una toma de conciencia hija de la reflexión personal y colectiva. Todo debe ser cuestionado y para empezar nuestra propia actitud. Una organización comunista de nuevo cuño no es una cuestión estatutaria sino una voluntad personal de cambiar y de organizar el cambio. Refundar es comprometerse con nuevas prácticas y con nuevas actitudes que tengan una condición mínima e inexcusable: la honestidad personal y la honestidad política. Refundar es plantar cara a la realidad y apostar por superarla desde el compromiso personal y colectivo. Refundar es huir de los consignazos, las descalificaciones y nuestro propio miedo. Refundar es dar una oportunidad a lo que realmente une a los colectivos; una tarea ilusionante y necesaria. Refundar es hacer posible que se mantenga el hilo rojo en otra esfera, en otros métodos, con otras formas. Refundar es mantener el compromiso con la Revolución y con el Internacionalismo. Pero un instrumento nuevo y más adecuado no se hace con mimbres que no asumen la necesidad el compromiso personal renovado consecuentemente.

El XVII Congreso puede ser el momento en el que la lucha electoral ceda el paso a una voluntad fundante. La creación de lo nuevo, desde actitudes nuevas, es lo único que puede galvanizar las energías dormidas aún quedan. Y si así no fuera, el que suscribe continuaría militando en el PCE, pero con la frustración de quién cree que el tiempo es lo único que no debemos ni podemos perder.