Tradicionalmente se han llamado «lecturas de verano» a esos libros de aventuras, de humor, de intriga y suspense… que no requieren mucho esfuerzo, que para eso nos hemos esforzado bastante durante el resto del año, y que con el calor de verano parece que no apetece hacer nada, en todo caso, dejar volar la imaginación, y para eso qué mejor que la ayuda de libro.
Cuando llega el verano, algunos se dedican a lecturas que se han quedado arrinconadas durante el invierno, por falta de tiempo o, simplemente, por cansancio. Otros, como decíamos, se dedican a aquellos que se ofertan como interesantes y livianas para atravesar un verano tórrido. La verdad es que es el momento indicado, de los muchos otros que hay, para leer. Por ello, me gustaría proponer algunas lecturas que nos pueden acompañar este verano, para distraernos o pensar, reír o llorar, relajarnos o sufrir, emocionarnos e incluso apasionarnos.
El verano, a muchos nos parece el momento idóneo para enfrascarnos en la lectura de novelas decimonónicas -será por su magnitud- que no se pueden leer con prisa, donde tenemos que recrearnos, disfrutar, y abstraernos. La Regenta, de Clarín, puede ser una buena manera de empezar, pero también Madame Bovary, de Flaubert, Fortunata y Jacinta, de Galdós, para los más valientes; Anna Karénina, Guerra y Paz, de Tolstói…
Hay también quienes aprovechan la paz del verano, la tranquilidad de noches calurosas para adentrarse en el mundo de la poesía y de sus diferentes tendencias. Para los gustosos de la llamada poesía social, Palabra sobre palabra de Ángel González, es un imprescindible, y para quien todavía no lo haya disfrutado, Cuaderno de Nueva Cork, de José Hierro. Para los que se inclinan más hacia la ya gastada poesía de la experiencia, cualquier libro de Luis García Montero; para los más atrevidos, la poesía intimista de Antonio Colinas: El río de sombra, reúne toda su poesía hasta 1997. Y tampoco está de más aprovechas para releer Poeta en Nueva Cork de García Lorca y el Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez. Si les parece arduo esto último, pueden ir alternando poemas de ambos libros y compararlos, puede convertirse en un ejercicio lúdico y revelador.
Viajes y lecturas
Pero en los últimos tiempos, viajar se ha convertido en nuestra principal actividad en vacaciones, y entonces, casi lo único que leemos son las guías de viajes. Nos gustaría sugerirles otra forma de conocer diferentes países y culturas, a través de su literatura.
Si visitamos Francia, podemos ir leyendo algo de Flaubert, Dumas, Víctor Hugo, Stendhal; si viajamos a Portugal, José Cardoso Pires, Inés Pedrosa, y por supuesto Pessoa; si nuestro viaje es a Italia, Antonio Tabucci, Italo Svevo, Alejandro Baricco, Diego Marani… Muy frecuente es hacer un crucero por las islas griegas y el Mediterráneo Meridional, y qué mejor entonces que leernos, por ejemplo, la Antología del Nuevo Cuento Griego (Ed. Páginas de Espuma), o Tierras de sangre, de Didó Sotiríu ( narra el drama humano que supuso en 1922 la expulsión de un millón y medio de griegos del territorio turco).
En la República Checa, Praga Mágica, de A. María Ripellino, nos muestra mucho más allá del tópico, la esencia y la fascinación de Praga. Toda la belleza del mundo, en la que Jaroslav Seifert, premio Nóbel en 1984, nos cuenta de forma amena la historia de su vida y la de la ciudad de Praga.
Es muy probable, casi seguro, que alguien viaje a Rusia, hay algunos imprescindibles, Cuentos de Antón Chéjov, Crimen y Castigo o Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. Y sobre todo, a nuestro redactor jefe, le aconsejaría, la biografía de Iván Turguéniev, uno de los más brillantes creadores de la novela rusa y mensajero de la cultura rusa en Europa, que seguro le apasionará.
Son sólo unos ejemplos, pero todos los destinos tienen su literatura, tan sólo hay que buscarla, igual que se buscan las lecturas de verano, y cada cual encuentra las suyas.