Las últimas elecciones en Alemania han sido las más bonitas de los últimos tiempos en Europa por varios motivos. En primer lugar porque la izquierda es mayoritaria en la primera potencia económica europea. Die Linke.PDS, SPD y Verdes forman una mayoría social que no ha cedido a la presión neoliberal de CDU/CSU y FDP. Alemania es un país en crisis económica que no es capaz de crecer ni de reducir la alta tasa de paro existente. Ante esta situación había dos posturas: Una era la pereza intelectual pregonada por la derecha, que limitaba su discurso a una ramplona bajada de impuestos y al recorte del estado social, y otra era la opción de los principios y del compromiso social como base del go-bierno político de la nación. Ha sido esta segunda postura la que se ha llevado más votos. Por desgracia, ésta madurez política mostrada por los votantes alemanes no se verá co-rrespondida a la hora de formar gobierno. Una mayoría social de izquierda debería dar lugar a un go-bierno con sólo partidos de izquierda y esto no va a pasar. Enfrentamientos irreconciliables entre los líderes de los tres partidos lo van a hacer imposible.
Los votantes alemanes saben que más medidas neoliberales podrían sumir al país en una crisis todavía más profunda: de valores, de falta de cohesión social y un alineamiento con el eje neoconservador que intenta implantar Estados Unidos. Alemania ya ha tenido recortes importantes en el estado de bienestar con el último gobierno socialdemócrata. Se ha producido la reforma universitaria, la de sanidad y del mercado de trabajo mediante el llamado «Hartz IV». Ninguna de estas medidas, aplaudidas vivamente desde la derecha, ha sacado a Alemania de la crisis. Todo sigue igual. Pero la situación actual dista mucho de ser catastrófica, las crisis no son eternas: las ha habido antes y las habrá después. Tarde o temprano los datos económicos mejorarán y entraremos en otras etapas de desarrollo.
Los líderes políticos deberían aparcar sus ambiciones personales y escuchar al electorado, que les está condenando a entenderse. El mejor ejemplo de ello es el espectacular aumento del voto para Die Linke.PDS. En esta formación encontramos lo mejor de dos tradiciones diferentes, la del marxismo democrático y la de la socialdemocracia responsable. Ambos han sabido cooperar juntos para encontrar amplios puntos de encuentro en políticas concretas. Esta formación ha logrado introducir en la primera línea de la política alemana el debate sobre qué modelo de sociedad debemos construir en el futuro, no sólo en Alemania sino también en el resto de la UE. Alemania ha sido el principal motor en la construcción de la Europa unida. Sin embargo, primero con Helmut Koll y luego con Gerhard Schröder, se hizo principal énfasis en políticas económicas neoliberales. Fue Alemania la que impuso el férreo control del gasto público en el conjunto de la UE. Esto ha hecho muy difícil mantener una economía con un alto estado de bienestar. Alemania está pagando sus propios errores en este campo.
La necesidad de construir una Europa unida está fuera de toda duda, pero no se puede empezar la casa por el tejado. Primero hay que debatir qué modelo político y social es el que corresponde a nuestro continente para luego implantar las medidas económicas que lo hagan posible, y no al revés, como se ha venido haciendo hasta ahora. Éste es el debate que se está produciendo en amplios sectores de la ciudadanía alemana y del que sólo se ha hecho eco Die Linke.PDS. Por eso ha sido el partido que más ha aumentado en número de votos y por eso es la cuarta formación más importante en el Parlamento, aún por encima de los Verdes.
El resultado de las últimas elecciones es de una gran belleza democrática, porque nadie gana, porque no hay mayorías aplastantes
Los partidos tradicionales siguen inmersos en modelos políticos caducos. Todos están obsesionados con la formación de un gobierno de mayorías, cueste lo que cueste. Por razones históricas, el canciller de un gobierno sin mayoría tiene muy poco poder. En el pasado los cancilleres gozaban de un poder mucho mayor, y en parte fue ese exceso el que llevó a Alemania a las dos guerras mundiales. Hoy en día nadie quiere ser un canciller débil, sin un gobierno de mayoría. Esta es la razón por la que lo más probable es que se vuelva a producir una nueva gran coalición entre conservadores y socialdemócratas. Gran error. La gente tendrá la sensación de que todos son iguales, que no hay diferencia entre izquierda y derecha y sí la hay. Por eso el resultado de las últimas elecciones es de una gran belleza democrática, porque nadie gana, porque no hay mayorías aplastantes, porque, en definitiva, eso es la democracia. Ojalá que los líderes de los partidos entiendan pronto este mensaje.