Cuanto tiempo conviviendo, mal viviendo, en esta tierra con el asesinato, la persecución y la amenaza; todo él demasiado. Con una organización como ETA a la que sólo debemos la victimización y desvinculación social, junto al dolor y sufrimiento de tanta gente en el ejercicio de su trabajo o de la simple ciudadanía. Demasiado tiempo también de tentaciones poco o nada democráticas, excepcionalidad jurídica y penitenciaría. Han sido muchos, también demasiados, los que han caído en la instrumentalización política de las víctimas, las personas presas, las ideas y los proyectos sociales. El llamado «problema vasco» ha sido el «tema» en España y el monotema en Euskadi, el titular y el estribillo que tantos debates y necesidades sociales ha conseguido acallar o imposibilitar. Pocas noticias, seguramente ninguna, han despertado en Euskadi la unanimidad, como lo ha hecho la tregua y pocos deseos son hoy tan mayoritarios socialmente como lo es nuestro «NUNCA MAIS – INOIZ EZ».

Conviene no olvidar y recordárselo a quienes quieren paralizar el proceso abierto con la cantinela de «derrota total de ETA»- y más de uno la equipara con la del nacionalismo vasco-, que la tregua permanente y no condicional de una organización terrorista es la manifiesta confesión de su derrota. Si ETA no asesina, amenaza o persigue, ya sólo puede «piar» en el desierto sus comunicados y hablar de su pasado y su gente. Otros hablarán en su lugar y tendrán la legitimidad y fuerza que les dé la sociedad para ello. Al fin, la tregua de ETA es cualquier cosa menos una dádiva de la organización o una manifestación de fortaleza. Es, seguramente, lo único que podía hacer después de lo que está pasando en el mundo, de su progresiva y mayoritaria deslegitimación social, del fracaso por ella provocado en el intento de acumulación de fuerzas nacionalistas habido en el Pacto de Lizarra y del riesgo de la pérdida del espacio político abertzale por parte de Batasuna tras su ilegalización, con la progresiva ocupación por parte de otras fuerzas nacionalistas.

Dos procesos

Se abren hoy en Euskadi dos caminos que hasta el momento estaban sellados: el Proceso de pacificación y el Diálogo Político para superar el conflicto existente entre Euskadi y el Estado Español. Son dos procesos claramente diferenciados en cuanto a sus interlocutores, objetivos y contenidos de la negociación. No deben condicionarse formalmente el uno con el otro, sus ritmos pueden ser diferentes, pero tampoco se puede poner en duda su relación: al igual que la presencia de la violencia terrorista ha impedido abordar debates y reivindicaciones presentes en Euskadi, también la ausencia de diálogo político sería objetivamente un obstáculo para alcanzar la paz. Por eso, tanta ceguera interesada tienen quienes hoy niegan la existencia y necesidad de uno de estos dos procesos, como quienes a través de exigencias, condiciones previas y plazos casi infantiles tratan de alcanzar un protagonismo de marcada orientación electoral.
El proceso de negociación con ETA tiene sobre todo un punto de llegada: la consecución de la paz en un contexto de progresiva «reconciliación» social. Los interlocutores son el Gobierno del Estado y ETA. Las fuerzas políticas deben ser facilitadoras y protectoras de esa negociación; a no ser, como le ocurre al PP, que en su alucinatoria batalla final por recuperar el Gobierno, conviertan el fracaso de la paz en su principal argumento electoral, o hagan de la presión política al Gobierno del Estado una forma de alcanzar el protagonismo que no les corresponde, como le ocurre a sectores importantes del tripartito. Y las víctimas de todos estos actos miserables -fundamentalmente de ETA, pero no sólo-, serán el público de primera fila, el que mejor ve la obra y cuya reacción primero atiende el actor. Las víctimas de la violencia y el terrorismo son acreedoras a muchas cosas, pero nunca a la instrumentalización política interesada o a ser convertidas en sujetos políticos, cuando seguramente tienen bastante con serlo humanos.

El punto de partida

El proceso de Diálogo Político se define sobre todo por su punto de partida, porque del de llegada se encargará la soberanía popular. El punto de partida es reconocer que la vertebración interna de Euskadi, y también de Euskal Herria, y su relación «con o en» el Estado Español no se resolvió en el marco de la transición y con el actual Estatuto de autonomía y que es posible un nuevo acuerdo político que pueda superar en apoyo ciudadano al entonces alcanzado. En ese punto de partida está pues la democracia, la modificabilidad de las leyes, la legitimidad de todas las opciones y proyectos políticos con igualdad para su desarrollo y ejercicio y, por supuesto, el respeto a los derechos humanos. Se trata de un diálogo que deben protagonizar todas las fuerzas políticas que representan a la sociedad vasca, sin exclusiones salvo las voluntarias, que parte del marco y situación política actual – Constitución, estatutos y actuales comunidades autónomas-, en el que la dialéctica Gobierno-oposición y menos aún el pretendido liderazgo de un gobierno en minoría sólo puede ser un obstáculo, que debe implicar un acuerdo básico sobre el procedimiento interno y la temporalidad, deberá estar suficientemente protegido y hasta blindado, con espacios diferenciados en Euskadi y Navarra y con un mecanismo claro de refrendo institucional y social. Un proceso de diálogo que habrá de ser real y no mediático, asemejándose a un proceso «transicional» y no guiado por el protagonismo personal o la coyuntura electoral.

El papel de la izquierda transformadora

Y ante este proceso, las gentes que transitamos por el carril de la Izquierda Transformadora y la organización política en la que participamos, debemos ser capaces de aportar nuestras propuestas y contenidos políticos y buscar el protagonismo social y la articulación de mayorías a través de ellos. Nuestro lugar no ha estado nunca en medio de otros ni menos aún detrás de ellos. En toda situación, conflicto o acuerdo hay un lugar para la izquierda y no podemos renunciar a encontrarlo:

– Definiendo y proponiendo un proyecto para un Estado Español Federal y Republicano, que nos diferencie de los nacionalismos y trabajando por generar las mayorías necesarias para promover los cambios constitucionales necesarios. Reconocer derechos como la autodeterminación y la plena soberanía popular es también una forma de democratizar y fortalecer el propio Estado.
– Ofreciendo a la sociedad vasca un proyecto que descansando en el reconocimiento de la ciudadanía y sus derechos, y no en la historia o la uniformidad identitaria, pueda ofrecer un modelo social plural e integrador. La apuesta federal desde la libre decisión de la sociedad vasca es hoy el lugar mejor preparado para superar las posiciones excluyentes o extremas del independentismo vasco o el nacionalismo español.
– En este sentido, EBb podría jugar un papel de puente y agente transversal de gran utilidad para el proceso de diálogo político en ciernes y que el alineamiento cada vez más insostenible con sectores del nacionalismo vasco conservador, está imposibilitando.
– La izquierda vasca y federal que representamos debe ser consciente que la paz en Euskadi y la canalización del conflicto político es una de las principales tareas pendientes de la transición y que lo que está en juego es derrotar a una derecha que nos ha echado un órdago para cerrar el camino de cualquier cambio constitucional.
– El diálogo político y el refrendo ciudadano son nuestros instrumentos. En Euskadi para resolver y acordar nuestras diferencias. Con el estado, para acordar también nuestra relación con él. Para una organización federal el Estado es también un interlocutor, no un simple notario. Y si además es de izquierda, la equiparación de derechos y la solidaridad federal son fundamentales. Por eso muchos nos seguimos preguntando si podemos seguir compartiendo estrategia política en este tema, con organizaciones y sectores que trabajan para la construcción de un Estado propio y para las que el Español es un simple obstáculo.

El reto que ha empezado con el Estatuto Catalán y continuará a través del proceso abierto en Euskadi no es otro que el de una segunda transición. La izquierda transformadora, en Euskadi EBb e IU en el marco estatal, está llamada a poner en este proceso los contenidos políticos y sociales que la definen y que aún están pendientes. Para ello necesitamos la fortaleza y el protagonismo que a una le falta y una apuesta definida por generar acuerdos y mayorías de izquierda también en Euskadi, que la otra no está siendo capaz de desarrollar. El proceso político que se dibuja en nuestro país necesita una fuerza política vasca y federal, que incorpore los contenidos políticos y las reivindicaciones sociales que le son propias y sea capaz de contribuir para la articulación de mayorías políticas desde la izquierda.

* Miembro de Ezker Batua Berdeak