Con el barril de crudo por encima de los 70$ y previsiones de escasez a medio plazo, EEUU, Europa y Japón intentan asegurar su hegemonía en una lucha a tres bandas: contra los gobiernos, movimientos sociales, populares o armados que reclaman soberanía energética; contra la amenaza de países de economía y mercado emergentes; y entre ellos mismos, disputándose un mayor trozo del pastel de oro negro en su festín de pillaje.
Oriente Medio y las claves de Iraq y Afganistán
EEUU, pese a su imagen de gigante todopoderoso, se ha visto obligado a subir sus tipos de interés, se endeuda a razón de 2.000 millones de dólares por día y ha perdido el liderazgo en la economía productiva, siendo superado en inversiones extranjeras directas por la Unión Europea.
Cuando en Noviembre de 2000, Iraq empezó a negociar contratos de suministro petrolero en euros con la UE y Rusia, EEUU entendió la amenaza fulminante que ello representaba para el petro-dólar y su estabilidad. La invasión directa del segundo productor del mundo le permitiría poner a su favor la balanza de hidrocarburos en Oriente Medio, defender su divisa frente al euro y asentar bases e influencia que frene la expansión económica de Rusia y China. El apoyo de Gran Bretaña a la invasión no debe ser entendido como «seguidismo de lacayo», sino como una consecuencia lógica del hecho de que dos de las tres mayores empresas petroleras del mundo son de capital británico (Shell y BP).
Otro escenario de conflicto es la zona estratégica de Afganistán, donde la ocupación militar tiene como objetivo garantizar un oleoducto que cruce el país. Serviría para el transporte marítimo del petróleo procedente de las ex-repúblicas soviéticas que rodean el Mar Caspio. Pero tanto aquí como en Iraq, el invasor ha encontrado una firme resistencia que pone en peligro su plan a medio plazo. Por ahora sí ha encontrado una forma de financiación a través de las masivas cosechas de opiáceos afganos, lo cual ha llevado a intelectuales como James Petras a acuñar el término de «narco-imperialismo».
Latinoamérica y el proceso revolucionario bolivariano
La guerra de Iraq se diseñó en el entendimiento de que EEUU depende en un 12% del petróleo árabe, comparado con el 45% de Europa, y que podría abastecerse explotando su ventaja competitiva en el mercado latinoamericano, desde donde la importación le resulta mucho más barata. No obstante, aquí compiten entre otras Exxon y Panamerican Energy (EEUU), Repsol-YPF (España), BP y Shell (británica y anglo-holandesa), Total (Francia) o Petrobras (Brasil). La rivalidad entre los gigantes ha generado desmanes ecológicos, vertidos tóxicos, desplazamiento de población, exploraciones ilegales, sobornos e incluso el uso de fuerza paramilitar.
Sin embargo es este el continente donde adquieren mayor madurez política las luchas sociales por la soberanía energética. La nacionalización de gas ha sido el catalizador que ha unificado las demandas de todos los sectores en Bolivia y ha abierto la puerta en el país andino a transformaciones que pudieran ser más profundas. Por otro lado, al imperialismo se le ha escapado de su control el quinto productor mundial de crudo, Venezuela, a pesar de la guerra sucia y los intentos golpistas alentados desde EEUU y España. El proceso revolucionario bolivariano posee un proyecto continental de integración de redes de producción y distribución de hidrocarburos, que beneficiará directamente a los pueblos. Las multinacionales se sienten incómodas ante este empuje de soberanismo y sus gobiernos definen como «desestabilización» toda actividad que perjudica sus intereses. Por no hablar de la humillación que representa que el gobierno de Hugo Chávez provea de calefacción a bajo coste a los ciudadanos del Bronx, cuya situación parece preocuparle más que a la administración de Estados Unidos.
África y las falsas guerras étnicas
En Mayo de 2002, el vice-presidente norteamericano Dick Cheney definió el petróleo africano como de «interés nacional estratégico» para EEUU, ya que «tiende a ser de alta calidad y bajo en sulfuro, con mercado creciente para las refinerías de la costa este de EEUU». África posee el 10% de las reservas mundiales estimadas y su transporte a EEUU tarda poco más de dos semanas, comparado con las seis que se emplean desde el Golfo Pérsico.
En Febrero de 2003 se agudizó la guerra civil de Sudán en la zona de Darfur. Las razones de conflicto étnico esgrimidas esconden la verdadera naturaleza de los hechos, la disputa por la propiedad de las grandes reservas de petróleo y gas en la zona. Sudán había empezado a exportar petróleo en 2000, básicamente a China, lo cual ha acelerado un plan norteamericano para revertir la situación. Consiste en un oleoducto para unir la neocolonia francesa de Chad con Camerún, así como una ruta de salida al mar por puertos sudaneses.
Otro ejemplo es el intento de golpe de estado en Guinea Ecuatorial (Marzo 2004) financiado por España e Inglaterra, y dirigido por racistas del apartheid, vinculados con la familia Thatcher y el MI6. La razón encubierta era evitar ser dejados fuera en el reparto de concesiones petroleras, que Guinea había cedido en dos terceras partes a empresas ligadas a la administración Bush. Como vemos, las potencias europeas no son menos. Francia protege militarmente los enormes campos gasíferos del sur de Argelia, un inmenso territorio vetado para los argelinos. Gran Bretaña y su British Petroleum (BP) explotan el petróleo de Nigeria con tal impunidad laboral y medioambiental, que han generado una reacción social de disturbios, sabotaje a las instalaciones extranjeras y revuelta generalizada.
La República Democrática del Congo posee las mayores reservas del mundo de cobre, cobalto, coltan (elemento esencial para teléfonos móviles y Playstations) y cadmio, además de poseer cromo, caucho, uranio, petróleo, oro y diamantes. Por esta razón (y no la «rivalidad étnica»), con apoyo de EEUU, Ruanda ha invadido el país tres veces, mafias de Uganda controlan el expolio de minerales para los imperialistas y han dejado 3,8 millones de personas muertas por violencia, hambruna y enfermedad.
Conclusión
La desaparición del tradicional enemigo soviético ha venido incrementando las ambiciones expansivas de los poderes imperialistas, así como la rivalidad entre ellos. La globalización se convierte en la redivisión del mundo por los imperialistas, donde el control de los combustibles fósiles es vital para los intereses geoestratégicos en los próximos años.
Desde distintas perspectivas, países como Irán o Venezuela luchan por la soberanía energética, contra el monopolio de los hidrocarburos en manos de los colonizadores tradicionales. La decadencia del sistema capitalista requiere de guerras de saqueo que siguen a cada recesión, de violencia directa contra los pueblos para apoderarse de sus recursos, y de tensión y conflicto entre los poderes que se disputan el botín pirateado.
* Economista