La escasa formación institucional o sistemática que recibía la mujer propició un importante desarrollo de modelos a seguir. El ejemplo de otras mujeres es una forma de modelado sencilla y eficaz. Los valores, modos de vida, obligaciones y tareas que la mujer debía de tener y cumplir eran fácilmente transmitidos a través del ejemplo de otras mujeres.

Esta transmisión se realizaba en los hogares, iglesias y comunidades vecinales, por medio de cuentos, biografías, fábulas, sermones, leyendas populares y los ejemplos de madres y hermanas. Pero no siempre respondía a la espontaneidad o la cultura popular; evidentemente el ejemplo presentado dibujaba el perfil del modelo de mujer que se esperaba, por ello cualquier ejemplo no vale.

Hoy, nosotras las mujeres, asistimos a la escuela, a la universidad y con mayor o menor facilidad participamos en la vida pública. Sin embargo seguimos siendo bombardeadas por infinidad de mensajes que pretenden modelarnos, es decir, presentarnos modelos a seguir. Las revistas dedicadas a un público femenino o «revistas para mujeres» son un claro ejemplo de ello. Sus páginas están plagadas de prototipos, estereotipos, consejos y moralinas. Lo más curioso es que, analizando un poco el trasfondo de sus contenidos, los modelos que imponen no han cambiado tanto. Siguen manteniendo las mismas secciones, tratando los mismos temas, reproduciendo los mismos cánones…No podemos afirmar que los contenidos no hayan variado absolutamente nada, pero parece haber un hilo rojo.

¿COSAS PARA MUJERES?
Hoy el consumo lo invade todo. No importa como vender un producto, lo importante es venderlo. Se nos lanza continuamente información a cerca de diferentes productos con el objetivo de convencernos. Pero no solo satisfacen las necesidades que podemos tener, sino que también nos crean necesidades virtuales, necesidades que no tenemos, pero que terminamos creyendo tener.
Detrás de cada información que recibimos hay una idea. La información que se nos lanza a través de los anuncios no es gratuita y, no influye únicamente en nuestros hábitos de consumo sino también en nuestra manera de comportarnos, relacionarnos, evaluarnos…Los anuncios suelen jugar con estereotipos, con idealizaciones, deseos y roles. Se nos muestran modelos ideales que asocian a un producto y, el resultado no es solo el consumo del producto en cuestión, ya que se asumen también como válidos los modelos y roles con los que se asocia.

El gran éxito de los anuncios es el ir dirigidos a los deseos, todos deseamos ser admirados y aceptados socialmente y, a pesar de que desde la lógica admitimos el hecho de que no somos perfectos, al final todos deseamos ser más guapos, mas atractivos, mas esbeltos…La consecuencia es un modelo de mujer socialmente admitido como ideal, al que todas debemos aproximarnos.

Pero ¿esto es nuevo? La sociedad de la información lo ha potenciado con la posibilidad de llegar a más destinatarios y desde más canales, pero no es algo nuevo. Todas las culturas y las diferentes sociedades han establecido modelos ideales que eran difundidos a través de diferentes canales.

El modelo proyectado desde los anuncios no ha variado mucho. En la forma el cambio es evidente, el color eclosiona en los anuncios actuales, los hace más llamativos con respecto a los antiguos, las explicaciones son sustituidas por la imagen, ya no se utiliza tanto la palabra, el nombre del producto cobra mas importancia…Pero el fondo no es tan diferente: La belleza no muere, píldoras para ser mujeres atractivas y tintes de cabello. ¿No siguen prometiéndonos lo mismo?, ¿Por qué nos intentan vender lo mismo y de la misma manera, aunque con diferentes formas?, son ¿Cosas para mujeres?
Aunque últimamente el mercado cosmético se está abriendo a los hombres, con el objetivo de aumentar sus ventas, no se les vende del mismo modo. A ellos se les promete la misma belleza pero sin dejar de ser masculinos, dando a entender que no son cosas solo de mujeres, mientras a nosotras se nos venden como «cosas de mujeres».

¿CONSUMISMO O SATISFACCIÓN?
Si los anuncios son los que nos llaman, nosotras somos las que respondemos, pero ¿Por qué? No está claro que sea una elección libre, de serlo, desde luego, viene muy condicionada por los prototipos de mujer imperantes. La moda marca los ideales de belleza, pero seguir esos ideales es algo más que estar a la moda, es en muchos casos mayor autoestima, mayor aceptación, mayor éxito… si se encaja con los cánones de belleza imperantes parece que tu vida es más fácil. Un físico «agradable» parece tener menos que demostrar de entrada.

Pero los cánones de belleza crean esclavas, la vida puede llegar a girar entorno al físico. Esclavas en femenino, ya que, parece que los ideales de belleza son, siempre, ideales de belleza femenina. A los hombres nunca les ha condicionado tanto su físico, a ellos se les valoraba por otras cosas, su trabajo o su inteligencia. La mujeres cuando solo trabajaban en casa y estaba asumida su inferioridad intelectual, su físico era su único atributo.
Parece ser que hoy esta «plenamente» reconocida la valía intelectual del género femenino, hoy las mujeres son profesionales cualificadas que trabajan en oficinas, despachos, aulas, hospitales… ¿Por qué hoy sigue siendo tan determinante el físico de una mujer?, ¿Cuánto han cambiado los cánones de belleza?, ¿Cuánto han cambiado las modas?

¿DE QUE HABLAN LAS MUJERES?
Parece ser que las mujeres son esos seres que necesitan de los consultorios sentimentales (porque los consultorios siempre son sentimentales) para poder decidir, para tomar decisiones importantes, siempre con respecto a los hombres. Toda revista femenina, que se jacte de serlo, debe incorporar este apartado, esta sección fundamental en la que las mujeres contamos (porque todo tenemos que contarlo) nuestros problemas o dudas con respecto a nuestras relaciones de pareja. Un señor, si es psicólogo, o una señora, si no es un profesional y lo que se pretende es intuición femenina, resuelve las dudas de pobres mujeres indecisas, (porque las mujeres somos indecisas) orientando hacia la mejor forma de actuar en cada caso
Estos consultorios responden a la idea de que la mujer necesita consejo, que le gusta contar sus problemas, problemas que quien aconseja conoce solo por medio de unas breves líneas. Pero no solo se orienta a quien escribe, sino también a todas las lectoras, que o bien pueden verse reflejadas en el problema en cuestión, o bien pueden trasladar la lección, o moralina, a otros aspectos de su vida.

Yo me pregunto ¿De qué nos sirve celebrar días como el de la mujer trabajadora si dejamos que se nos trate como floreros?
La mujer siempre ha trabajado. Su incorporación al trabajo no es algo nuevo, cuando se hace esta afirmación da la sensación de que la mujer a lo largo de la historia ha pasado el tiempo simplemente mirándolo pasar. Salvo algunas mujeres, pertenecientes a la aristocracia, la nobleza o la alta burguesía, la mujer siempre ha trabajado, lo hecho en casa, en el campo, más tarde en las fábricas, las minas…
Pero la mujer no se formaba para el desarrollo de una profesión y no ejercía profesiones públicas. El trabajo que realizaba era dentro de su casa, colaborando con el trabajo familiar en momentos puntuales cuando se necesitaba mano de obra, como en la recogida y la siembra en el campo, en el servicio en hogares, en la costura… Pero, incluso, cuando se incorporó a las fábricas, como fuerza de trabajo visible, se interpretó como «situaciones excepcionales», en puestos «propios de su sexo» (sin embargo en las minas trabajaban mujeres) y solo como fruto de la necesidad.Las mujeres con recursos económicos suficientes no necesitaban trabajar, pero eran, a su vez, las mas formadas, si bien, recibían una educación puramente ornamental, para ejercer adecuadamente de floreros. Sin embargo aquellas mujeres que trabajaban, dentro o fuera de casa, no recibían ninguna educación, por lo que no podían ser profesionales. Y tu, ¿profesional o florero?.

* Sección de la Mujer de la FIM