Cuando al cierre de 2006 se conocieron los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA), el gobierno lanzó las campanas al vuelo.
Ciertamente, los datos pueden calificarse de extraordinarios: superamos los 20 millones de personas ocupadas, se han realizado más de 2 millones de contratos indefinidos a lo largo del año y el paro ha bajado a 1,8 millones (un 8,3% de la Población Activa). Sin embargo, los males de fondo persisten: la temporalidad sigue estancada -con subidas o bajadas de algunas décimas- en el 34% (5,6 millones de personas) y la tasa de paro femenino no acaba de ceder de manera significativa, representando, un año más, casi el doble que la masculina (11,36% y 6,06%, respectivamente, siendo del 11,61% y el 6,64% en 2005).
No podemos obviar, por otra parte, que han transcurrido nueve años desde la Reforma Laboral propiciada por el Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad en el Empleo (AIEE) de 1997 -que amplia unilateralmente el PP en 2001-, con sustanciosos beneficios para la patronal, no solo por las subvenciones y bonificaciones a la contratación sino también -o fundamentalmente- por el abaratamiento del despido, que pasa a ser en estos nuevos contratos de 33 días por año trabajado y un máximo de 24 meses, frente a la indemnización de 45 días por año y el máximo de 42 meses que sigue en vigor para los indefinidos «ordinarios». También hay que tener en cuenta que a final de 2006 ha culminado el Plan de Choque (contra la temporalidad) previsto en el Acuerdo firmado por los mismos actores, en mayo de ese año, «Para el crecimiento económico y el empleo», consistente en la incentivación de la transformación de contratos temporales en indefinidos durante el semestre de Julio a Diciembre.
Como queda reflejado más arriba, este conjunto de medidas, siempre con la finalidad declarada de reducir sustancialmente la temporalidad y conseguir un crecimiento del empleo de calidad y con plenos derechos, han demostrado, al cabo de nueve años, no ser muy ser eficaces, al menos para ese objetivo. Pero sí han provocado algo que ya se anunciaba entonces y que ahora se puede comprobar: por un lado, que los nuevos contratos (subvencionados) que llaman indefinidos tienen una duración media de tres/cuatro años; es decir, el periodo para el que se prefijan las bonificaciones, convirtiéndose así en un híbrido que podríamos denominar «indefinido de corta duración o por tiempo determinado», o bien «temporal de larga duración», habida cuenta de que tiene en común con estos últimos que el despido le sale al empleador prácticamente gratis, por corresponderse el importe de la indemnización con las bonificaciones que recibe. Lo segundo es que dichos contratos han ido sustituyendo progresivamente a los indefinidos «ordinarios» (los de toda la vida), además de crear un nuevo segmento en la contratación. Si hasta la Reforma de 1997 existían solo dos (indefinidos y temporales), ahora son tres: indefinidos ordinarios, indefinidos subvencionados y de despido más barato y, por último, los temporales, que siguen imparables y con el mismo vigor. Dicho en cifras, en 1996 se contabilizaban 7,1 millones de contratos indefinidos (69% de los empleos) y 3,2 millones de temporales (31%), mientras que a final de 2006 tenemos 6,8 millones de indefinidos «ordinarios» (41,2% de los empleos), 4,1 millones de indefinidos subvencionados (24,8%) y 5,6 millones de temporales (34%). En resumidas cuentas, en esta casi década el indefinido «ordinario» ha caído del 69% al 41,2% de los empleos, insertándose un 24,8% de los nuevos indefinidos-precarios y aumentando desde el 31 al 34% los temporales. Eso si, en el mismo periodo, el paro ha bajado de 3,6 millones y el 26% a 1,8 millones y el 8,3% (aunque en esto influyen dinámicas diversas, como el fuerte crecimiento económico, con el tirón de sectores -construcción y servicios- intensivos en mano de obra, o el impulso a la actividad que ha supuesto la afluencia masiva de trabajadoras y trabajadores inmigrantes, principalmente), manteniéndose, sin embargo, como estamos viendo, amplísimos márgenes de temporalidad y rotación en el empleo y un contumaz desequilibrio en la tasa de paro femenina.
En lo que se refiere al crecimiento de los contratos indefinidos correspondiente al último semestre de 2006, durante la vigencia del Plan de choque (julio-diciembre) acordado por gobierno y patronal con CCOO y UGT, cabe decir, como señala Antonio Antón en un estudio muy ilustrativo, que no se ha producido un aumento neto de los mismos en la medida que la propaganda del gobierno pretende. Efectivamente, si bien en esos 6 meses se han hecho 1,2 millones de estos contratos, no es menos cierto que el empleo indefinido sólo creció, en comparación con los realizados hasta junio (antes de entrar en vigor el Plan), en 326.000; en concreto, se ha pasado de 10.570,7 millones en Junio 2006 a 10.897,4 millones en diciembre, y en porcentaje, del 65,61 de los empleos al 66,18. Pero, si hacemos la comparación de año a año, tenemos que en 2005 los indefinidos representaban el 66,23% de los empleos, mientras que en 2006 resultan ser el 66,18% mencionado.
Quiere decir que el grueso de los contratos realizados en el periodo de vigencia del Plan (870.000) vinieron a sustituir a otros indefinidos que causaron baja, simultáneamente, en el semestre julio-diciembre.
Por último, señalar que todo esto se produce en un contexto de fuerte crecimiento económico, de aumento espectacular de los beneficios empresariales… y de caída del peso de las rentas salariales en relación con el PIB, que está ya en el 46,78% (47,71% en 2004), mientras con pertinaz reincidencia, digna de mejor causa, se firma para 2007 un nuevo acuerdo de «moderación salarial» -que es el núcleo duro de los ANC- en el que, por cierto, los temas de igualdad se dejan para mejores tiempos.
Resultados de IU y los partidos con los que se presentó coaligado
en las autonómicas y municipales de 2003
No hay variaciones significativas respecto a nuestro informe del pasado mes de Noviembre, como se puede comprobar en los cuadros que por falta de espacio en las páginas de Mundo Obrero, pueden consultarse en la página web del periódico: http://www.pce.es/mundoobrero
En el Cuadro I observamos que la Tasa de Actividad en mujeres en edad laboral ocupadas o en paro es del 48,56% mientras que en los hombres alcanza el 69%. Es decir, que más de la mitad de las mujeres en edad laboral siguen en la clasificación de «inactivas», lo que en muchos casos les depara un porvenir incierto, por la imposibilidad de acceder a los sistemas de protección social ligados al trabajo productivo, y a unos ingresos que les permitan cubrir sus necesidades con autonomía, más allá de lo meramente asistencial, como veremos más adelante. Por otra parte, su Tasa de Ocupación es del 43,05% (hombres el 64,81%) y la Tasa de Paro del 11,36% (hombres el 6,06%). La desigualdad es manifiesta.
En la Tasa de Ocupación en la UE-27 (Cuadro II) nuestro país se sitúa, en lo que a las mujeres se refiere, en el 5º puesto por la cola, solo delante de Hungría, Polonia, Malta e Italia (si no llega a ser por la ampliación…), y en la diferencia mujer-hombre solo mejoramos a Italia y Malta.
En el capítulo del desempleo con la Tasa de Paro en los países de la UE (Cuadro III), -del que resaltamos que en la diferencia mujer-hombre solo Estonia nos salva del último puesto entre los 27-, hay tres variables que consideramos de interés: el Cuadro IV, con la Tasa de Paro según estudios terminados (la palmamos en todos los niveles), el Cuadro V, con la TP según estado civil y el Cuadro VI con el paro de larga duración, según sexo y edad, que abundan en lo mismo.
Las diferencias salariales persisten, como refleja el Cuadro VII (comparación 1995-2002, última Encuesta de Estructura salarial), donde los contratos indefinidos tienen un salario medio bruto anual (ambos sexos) de 22.089 eur., que es de 17.443 eur. en el caso de las mujeres (un 29,7% menos) y los de duración determinada de 13.404 eur., que se quedan en 11.082 eur. para las mujeres (25% menos). En ambos casos, nuestra situación solo ha mejorado algo menos de 1,5 puntos a lo largo de los 7 años de la serie.
Veamos ahora su situación desde otras perspectivas. Por ejemplo:
El Cuadro VIII, de Personas ocupadas a Tiempo Parcial, según el motivo que alegan, muestra que las mujeres representan el 79,45% de este tipo de contratación a finales de 2006 (78,27% en 2005), resultando ser el 98,75% (98,10% en 2005) de quienes alegan trabajar a tiempo parcial por el cuidado de menores, enfermos, mayores, etc., y el 81,02% (78,74% en 2005) de quienes aceptan esta jornada por no poder encontrar un trabajo a tiempo completo. Poco voluntaria, pues, parece la cosa, al tiempo que se amplía la brecha entre mujeres y hombres contratados en esta modalidad.
Por otra parte, si echamos un vistazo al Cuadro IX, de personas inactivas que no buscan empleo por razones familiares, encontramos que, siendo las mujeres el 63,30% del total de personas clasificadas como «inactivas», nos endosamos el 97,04% de las que no buscan trabajo por «razones familiares».
Observando el Cuadro X de Población inactiva según clase de actividad, destacan un par de datos significativos: las mujeres seguimos siendo la casi totalidad (94,94%) de la población «inactiva» dedicada a «labores del hogar»; paralelamente, mientras representamos sólo el 32,05% de quienes en esa población «inactiva» lo son por jubilación o prejubilación (por tanto, perceptoras de pensiones contributivas), copamos el 89,24% de «perceptores de pensión distinta a la de jubilación o prejubilación», que suelen ser las más bajas, como veremos a continuación.
Efectivamente, según recoge el Cuadro XI (2002-2005), las mujeres somos el 51,01% de quienes perciben una pensión contributiva. Ahora bien, ese porcentaje, que podríamos considerar más o menos equilibrado, no responde en absoluto a nuestra participación en aquellas pensiones (las de importes más altos) que se obtienen, digamos, «por derecho propio» y en función de nuestras cotizaciones directas, como son las de Jubilación (en las que solo representamos el 34,77%) o las de Incapacidad Permanente (donde estamos en el 32,77%). E incluso en estos casos, los importes medios percibidos por las mujeres resultan ser inferiores a los de los hombres: un 59,95% de las que ellos cobran de media por Jubilación y un 73,85% en las de Incapacidad Permanente. En cambio, si somos las «reinas» de las que devienen de forma indirecta (las de importes más bajos), como la de Viudedad (de 366,74 a 493,22 eur. las mínimas), de las que tenemos el 93,28%, o a favor de familiares (entre 361,41 y 383,84 eur.), con el 79,48%.
De la misma manera (Cuadro XII, 1997-2005), también somos las mayores beneficiarias de las escuálidas Pensiones no contributivas (312 eur. al mes, cuantía única) para mayores de 65 años, con el 81,71% en 2005.
Para terminar, otros datos de interés:
El de las familias monoparentales (Cuadro XIII), de las que somos «persona de referencia» en el 88,33% de los casos (el 90,24% en menores de 45 años).
El de los permisos de maternidad/paternidad (Cuadro XIV, 1996-2006), con el 98,35% de los tomados el pasado año. Desde 2000 y gracias a la profusión de medidas y planes de «conciliación», hemos logrado bajar ¡¡un 0,6¡¡
Los crímenes contra las mujeres, la violencia o la prostitución son la cara más abominable y cruel de una sociedad desigual que quiere percibirse a toda costa como igualitaria y justa, inducida por unos poderes públicos que así eluden sus responsabilidades. Pero millones de mujeres padecen, como si fuera lo «normal», su exclusión o la discriminación en el mercado laboral. Pediríamos menos leyes y planes de igualdad de autobombo mediático y más empleos estables, con salarios que permitan un proyecto de vida autónomo a mujeres y jóvenes de cualquier sexo; escuelas infantiles públicas y de calidad que cubran las necesidades de la demanda; atención a los 2 millones de personas que necesitan cuidados frente al mucho ruido y pocas nueces de la tan publicitada como engañosa Ley de Dependencia.