El sistema suele ocultar el debate fundamental tras los alaridos de la realidad mediática. Y desde la izquierda es preciso saber una cosa: hay que contradecir la realidad para poder llegar a la verdad, que siempre es de clase. Y se trata de una verdad que, aunque no figura en la agenda de los medios, sí figura en la agenda diaria de las ciudadanos, en su biografía diaria más concreta: la de las condiciones históricas de existencia.
La 1ª legislatura de Zapatero ha consistido en dar los gritos en un sitio y poner los huevos en otro distinto. Y a esto ha colaborado de manera fundamental la oposición grotesca, coloreada por un cierto grado de cerrilismo, de la derecha española que, en todo caso, ha hecho una oposición clara desde el nacionalismo español, pero casi nunca en los aspectos socio-económicos y laborales.
En su mitin de proclamación como candidato Zapatero ha pedido una mayoría más amplía para seguir con su tarea histórica. Ha pedido lo que no se le va a caer de la boca en los próximos meses: el voto útil. Y al analizar, por debajo de su discurso, lo que ocurre realmente, sólo podemos extraer una cierta utilidad constatable: útil para que no gane el PP. Ahora bien: ¿Si gana el PSOE, y desaparece IU, ha ganado la izquierda? ¿Si el PSOE logra imantar una buena cantidad de votos de IU, ha ganado el voto útil de la izquierda?
La utilidad, por tanto, no debe plantearse desde el punto de vista superestructural de la pugna entre los dos grandes partidos, sino desde el punto de vista de la vida diaria de la gente: ¿ha sido útil el Gobierno Zapatero a la hora de atacar el 33% de precariedad laboral? ¿O la muy elevada siniestrabilidad laboral? ¿O los porcentajes raquíticos de gastos sociales? ¿O la inflación imparable de los precios?
El proceso de acumulación capitalista en España, es decir, el crecimiento económico, se ha convertido en el primer bien patriótico de Zapatero, que en la misma secuencia lógica presume de la gran paz social disfrutada en los últimos años.
Pero esta idea, esta «mirada positiva», cada día empieza a estar más alejada de lo que la gente, que no llega en un amplio porcentaje a final de mes, empieza a «sentir». Un mal estar concreto, por razones sociolaborales y económicas, empieza a expresarse como malestar político y electoral, como posible abstención: la abstención del malestar económico, de las condiciones reales de vida, al margen de proclamas y griterío preelectoral. El voto útil de la izquierda debiera basarse en el compromiso de combatividad y movilización frente a esa política de acumulación que el PP y el PSOE van a defender en el fondo de sus discursos frente a la vida anónima de precarios, parados, explotados (el 52% de los salarios no llega a mil euros), etc. etc.
No hablo, pues, de una intención inespecífica, desmedulada, sino de la necesidad de elaborar una propuesta de lucha y de conversión del crecimiento en desarrollo sostenible,
Empezando por una forma diferente de repartir el crecimiento, y culminando en una batería de reformas y transformaciones estructurales explícitas. Dicho de otra manera: es preciso presentar una propuesta anticapitalista, junto a la llamada explícita a una alianza amplia que rompa la actual resignación, el proceso de malestar que empieza a transformarse en abstención cuando no en posiciones contra la política y los partidos, Es decir, IU no es una sombra ni su programa debe ser el eco de ningún otro. IU debe presentarse como una fuerza específica, movilizadora, anticapitalista y que ha sabido leer el cabreo actual de la gente. La mirada de IU es constructiva, pero no beatífica; es una mirada de combate y transformación.