La política de revitalización del PCE aprobada en el XVII Congreso partía de una idea central: las condiciones políticas y económicas de la clase trabajadora en España requieren de una opción comunista fuerte. Esta tesis se plasmaba a través de una apuesta partidaria que tomaba al «mundo del trabajo» como la centralidad política y organizativa del Partido. La consigna de «revitalizar el PCE» toma pues concreción actual en la capacidad de los comunistas de articular una respuesta teórica, política y organizativa de cara a que la clase obrera no pague las consecuencias de la crisis actual. En este artículo se proponen cuatro criterios para una práctica política eficaz en momentos en los que el debate socio-económico se convierte en el eje de la discusión política a nivel nacional.
1 Qué lugar ocupa la economía dentro del marxismo. Si aceptamos una identificación general del marxismo como comunismo científico, lo científico será en él, el adjetivo, que se convierte en instrumental a lo sustantivo, es decir, su objetivo político, que en el caso de nuestro Partido es la lucha por el socialismo.
Tratándose el marxismo de un pensamiento emancipatorio, y también científico, en el sentido de explorador de las condiciones de posibilidad de la revolución, esas posibilidades no son otras que condiciones materiales de posibilidad, y esas condiciones materiales de posibilidad tienen su ámbito privilegiado en lo que solemos llamar el ámbito económico. La conclusión es clara: la economía ocupa el primer lugar del instrumental científico que acompaña siempre a toda práctica política comunista.
2 En el ámbito de la economía es donde se reafirma nuestra autonomía política. Tanto a nivel del pensamiento (la del debate teórico), como de la política (la propuesta programática), es en la discusión sobre temas económicos donde los comunistas debemos tener en cuenta que, aunque se trata de una discusión sobre un campo de la realidad idéntico, los marxistas (la heterodoxia en la economía) y el pensamiento económico dominante (economía ortodoxa), se mueven en planos claramente diferenciados y enfrentados. Esto requiere que tengamos claro que en el debate económico y político, es necesario saber de qué estamos hablando al usar un término y si se está hablando de ese término en el universo del discurso marxista o no.
Si discutimos acerca de qué entendemos por «crisis» (debate teórico) y de la necesidad de mejorar la competitividad de nuestra economía por medio del aumento de la productividad (debate programático) marxistas y economistas liberales se mueven en planos completamente diferentes. Para la economía liberal la crisis es algo coyuntural que se supera por medio de llevar a cabo una serie de reformas encaminadas a aumentar la productividad; por ejemplo, aumentando la inversión tecnológica y flexibilizando el mercado de trabajo. En conclusión: la crisis se supera dentro del marco del sistema por medio de una política económica adecuada.
Para un marxista, la crisis es consecuencia y necesidad de la propia lógica de acumulación, es decir, que es estructural y no coyuntural. Un marxista analiza que la lógica de acumulación del capital en España se basa en el continuo aumento de la intensificación del trabajo (contención salarial y aumento de la precariedad laboral) para garantizar el aumento de la tasa de ganancia empresarial, con lo cual toda política en I+D+i y de reforma laboral que se inserte dentro de esa lógica, se convierten en herramientas para una mayor intensificación del trabajo. Por tanto, para un marxista, problemas como el paro, la inflación, el déficit de la balanza comercial o la deuda de las familias, no encuentran solución definitiva dentro del marco económico existente, sino solo compensación de un cambio de ciclo a través de promover una crisis económica. Que el discurso oficial de IU asuma dentro de su programa el criterio de competitividad, significa que, en este caso, izquierda «transformadora» y economía liberal hablan dentro del mismo universo, es decir, que la izquierda deja de ser transformadora al perder su autonomía política y su capacidad de articular un programa alternativo.
3. La economía no es pura discusión técnica sino el ámbito privilegiado de la lucha de clases. Es habitual que el debate económico se presente, no como un debate político (entre opciones diferenciadas) sino como un debate técnico (centrado en las formas de gestión). Esta forma tecnocrática de enfrentar el debate económico tiene su explicación en la hegemonía de la economía liberal, la cual presenta al capitalismo como «el estado natural de las cosas». Para los marxistas la economía no es «tecnología» sino que es un proceso social en el que se sustenta las bases materiales de la dominación del capital sobre el trabajo, es decir, el marco privilegiado en el que se desarrolla la lucha de clases. La formulación de una alternativa económica no es por tanto un debate teórico fruto del trabajo de una militancia cualificada, sino que es producto de la acción de todo el Partido, algo que se deriva de la imposibilidad de que una propuesta programática pueda llevarse a cabo sin una base social capaz de materializarla. Lo anterior explica que la alternativa económica del PCE no sólo será consecuencia de un serio y sostenido trabajo teórico y técnico, sino que requiere de una sólida organización dentro de los sectores sociales que forman las nuevas capas de trabajadores asalariados en España.
4. La alternativa económica del PCE ante la crisis debe partir de la capacidad de articular una respuesta a corto plazo. Plantear la discusión actual en términos de socialismo frente a capitalismo es erróneo. La conocida como crisis de los setenta, consistió en una gran reestructuración del capitalismo para recuperar los niveles de tasa de ganancia a través de un significativo aumento de la intensificación del trabajo. Esta dinámica se concretó de manera diferente en cada país, que en el caso español se derivan de su carácter de economía capitalista semi-periférica consecuencia de la falta de un Estado de bienestar desarrollado y una base industrial tardía, escasa y dependiente. Por tanto, la salida de la crisis del capitalismo en España se realizó a través de una aun mayor intensificación del trabajo (precariedad estructural), de la depredación del territorio (predominio de la construcción residencial intensiva) y de la contención del gasto social (imposibilidad del desarrollo del Estado social). La prioridad del PCE es articular una alternativa política y social basada en un programa centrado en la recuperación salarial y del poder adquisitivo de los trabajadores, la superación de la precariedad laboral, la recuperación del territorio como un bien de uso y el desarrollo de un Estado social pleno. Estas son las condiciones históricas que el PCE se ve abocado a afrontar para poder situar la contradicción principal (la necesidad de la construcción del socialismo) en el primer plano.
La pregunta del momento político no es por lo tanto quién gobernará en la próxima legislatura, sino «quién pagará la crisis». Es ahí donde se sitúa la prioridad política del PCE y el marco para el desarrollo real de la política aprobada en el XVII Congreso.
* Sección de Economía y sociedad de la FIM