Marcelino Camacho ya había recibido en otoño un homenaje. Sí, pero fue unhomenaje institucional, a lo grande, de alfombra roja y llena de presidentes y parlamentarios, desde Zapatero al ex-jefe de la patronal, Antonio Gutiérrez incluido. Un homenaje oficial, de traje y corbata, de acceso por invitación personalizada y de cóctel servido con protocolo, pajarita y chaleco. Estuvo bien, cómo no… pero le faltaba el Homenaje de los suyos -o la Fiesta como Issac Rosa le explicaba a su hija de tres años cuando le llevaba al acto para que un día recordara que estuvo allí: “Hoy es la Fiesta de Marcelino y Josefina”-. Así que esta fue la Fiesta que compartieron con Marcelino los que, como él, visten jersey de lana y mono, el de los compañeros de lucha, de cárcel, de ilusiones y de militancia sindicalista y comunista. Esta fue la fiesta que CC.OO. de Madrid le preparó el 28 de marzo en su salón de actos, que desde ese día se llama “Auditorio Marcelino Camacho”.

Esta vez ya no se repartían invitaciones. El acceso era libre hasta llenar el foro. El foro se llenó antes de que empezara, y se relleno cubriendo pasillos y acolchando las paredes. Y cuando ya no pudo entrar nadie más, los fieles de Marcelino se quedaron en la calle siguiendo el homenaje por la pantalla. Enfrente, la inagotable cola de devotos del Jesús de Medinacelli, eterna, pintoresca donde lo haya y siempre sorprendente, deslucía.

La entrada del salón de actos de CC.OO, fue bautizada esa noche con el nombre de Marcelino Camacho, y desde ese momento luce su nombre. Bajo ese nombre los fieles de CC.OO. miraban complacidos a los de enfrente:: “Por primera vez les hemos ganado”

Dentro todos querían rendirle homenaje. Estar con él. Decirle que es un ejemplo a seguir… y a algunos hasta se lo gritaron algo a Fidalgo por si acaso les oía.

El homenaje duró tres horas. La gran Wyoming, lúcido, combativo… (!Grande, que hostias!, -que diría él) dirigió la función. Allí estuvieron los compañeros sindicalistas, los que batallan día en la lucha de clases, los del mundo de las letras escritas, -Almudena Grandes, Marta Sanz, Benjamín Prado, Luis García Montero, Issac Rosa y Carlos Alvarez entre otros- y de la poesía cantada -nuestro querido colaborador Alfaya, la Orquesta de Primero de Mayo,Carmen Linares, Quintín Cabrera, Felipe Barrios y Matía Avalos, y el coro del Sindicato de Actores.

Sobre todo, estuvo su gente, sus miles de amigos, compañeros de viaje de toda una vida.

Para oirle decir una vez más: “Ni nos rendimos ni nos doblegamos”.

Como anécdota, Benjamín Prado recordó la primera vez que habló con Camacho. Fue en las movimilizaciones contra la OTAN. Cuando aquel joven esperaba su turno de intervención, le confesó a Marcelino que estaba muy nervioso, y este le preguntó: “¿Pero tú crees en lo que vas a decir?”. “Si claro” respondió el joven. “Pues entonces, ¿por qué estás nervioso?”.