Victoria y derrota son términos demasiado terminantes como para no seguirlos de toda clase de consideraciones postelectorales, pero si lo cierto es que unos pierden más que otros, no es menos cierto que no pierden sólo los partidos (políticos, no de fútbol). Es dudoso que lo admita, pero bueno que se sepa, a modo de ejemplo, que el diario El Mundo fue sobradamente derrotado en las elecciones generales del 9 de marzo de 2008 (El Mundo TV tuvo mejores resultados con su serie sobre el crimen de Fago…¡emitida en la Primera!).

Y ¿qué diríamos entonces de aplicar el criterio a las cadenas televisivas? Tanto y tanto se ha repetido hasta la nausea la comparación entre el Chikilicuatre y Zapatero, vencedores ambos de sus respectivos espacios televisivos, que se pasa por alto que lo del primero -¡también ejemplo participativo, se decía eso!- ha sido una jugada sibilina de Buenafuente y, además, una victoria de la Sexta sobre TVE 1. Falta, claro, que triunfe en Eurovisión como José Luis Rodríguez (ZP, no El Puma) en la prueba electoral.

Triunfó TVE 1, que ganó los dos debates «presidenciales» en audiencia mientras su responsable máximo vencía en ellos…Cuatro, que creyó haberlos ganado por afinidad. Pero no Antena 3 y Tele 5, que los perdieron por incomparecencia. Y no digamos ya TeleMadrid, (a)batida en su feudo.

¿No es acaso ominosamente consistente que los óptimos resultados de audiencia los consiga el Jefe Supremo, y no en el Parlamento sino en un plató preparado al efecto? ¿No es a la vez representativo del estado de la televisión que, alcanzando una expectación sobresaliente, ésta se demostrara inmerecida por los resultados mediocres, tediosos, insufribles?