Nunca, querida Derecha, hubiera sospechado que la crisis originada por la especulación incontrolada de tus financieros te iba a convertir, seguramente a tu pesar, en la mejor propagandista del altermundismo. En los últimos tiempos se han acumulado las regañinas de tus portavoces recordando al populacho que la culpa de todo lo que pasa está en la gente inmadura que se deja convencer por el consumismo desaforado, hipotecario, inmobiliario. Tus empresarios se lanzan a cortar la gangrena por lo sano, que, según lo entienden ellos, es lo de recortar trabajo y abaratar despidos. Item más.

El Sr. Gabilondo, en una de sus prédicas vespertinas (y lo digo con todo el respeto, porque no me pierdo una y me parecen interesantes) se lamentaba de ese tipo de discursos que culpabiliza a una clase media sin experiencia financiera que se había metido a jugar entre paraísos fiscales y fosas sépticas con sus primeros ahorros importantes por si le aumentaba el patrimonio.

Pues, fíjate tú por dónde, yo no me quejo de tu discurso culpabilizador porque me parece didáctico y significativo. Basta escucharlo atentamente para darnos cuenta de que estás reconociendo implícitamente la única salida a la situación que es, curiosamente, lo contrario de lo que has venido utilizando para redondear tu dominación de clase. Claro que me produce un extraño efecto oír de tu boca esa crítica a los comportamientos que han sido la base del enriquecimiento desaforado de unos pocos de los tuyos. Y me consuela saber que tu líder en España, Don Mariano, está preocupadísimo porque se pueda ayudar a los bancos más que a los ciudadanos o que se pueda ayudar a los bancos y no a los ciudadanos. Habrá que tomar buena nota de todo ello porque, a lo peor, como es un mensaje cuando menos novedoso tratándose de tu sensibilidad, siempre más próxima a emocionarse con el concepto España que a solidarizarse con todos los españoles, los banqueros terminan por ponerse nerviosos con el PP y se monta un conflicto entre señoritos que siempre se resolverá con daños colaterales para los demás, pero que aclarará, quizás de manera definitiva, el porcentaje de credibilidad que hay que prestar a la publicidad y la propaganda, incluidos los discursos políticos dirigidos a la galería.

Estoy de acuerdo contigo, Derecha, en que hace falta un ciudadano que se libere de toda estas dependencias del consumo inducido y del pensamiento simple y teledirigido. Que cambie la tendencia a la exaltación propia y culpa de los demás por una relación más independiente y al tiempo responsable con su entorno. O sea, que volvamos al libre albedrío que pregonaban ya nuestros clásicos por aquello de que debían encontrarlo escaso. El problema es que si alcanzamos ese estado de independencia mental, de capacidad intelectual y de discernimiento entre lo que se quiere, se debe y se puede, tendrás que replantearte otro tipo de plusvalías. Porque hasta la fecha no has sido capaz de ganarlas parando el carro, o disminuyendo la velocidad y ahora estás declarando dramáticamente que la culpa es nuestra por querer comprarnos el vehículo más rápido, por querer comprar todo lo que nos ofreces para ahora mismo, sin mirar ni la deuda ni el mañana. Que lo sepas: yo estoy dispuesto a seguir a pié pero tú tendrás que aprender a no vender tanta gasolina.