La actual crisis golpea al conjunto de la juventud con especial virulencia. La situación de la juventud trabajadora se agrava en la presente crisis por la situación laboral en la que se partía. Desde la reforma laboral de 1994, con la legalización de las Empresas de Trabajo Temporal y las nuevas modalidades de contratación (los famosos “contratos-basura”), la temporalidad, y la precariedad se convierten en la norma en el mercado laboral español. La temporalidad se convierte en la vía de acceso natural en el mercado laboral para la juventud.

Durante toda la década de los noventa, y con las sucesivas reformas laborales, la situación se va agravando. España se convierte en el país de Europa con mayor tasa de precariedad, con un 34 %. La precariedad deja reconvertirse en una característica del empleo juvenil y al sector servicios y se extiende al resto de edades y sectores.

Sobre esta endeble base, la crisis se ha desplegado generando un paro juvenil masivo. El paro juvenil de trabajadores entre 16 y 25 años alcanzó la tasa record del 30 % en el cuarto trimestre de 2008, mientras que la media europea se sitúa en el 16 %.

La cifra de los más de cuatro millones de parados tiene sus propias especificidades en el ámbito juvenil: uno de cada cinco parados en España tiene menos de 25 años. Tres de cada diez empleos destruidos son de jóvenes de entre 16 y 25 años. Según la EPA de abril del presente año, los jóvenes de entre 16 y 25 años sin empleo eran 808500, trescientos mil más que en abril de 2008.

Por otro lado, cuando se habla de salidas a la crisis, se plantean dos medidas diferentes en su calado y en su extensión: la reforma laboral y el cambio en el modelo productivo.

La reforma laboral que a día de hoy proponen una verdadera colección de poderes fácticos, plantea una modalidad de contrato único con abaratamiento del despido (la indemnización pasaría de 45 a 20 días por año trabajado). Ya que el despido es libre (el empresario puede despedir al trabajador cuando quiera), este nuevo contrato no acabaría con la temporalidad y la precariedad, sólo abarataría el despido.

El cambio en el modelo productivo basado en la construcción y el turismo es motivo de multitud de discursos demagógicos. Para empezar, desmontar el entramado de intereses corruptos, en algunos casos vinculados con administraciones públicas, que se encuentran en el núcleo del mismo es algo que ni se está haciendo ni se va a hacer. Por otro lado, el gobierno plantea la energía y la educación como los ejes sobre los que pivotaría ese nuevo modelo productivo. Y ya sabemos lo que esto significa en el caso de la educación. A los diez años de la Declaración de Bolonia, esta se inscribe perfectamente en la Estrategia de Lisboa, que tiene en objetivo de hacer de la economía de la UE “la más dinámica y competitiva del mundo”, basándose en la comunicación y el conocimiento. Adaptar al estudiantado a un mercado laboral caracterizado por la precariedad y el despido gratis. Dentro del ajuste del modelo productivo, a las universidades se les ha encomendado la tarea de producir futuros trabajadores precarios, de usar y tirar, de mentalidad sumisa y acrítica.

Hay otro factor que se introduce en este marco y agrava la situación de la juventud trabajadora, y es su situación de indefensión. La precariedad dificulta enormemente la capacidad de acción sindical y la mera sindicación de los y las jóvenes trabajadoras. Esto es una nueva dificultad a la hora de organizarse para luchar por sus derechos. La realidad de la precariedad hace que, en tiempos de crisis, los instrumentos de lucha de la juventud trabajadora son de difícil uso por parte de la juventud.

En todo caso, es posible superar esas dificultades y luchar por mejorar las condiciones de trabajo de la juventud. La lucha contra el paro, la precariedad y por los servicios públicos deben de ser los objetivos principales de la juventud frente a la crisis.

*Secretario General de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE)