Si algo hay que me llama la atención en el momento actual es el contraste entre la obsesión enfermiza de ZP porque le cuadren las cuentas, frente al desparpajo con el que la derecha política lanza sus propuestas, sin preocuparse por justificarlas contablemente. Así está ocurriendo en estos momentos con el discurso del PP sobre los impuestos o la disminución de las cotizaciones sociales. Pero si esto parece contradictorio en términos de coyuntura, no lo es tanto desde un punto de vista estratégico.

La historia del «pacto de estado» es aparentemente una maniobra táctica de ZP admirable. A corto plazo, y echando toda la carne en el asador – monarca incluido – le puede servir para aislar temporalmente al PP. Los nacionalismos catalán y vasco se aprestan a servir a esa operación, en una forma que recuerda al Felipe González del Acta Única Europea y por extensión a la «gran coalición» fáctica que ha facilitado la supervivencia y el «aggiornamento» del bloque de poder desde la transición. De ahí que se evoque incluso el fantasma de los Pactos de la Moncloa.

El problema estriba en que esta táctica carece de estrategia, es mera supervivencia. El PSOE carece de un modelo futuro viable porque lo que en el fondo no quiere ver es que cualquier nuevo modelo requerirá ganadores y perdedores claros frente a la situación actual. Todo el mundo acepta hoy que la opción ladrillo + precariedad llevaba en su seno el germen de la crisis actual. Pero se renuncia a ver que tras ella había, y sigue habiendo, una determinada configuración de poder de clase. La idea de que un nuevo escenario puede imponerse sin un cambio en la correlación de fuerzas carece de fundamento histórico además de ser contrario a toda lógica.

En cada crisis se juega qué ideas darán razón de la misma de la forma más coherente. Los neoliberales y la Nueva Derecha fueron capaces de dominar en lo que se refiere a la interpretación de la crisis de los 70. G.A, Cohen escribió en la New Left Review hace unos años que «en términos prácticos, las teorías de Friedman, Hayek y Nozick eran locuras. Locuras en el sentido de que había que estar loco para pensar que cualquiera de esas propuestas podría ser implementada a corto, medio o largo plazo. Eran fundamentalistas, sin concesiones, no estaban diseñadas con vistas a las posibilidades electorales. Y justo por esa razón resultaron tan útiles en el contexto electoral y político.»

Ese es el valor de la ideología. Lo que le puede dar a Rajoy la victoria, incluso a pesar de sus torpezas, del Gurtel y de todo lo demás. La estrategia no es la contabilidad, es la creación de nuevas situaciones. En una nueva situación las cuentas cuadran a la fuerza. Ya lo advirtieron Marx y Engels en el Manifiesto: «esto sólo podrá llevarse a cabo (…) por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindirse.»