En un anterior artículo (ver MO de junio), intenté mostrar la imposibilidad objetiva de reproducir el pacto de la socialdemocracia con el poder económico y, por tanto, las políticas redistributivas que han fundamentado desde la terminación de la II Guerra Mundial el llamado Estado del Bienestar.
No solamente es que el capitalismo ya no quiere ese pacto porque no lo necesita, sino que no puede mantenerlo si quiere enfrentarse a la disminución de su tasa de ganancia.
El pacto de la socialdemocracia con su electorado no puede mantenerse. Ese pacto consistía en que el elector entregaba su voto y el partido, a cambio, le ofrecía una razonable seguridad en el trabajo, y le proporcionaba educación, salud y pensión. Todas estas seguridades se han quebrado.
Los partidos socialdemócratas, y el PSOE entre ellos, intentan recomponer su espacio electoral sobre una cierta radicalidad cívica y el uso del miedo ante una derecha más radical en el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Pero se trata de una estrategia de dudosos éxito, como ya estamos viendo.
Sin embargo, esa desagregación del voto al PSOE no se ha traducido en un ascenso equivalente para la izquierda alternativa. No podría ser de otra forma porque la seguridad perdida por las bases electorales decepcionadas por el PSOE todavía no la ofrece en suficiente medida IU. ¿Alguien entre los que consideran este avance como irrelevante, había previsto un crecimiento mayor?
Han pasado poco más de dos años desde la eclosión de la crisis y ese no es tiempo suficiente para que la ciudadanía entienda o intuya que el PSOE ya no puede ser el garante del Estado de Bienestar, que el PP no lo hará, por los intereses que representa, y que IU es la alternativa necesaria. En otras crisis profundas el voto y la lucha social se han polarizado.
No hay posibilidad de retorno a las políticas socialdemócratas. Este es un debate necesario. Sectores que han comenzado a abandonar al PSOE aún no son conscientes de que el pacto para el Estado de Bienestar ya no es posible y que ese modelo tampoco es necesario. Esto no significa, todo lo contrario, renunciar a las conquistas que ha representado el Estado de Bienestar. Significa que la izquierda alternativa ni los puede lograr ni los debe plantear a través de un pacto de rentas. Ese es nuestro gran desafío programático, político y organizativo.
IU llevaba 15 años gestionando su retroceso electoral y cuando tiene un repunte del voto, aunque sea moderado, cuenta con un discurso coherente y razonablemente conocido con objetivos estratégicos claros y su militancia está estimulada, muchos troyanos y algunos tirios piensan que lo mejor es tirarlo todo por la ventana, empezar desde cero y por arriba porque «la izquierda carece de horizonte» y ellos pueden aportarlo.
En el fondo hay que agradecer esa sinceridad, porque el problema del «horizonte» es la cuestión ideológica. Estoy de acuerdo en que un agrupamiento de la izquierda transformadora debe respetar la pluralidad ideológica. Pero «el horizonte» se define por un criterio ideológico, democráticamente decantado a través de la hegemonía.
En el momento actual ese proceso de decantación democrática es aún insuficiente, por eso la iniciativa para la Convocatoria Social que ha aprobado IU. Ahí podemos estar todos. Pero no es aceptable ningún proceso de deconstrucción de la izquierda.
Un Frente de Izquierdas podrá ser una opción interesante en el futuro, pero hoy es prematuro. El Frente de Izquierdas, más o menos amplio, que algunos proponen no es la refundación, ni de la izquierda ni de IU, que es un concepto más profundo y estratégico que el de frente electoral. Por tanto, es necesario discutir ese Frente en sus propios términos y no pasarlo de matute como Refundación.
Ese Frente puede ser interesante, pero es prematuro, en mi opinión, en las condiciones actuales. Tenemos una experiencia, EUiA-ICV en Catalunya, con sus diputados en grupos diferentes del Parlamento Europeo, con posiciones políticas distintas en temas importantes y con políticas de alianzas confrontadas. Sus resultados electorales tampoco son mejores. Una ampliación de fuerzas sería, hoy, una ampliación de las divergencias.
Otra cosa sería que, una vez celebradas las elecciones, hubiera un acuerdo de coordinación parlamentaria que permitiera crear las condiciones para el futuro.
Construirse como izquierda alternativa quiere decir, esencialmente, construirse como alternativa de gobierno con un objetivo de transformación radical. Pero, frente a lo que piensan algunos, éste es un concepto vinculado mucho más a la hegemonía que al institucionalismo. Mucho más a la movilización y a la organización que a la representación electoral. La presencia en las instituciones debe estar al servicio del proyecto estratégico.
La teoría de las dos orillas ha sido sobrepasada por la naturaleza y profundidad de la crisis. Se expresó con una expresiva imagen romántica que hoy ha perdido su sentido. Lo crucial no es quién está en cada orilla, sino hacia dónde va la corriente del rio. IU no se referencia en la otra orilla para construirse, sino en la fuerza, la profundidad y los obstáculos que encuentra la corriente. Porque nuestro objetivo es hacer navegar nuestro barco en ese rio, atracar en los puertos que nos convienen y garantizar al pasaje el éxito del viaje.
En IU, y entre la militancia comunista en particular, hay que superar el complejo de fuerza subalterna del PSOE; subalterna cuando se le sigue, pero también subalterna cuando se le confronta. Para justificar la vida política de algunos camaradas, si no hubiera PSOE habría que inventarlo. La superación está en construir nuestro proyecto, situando en el centro los intereses de los que pretendemos defender y colocar la iniciativa en nuestra propia agenda y no en la de otros.
Es bastante aberrante, desde el punto de vista del marxismo, reducir el debate sobre el PSOE a una cuestión nominalista -¿es o no de izquierdas?-. Eso sólo es un juego lógico asentado en la escolástica medieval. Lo operativo es que el 75% de sus electores actuales se sienten y definen como de izquierdas y que la derecha es el PP (también CiU, PNV, y otros).
Nuestra estrategia no se referencia en el PSOE, ni tiene por objetivo el «sorpasso» ni aspira a reconstruir las políticas socialdemócratas ya imposibles. Busca ocupar todo el espacio que corresponde a la izquierda alternativa al sistema y conquistar la hegemonía en él.
Por eso son decisivos los meses próximos. Por eso es trascendente el ciclo político que ya está abierto. Por eso es imprescindible que los comunistas rescatemos la hegemonía como instrumento político democrático. Por eso es clave un grupo parlamentario coherente con el discurso de IU y con su horizonte estratégico, con la coherencia del acero, que aporta firmeza y flexibilidad en cualquier estructura. Otros ya se han dado cuenta desde hace tiempo y trabajan con una hoja de ruta bien definida.
José Antonio García Rubio es Secretario de Economía y Trabajo de IU Federal