Te escribo apesadumbrado porque te estás cargando nuestra educación después de haber perdido la tuya. Lo tuyo sí que es fracaso escolar, incluyendo un cero en urbanidad, una exhibición de ramplonería argumental y un talante de discusión tabernaria que me inquieta enormemente: Ya sé que tienes la sartén por el mango y el mango también y por eso me abruma que tu discurso tenga tantas faltas de ortografía, de pensamiento, palabra y obra. Porque se supone que tú si tienes acceso a la la educación excelente, se supone que en tus colegios privados y conchabados te enseñan de verdad a ser élite. Pero si en las clases prácticas sólo aprendes el discurso que se le suele achacar a las verduleras (con permiso del colectivo que cualquiera sabe por qué se les suele poner de ejemplo para el decir grueso), mal vamos porque la grosería del finolis crea monstruos de la sinrazón y de la incongruencia y aunque la mona se vista de pasarela Cibeles…
El poder autoritario que andas buscando y que ya practicas necesita de algunos afeites, claro. Tú estás por el maquillaje grueso, se nota en el desparpajo verbal y cultural con que adjudicas descalificaciones… por cierto que una de las últimas, la de jacobino, me produce cierta risa. Por favor, consulta con Wikipedia (al menos) antes de lanzarte a tales despropósitos.
También se nota tu falta de costumbre en esto de comportarse educadamente en espacios de debate. Todavía te sirve el modelo familiar autoritario de todos alrededor de la mesa camilla sin contradecir al Padre. Todavía estás con lo de no permitir que te salga la criada respondona. Como tampoco has leido a Shakespeare ni debes haber visto el «Ser o no ser» de Lubitsch, no tienes en cuenta la idea de que todos somos iguales, todos sufrimos, todos lloramos, todos nos alegramos. Parece que nosotros tenemos que ser lo que tú digas, según te convenga: antes éramos la «hidra marxista», cuando tenías a poetas a tu servicio de propaganda, ahora ha bajado el nivel literario de la difamación.
Digo todo esto porque lo que viene saliendo en los periódicos indica que la Presidenta Esperanza Aguirre y la Consejera Lucía Figar arremeten con saña contra cualquiera que se atreva a manifestarse en contra. Digo que arremeten no que debaten y lo de arremeter era más bien cosa de gente con más testuz que cabeza. Arremeten con el lenguaje, arremeten con interpretaciones retorcidas, con juicios de valor insidiosamente planteados. Lo de arremeter no se debía enseñar en esos colegios tan buenos, tan caros y tan apoyados, eso quedaba para el populacho harto del opio que mejor convenga a la natural indiosingrasia que se pretende manipular. Pero ahora resulta que arremeten contra la Historia, contra los profesionales de la enseñanza, contra los manifestantes del 15M, contra los sindicalistas, contra los sindicatos, contra la izquierda por subsistir y todo eso en medio de una dinamitación de las palabras que han significado algo bueno para nuestro desarrollo como sociedad.
En fin, en esto de la Educación estás metiendo la pata de muy significativa manera: Cualquiera diría que estamos hablando de una tienda de delicatessen en vez de un reparto obligatorio de alimentos para el conjunto de la sociedad. Pero lo peor es que te estás intoxicando con tu propia maldad. La crueldad de tu sistema va a alcanzar a muchos que soñaban incorporarse a tu club de los elegidos pagando la cuota de socio al precio que fuere. Si nos hubieran hecho caso sabrían la respuesta marxista (de Groucho, el hermano más divertido de los Marx) de no pertenecer a ningún club que quiera admitirte. Pero hay mitos muy fuertes que calan muy hondo. El otro día, la Pastora, una joven madre gitana que quería mandar a sus hijos a estudiar con las monjitas, estaba muy enfadada contigo porque no le admitían a los churumbeles. Y decía ella que no quería que sus hijos fueran a la Enseñanza Pública porque «allí hay mucha mala gente».
Anda, a ver cómo se lo explicas.