Tengo un amigo que se dedica a las encuestas. Lo llamé el otro día y poco a poco empecé a vencer su resistencia. No quería darme datos, aunque me insinuó algunas cosas a lo largo de la conversación.

Le pregunté su opinión sobre nuestro discurso. No quería mojarse demasiado, pero me dijo que él se conformaría con que quedaran claros dos temas: IU existe, está aquí; y en segundo lugar: IU es la izquierda que dice la verdad. ¿IU está aquí?, insistí. Sí, me dijo, tenéis que hacer algo de ruido, dar pruebas de que estáis en la batalla, de que existís, de que no sólo están PP y PSOE en el campo de batalla.

La propaganda, en esta sociedad de mercado, de mercado del espectáculo, tiene mucho de ruido. Y ese ruido cuesta un pastón. Le interrumpí: pero nosotros no queremos ser parte del ruido, de ese mercado. Me insistió de otra manera: tenéis que buscar la fórmula para estar en la cabeza de la gente. La televisión puede crear una amnesia selectiva, dado el inmenso ruido del bipartidismo.

Después hablamos de la verdad, de esa verdad que es la primera víctima en las guerras, y las campañas electorales son guerras de ruido, desmemoria y afasia. Le comenté la imagen de Rubalcaba saliendo de un utilitario que él conducía, cuando no se ha bajado de un coche oficial en los últimos 30 años. Me reí, pero él permaneció serio. No subestiméis esas cosas, me dijo.

Esas imágenes, sobre todo teniendo en cuenta el poder hipnótico de la televisión, pueden ocupar el lugar de la verdad, sobre todo en un país sin memoria. Además, las imágenes no tienen réplica, aparecen y, directa o subliminalmente, venden (eso es, se trata de vender) una «realidad». Y para muchos la realidad es lo que aparece. A menos que tú publiques, también en televisión y las mismas veces que ellos a un Rubalcaba entrajado, no con pantalones vaqueros, saliendo de un gran coche negro con banderín y conductor con gorra que le abre la puerta.

Y finalmente hablamos del voto útil. He ahí un gran problema, dijo, sobre todo la última semana. La última semana hay que atarse al palo de mesana, y atarse quiere decir no abandonar la calle, el ruido, la presencia, la emisión de una imagen de la izquierda que no miente, de la izquierda cercada, ninguneada, extraterrada por el bipartidismo.
Antes de despedirnos me hizo otra observación: Debéis tener cuidado con la frontera de vuestro discurso. Habéis denunciado que Rubalcaba os roba el programa. No es así. Os roba el programa si lo limitáis en vuestros discursos y sólo aludís a esa frontera borrosa que os separa, o debe separaros de ellos. Le recordé: la política fiscal, la lucha contra el fraude, la dación en pago… Claro, me dijo.

Él puede entrar ahí con toda facilidad, incluso en todo lo que tiene de expansivo el keynesianismo. Pero no puede entrar en el cambio de modelo productivo, en el descenso de los gastos militares, en la ruptura del concordato con la Iglesia, en la banca pública, en la nacionalización de los sectores estratégicos… cosas que, además, suponen muchísimo dinero y un cambio real de modelo. Entonces, le dije, ¿el tema fiscal? Es una parte del discurso, me contestó, pero no debe estar siempre en los titulares.

Cuando nos despedimos se sonrió antes de decir: ¿Dónde os paso la factura por los consejos?