Nació el Partido Comunista de España en tiempos convulsos, como los actuales. ¿Qué tiempos no lo han sido? Nació con la Internacional Comunista que formaron todos los militantes que abandonaron la socialdemocracia, la Internacional Socialista, después de que ésta traicionara y rompiera los acuerdos tomados antes de 1914, inicio de la Iª Guerra Mundial, contra la aprobación de los presupuestos de guerra en cada país, defendiendo consecuentemente la paz y la política como única forma de relación, convivencia y desarrollo social y humano entre los pueblos y entre los trabajadores.
Se consideraba, como no podía ser de otra manera, que los trabajadores y trabajadoras, con independencia de la lengua que hablen, tienen unos intereses comunes y se deben unir y luchar para defenderlos, en contra de las burguesías nacionales que les enfrentan entre sí, para continuar ejerciendo su dominio económico y social. A los 90 años la socialdemocracia continúa apoyando y participando en guerras imperialistas.
El PCE nació con un programa claro contra la guerra y por la paz, por la defensa de los derechos económicos y sociales de la clase trabajadora y la igualdad entre hombre y mujer, por la libertad, el socialismo y el comunismo. En ese breve enunciado se resume el núcleo principal del pensamiento y la acción del PCE, sin dogmatismos ni claudicaciones. El PCE estuvo presente en todas las luchas sociales durante la Dictadura de Primo de Ribera, en la IIª República y, especialmente, en la defensa de ésta ante el levantamiento fascista de Franco y la derecha económica y política de España y la intervención del fascismo internacional.
No hay ninguna duda del papel jugado por el PCE en la defensa de los derechos obreros y populares y la libertad en difíciles circunstancias de clandestinidad y con miles de asesinados, torturados y encarcelados. Hasta los adversarios lo reconocieron, todo y recomendándonos la disolución con golpecitos fraternales en el hombro derecho.
De los adversarios o enemigos, se espera todo. Puede ser más paradójico que las principales embestidas contra el PCE vengan del propio interior del partido, por los que en cada momento se arrogan la verdad absoluta, sin consideración a las decisiones democráticas de las mayorías. Muchos y muchas de los que rompían la baraja desembarcaban en el PSOE, a pesar de que siempre lo hacían en nombre de la modernidad, de la unidad de la izquierda y de la necesidad de ser abiertos. Con lo fácil y claro que es decir: mirad, yo necesito ya tocar algo de poder y garantizarme unos excelentes ingresos. De Carrillo a Rosa Aguilar, pasando por P.A. Ríos.
Y ahora, qué: El PCE debe continuar en su línea actual, la que ha permitido en los últimos años hacer frente a una difícil situación y superar en parte el aislamiento político y social, tanto del PCE como de IU. Con lo que ocurre en España y en el mundo, está más vigente que nunca el viejo programa de 1921, actualizado a las nuevas realidades. Ahora bien, si todo se queda en buenas intenciones y en análisis y discursos sin una sólida organización y una permanente acción social, no avanzaremos. Buenos análisis, informes y discursos del PCE explican desde hace años que el capitalismo, más todavía en su fase neoliberal, era un globo inflado por una economía de saqueo, especulación y corrupción, adobado con guerras permanentes. Y que las crisis sociales que producen las pagan siempre los trabajadores y trabajadoras, también lo hemos dicho.
Ahora es necesario ir más lejos: ampliar, organizar, fortalecer y unir a la organización con muchos más militantes activos en la calle. Hacer que el partido sea un protagonista necesario para el cambio social que, aunque esté lejos, no debe perderse de vista.