Para un ser humano, cumplir noventa años es sin duda una fecha importante ya que significa que su devenir biológico ha arribado a un momento al que sólo llega un porcentaje minoritario de la población. Por eso es natural que tanto familiares y amigos celebren el acontecimiento mientras animan al nonagenario o a la nonagenaria a luchar para ir ganándole hojas de almanaque a la inexorable cuenta atrás.

Pero el noventa aniversario del PCE, con lo ocurrido después de 1989 y en la actual situación de dominio total del pensamiento y la política conservadora, no puede limitarse a constatar que existimos- aunque residualmente- y a seguir soplando velitas a la espera de no se qué coyuntura o hecatombe sociopolítica vestida de necesidad histórica.

Hay veces en el transcurrir de la Historia en las que los luchadores y revolucionarios deben esperar, aguardar y ralentizar sus esfuerzos en atención a tiempos que vendrán y serán más aptos para actuar en el sentido de su proyecto. Pero aún en esa circunstancia su labor de preparación y de organización no decae porque en definitiva, esa nueva coyuntura presentida es también fruto de ellos y de la organización que los encuadra. Esperar tiempos mejores no es una aceptación pasiva de lo que hay sino, fundamentalmente, un trabajo consciente y una preparación previa. Recordemos aquello de crear las condiciones objetivas.

No sé si somos conscientes de la oportunidad perdida, de la ilusión dilapidada y del autismo cultivado que supuso la inhibición personal y colectiva ante el reto que el XVIII Congreso planteó, la redacción del Manifiesto-Programa. Aquel debate abortado, tanto por activa como por pasiva, vuelve ante nosotros tal y como se apareciera el fantasma de Banquo ante Macbeth. ¿No hemos planteado que urge salir de esta situación de rutina vegetativa, de existencia únicamente visualizada en eventos de carácter histórico o en autoafirmaciones con fuertes rasgos de resistencia numantina ante un enemigo que ha cambiado de piel, discurso, alianzas y lenguaje?

Solemos imputar a IU aquellas carencias, desviaciones y disfunciones que no son otra cosa que las nuestras. La tan aireada y publicitada renovación de IU no saldrá de su fase de apunte de esbozo de anteproyecto hasta que nosotros, como PCE, no abordemos en el sentido más amplio del término la renovación propia. Una renovación que no es simplemente- que también- renovar cúpulas, direcciones y métodos sino fundamentalmente asentar la militancia en estructuras sólidas, participativas y eficaces de un proyecto revolucionario que por serlo en esta época, se constituye en un pensamiento, unos valores y unas prácticas políticas caracterizados por un doble movimiento: el desmontaje de la ideología dominante y la explicitación, vía ejemplo personal y colectivo de que otro mundo es posible.

Somos comunistas con Marx en el Manifiesto, con Lenin en la Revolución de Octubre pero sobre todo debemos ser comunistas en esta España de hoy. Salvo la apuesta revolucionaria y sus enseñanzas intemporales nada nos liga al pasado. Los esquemas organizativos, el lenguaje, los métodos y el sentido de la militancia (digo militancia no afiliación) deben ser cambiados previo debate democrático.

No soy partidario de un PCE a palo seco que como otro partido cualquiera sólo se manifieste en épocas electorales. Soy partidario de un PCE que como intelectual orgánico haga posible que sus hombres y mujeres motiven, organicen, influyan, orienten y hegemonicen en buena lid movimientos, colectivos, y aspiraciones de cambio y justicia.

Como he dicho en alguna que otra ocasión el sentido de nuestra militancia no puede ser el de una reduplicación de IU ni tampoco el acompañante o carabina de tal o cual sindicato. Es una error ligarse a otras siglas; la historia transcurrida nos ilustra sobre ello. Nosotros como comunistas somos de todas las siglas que trabajen para la emancipación de los trabajadores y el socialismo. Hoy más que nunca sigue siendo válida aquella definición de comunismo que hacía Marx: movimiento real que supera las contradicciones.

En la medida en que el PCE de nuevo cuño se ciña a aquella concepción de partido como herramienta, instrumento, palanca al servicio de la causa de liberación humana será más comunista. El PCE no puede tenerse a sí mismo como norma y justificación de su existencia.

Hasta que las sedes del PCE o las de IU o sus militantes no sean referencias vivas y modélicas de su entorno geográfico, laboral o social no habrá posibilidad de cambio alguno en el que tengamos algo que decir; lo harán otros; no nos enfademos si lo hacen.

Deseo el mejor de los aniversarios que no es otro que aquél en el que se decide cambiar para ser consecuente con la historia de unas siglas y los hombres y mujeres que tras ellas entregaron lo mejor de sus sueños, esfuerzos y capacidad para la transformación revolucionaria de este mundo.