Una oscura noche sin luna un sereno observa a un hombre inclinado sobre el suelo junto a una farola mientras que aparentemente busca algo tambaleándose con muestras evidentes de ebriedad. «¿Qué busca?», le pregunta. «Se me han caído las llaves del portal», responde el otro con lengua de trapo. Decide ayudarle y, después de un rato escudriñando atentamente al suelo, no encuentra nada y le dice: «pero, ¿dónde se le han caído?». «Junto al portal», responde el otro, «pero como está tan oscuro estoy buscándolas aquí que por lo menos hay luz.» Más o menos así se comportan nuestros ínclitos dirigentes cuando buscan, alumbrados por peregrinas teorías de exóticos nombres (Mercados Eficientes, Expectativas Racionales, Ciclo Real) la salida a la crisis en la que nos metieron gracias a esas mismas teorías cuyo estatus científico está a mitad de camino entre el de la nigromancia y el del móvil perpetuo de primera especie.
Ni valen ni saben lo que hacen, simplemente sobreviven a nuestra costa. O a lo peor sí lo saben. Almunia ha reconocido que entre 2008 y 2010 se les ha «inyectado» a los bancos europeos 400.000 millones de euros, más otro billón doscientos mil en préstamos. En los últimos tres meses se les ha prestado un billón más. Toda la operación de salida de la crisis, como se ha visto en Grecia, consiste en trasvasarle la deuda de los bancos al sector público. El mecanismo es simple: los falsos beneficios acumulados en la fase anterior se convirtieron en préstamos ahora incobrables que hay que endosar como sea. Dice de Guindos que el sistema financiero español, tras sus reformas, va a ser el más saneado de Europa. Claro, y el sector público español el más arruinado. Debe ser eso lo que aprendió trabajando para Lehman Brothers que quebró sin que diera tiempo a rescatarlo.
Charles Boyer manipulaba a la pobrecita Ingrid Bergman en «Luz de Gas» intentando convencerla de que estaba loca, y aquí nos quieren convencer de que somos unos manirrotos empeñados en vivir por encima de nuestras posibilidades cuando lo que se pretende es que paguemos la fiesta. Simulando un debate se chalanea sobre los puntos de recorte entre el «destroyer» Guindos, la comadreja Montoro y el capo del mayor paraíso fiscal de Europa, Joncker. «Es mucho, es poco, …, ni pa’ ti ni pa’ mi …», porfían sobre una cifra incomprensible como si fueran capaces de controlar una realidad que hace ya tiempo se fue de las manos. Sólo los hombres prácticos, como Arturo Fernández el de la patronal madrileña y Juan, antes Joan, Rossell, que no entienden de economía sino de dinero, saben que todo esto es irrelevante pero que les viene bien para seguir tirando con su modelo de empresa basura. Porque si lo que se ha vuelto insostenible es el modelo económico español, algo tendrán que ver estos capitanes de industria. ¿O es que las empresas españolas las dirigen sus obreros? Que no nos vuelvan locos. ¿Para qué nacionalizar la banca si se va a hundir? Librémonos de ella. ¡Que se vayan!