Vivo pendiente de tus partes de guerra. Ahora que vuestro Ministro del Interior (y otros mandamases del Orden que le quieres imponer al Público) ha decidido que la resistencia pasiva y las convocatorias a actos que te puedan parecer violentos deberían ser reprimidos con dureza, (para que le tengamos miedo al sistema), me agobia la necesidad de responder muy meditadamente a tus ocurrencias, no vaya a ser que me adjudiques la inducción a un atentado a tu autoridad. Bien es verdad que para comentar tu querencia a la represión policial y judicial me basta con mis recuerdos del abuelo Paco, que «no se metía en política» pero te mandaba a los «grises» a la Universidad, o del tío Manolo, que declaraba que la calle era de su propiedad particular. Tienes antecedentes familiares de triste recuerdo.
Lo primero que me llama la atención es que hables de que «haya más gente que tenga más miedo al sistema y que no sea tan osada». Por lo que a mí respecta te puedo asegurar que no merece la pena que te tomes tantas molestias: Le tengo un miedo atroz a tu sistema y nunca, ni en mis más exaltadas emociones juveniles, fui un osado. Lo que más me preocupa es que también quieras incluir a los «resistentes pasivos» en la categoría de la «kale borroka» porque ahí sí que me veo en peligro. Tengo la impresión de que una enorme masa de españoles estamos resistiendo pasivamente todo lo que nos cae encima y me parece tremendo que, (además de la prueba de resistencia que supone aguantar recorte tras recorte, tenerse que leer todo lo que escriba Juan Torres, Alberto Garzón, Vicenç Navarro o Martín Seco para comprender lo que no dicen tus periódicos, estar abonado a Mundo Obrero, Rebelión, Kaos en la Red, La República Cultural, Sin Permiso, recibir correos masivos, videos inquietantes, propuestas de firmas de manifiestos, convocatorias para tres actos en coincidencia espacio-temporal) , llegues a la manifestación en silla de ruedas, y te encuentres ante el policía que te reprime (por la evidente amenaza que supones, en su opinión, para el Orden que hay que imponer al Público), como el cojo del chiste, (abandonado por sus amigos despavoridos ante un fiero león), que le dice a la fiera: «Corre detrás de los demás… que a mí me tienes seguro».
Bien mirado, lo de resistente pasivo debería ser promocionado en detrimento de los «cojosmantecas» vocacionales o de los que han llegado a la inquietante conclusión de que para arreglar el mundo tienen que quemar o romper lo que usamos todos. Unos empiezan por los contenedores y otros por las libertades. Unos aprovechan las manifestaciones y otros el juego especulador del mercado sin reglas de control. Por supuesto, para mí tiene mucho más mérito resistir todas tus violencias de pensamiento, palabra y obra que sumarse a una propuesta de violencia espectacular que desfigura la historia de lo que está pasando realmente en la calle. Pero si tú, ahora, vas a convertir a cualquier manifestante y/o convocante en sospechoso de delito de incitación al desorden público y te empeñas en dar tu «autorización» a lo que no lo necesita, entonces permíteme que te diga que eso sí que es violencia contra los derechos humanos y que te pones a la misma altura de los que queman contenedores. Tú te dedicas a machacar el famoso Estado de Derecho por la acción de tu Gobierno de Derecha.
A mí me has enseñado, con reiteración obsesiva, a proclamar la unidad de los demócratas. ¿Cuántos nos podemos unir sin que se te excite el principio de Autoridad Controladora que quiere decidir sobre quién se manifiesta y quién no? ¿Más de veinte? A mí me has repetido, hasta la saciedad, que estamos contra la violencia, venga de donde venga. También, supongo, seremos contrarios a tu tendencia a violentar mis/nuestros derechos constitucionales, sospechando que cualquier cita, convocatoria o «quedada» puedes calificarla de llamamiento al vandalismo generalizado. Y ahora, explícame cómo puedo unirme con los demócratas para manifestar mi rechazo a la violencia si tú vas a decidir si esa manifestación tiene la intención de resultar violenta.
¿No estuviste en la Puerta del Sol aquellos días de mayo con manifestaciones tan hermosamente pacíficas, tan creativas, tan razonadas? ¿Por qué nos quieres tratar a todos como si fuéramos pirómanos y a los pirómanos, en cambio, que andan de temporada en Galicia, no parece que seamos capaces de apagarles la tea? ¿Y no será, que después de todo alguien saca provecho de las quemaduras?. Yo recuerdo, en mis tiempos de soldado de reemplazo, que mis jefes militares eran más propensos a prohibir el baño en la playa que a enseñar a nadar. Tú, porque algunos encienden hogueras donde no se debería, nos confiscas el fuego y, si nos ves frotando dos piedras, nos acusas de incendiarios.
Yo, en cambio, te veo manejando la tijera de podar, el hacha, el desfoliante y trato de hacerte comprender que no es bueno acabar con las malas hierbas convirtiendo el jardín en un desierto y que tanta preocupación por el orden podría compensarse con mayor atención a la justicia.