En algún lugar de nuestra polvorienta memoria permanecían olvidados los discos y los recuerdos del viejo Mikis Theodorakis. Pero Grecia, cada cierto tiempo, vuelve a poner a sus clásicos sobre la mesa, y Thedorakis es un monumento vivo.
Mikis acumula muchas facetas y a resultas de todas ellas podemos recorrer la historia de Grecia desde la segunda mitad del siglo XX. En Theodorakis confluyen el compositor e intelectual; el músico revolucionario y militante de compromiso firme y controvertido; el resistente, primero contra la Italia fascista y después contra la Alemania nazi. Elegido por primera vez diputado por la alianza de socialistas y comunistas. En 1963 compone la música para Zorba el griego, convertida en uno de los más importantes sellos de identidad de Grecia.
El 21 de abril de 1967 una junta militar de extrema derecha da un golpe militar y se hace con el poder en Grecia. Theodorakis pasa a la clandestinidad y funda una organización de resistencia contra la dictadura. Los coroneles prohíben incluso la audición de su música, y en agosto del mismo año le capturan y encarcelan durante cinco meses. Se produce un movimiento de solidaridad por parte de artistas e intelectuales de todo el mundo como Arthur Miller, Laurence Olivier, Yves Montand, Dmitri Shostakóvich, Leonard Bernstein o Harry Belafonte. Finalmente se decide su exilio a Francia, donde llega en abril de 1970.
Recorre diversos países realizando conciertos, charlas y manifestaciones. Sus canciones se convierten en un símbolo de la resistencia contra el fascismo. Se encuentra con políticos e intelectuales como Pablo Neruda, Salvador Allende, Gamal Abdel Nasser, Tito, François Mitterrand y Olof Palme. En esta época compone algunas de sus obras más significativas, como son la música para el Canto General de Pablo Neruda o las bandas sonoras de las películas Estado de Sitio de Costa-Gavras y Serpico de Sidney Lumet.
En 1974 regresa a Grecia y continúa con sus dos facetas, artística y política. Es elegido en dos ocasiones diputado (1981-1986 y 1989-1993). En 1983 recibe el Premio Lenin de la paz, lo que no fue obstáculo para su actuación contra la energía nuclear tras la catástrofe de Chernóbil. En los últimos años ha venido realizando campañas a favor de diversas causas humanitarias y por los derechos humanos, fundamentalmente a través de conciertos. También ha expresado su oposición a la actuación de la OTAN en la Guerra de Kosovo o la Invasión de Iraq. En 2000 fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz.
Recientemente, ha formado parte de las numerosísimas manifestaciones de los griegos en contra de las medidas de austeridad. El anciano Mikis fue protegido de los gases lacrimógenos lanzados por la policía gracias a la acción de los manifestantes, ocurrió en el pasado mes de febrero. La carga policial coincidió con la lectura de un manifiesto por parte de Theodorakis, en el que denunciaba una “conspiración internacional cuyo objetivo es darle a mi país el golpe de gracia”.
“El asalto –continuaba el autor de la danza del Syrtaki- se inició en 1975 contra la cultura griega moderna; luego continuó con la descomposición de nuestra historia reciente y nuestra identidad nacional y, ahora, trata de exterminarnos físicamente con el desempleo, el hambre y la miseria. Si los griegos no se sublevan para detenerlos, el riesgo de extinción de Grecia es real. Podría ocurrir en los próximos diez años. Lo único que sobreviviría a nuestro país sería el recuerdo de nuestra civilización y de nuestras luchas por la libertad.”
El manifiesto escrito y leído por Theodorakis concluía con las palabras siguientes: “Tengo 87 años y es muy probable que el día de la salvación de mi querida patria no esté entre vosotros. Pero voy a morir con la conciencia tranquila, porque cumpliré hasta el final con mi deber para con los ideales de libertad y derecho”.