El presidente de México, Felipe Calderón, ordenó la intervención de las Fuerzas Amadas en lo que denomina la guerra contra el narcotráfico para intentar conseguir la legitimidad de su gobierno después del fraude electoral del 2006 contra Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la izquierda. Ahora que va a terminar su mandato, el resultado es la corrupción del ejército, la militarización del país, la injerencia absoluta de Estados Unidos, sesenta mil muertos (en su inmensa mayoría no relacionados con las conspiraciones narcocriminales) y el fortalecimiento de las mafias como nunca antes se había conocido en México. Lo denuncia la periodista Nancy Flores en su libro La farsa detrás de la guerra contra el narco, en el que explica y documenta cómo las apariencias del combate contra los narcotraficantes ocultan la violencia institucional para descomponer la escasa democracia mexicana, aumentar la concentración del poder económico en permanente negociación con las mafias, empobrecer a la mayoría del país y facilitar el control político y militar de Estados Unidos sobre México.
Para las elecciones del próximo 1 de julio, las encuestas anuncian la victoria de Enrique Peña Nieto y el regreso a la presidencia del PRI, que durante sesenta años impuso lo que hasta Mario Vargas Llosa denominó la dictadura perfecta. Le sigue de cerca en los pronósticos el mismo Andrés Manuel López Obrador que fue neutralizado por el fraude hace seis años.
Lo que parecía una mayoría consolidada para Peña Nieto se ha convertido en una nueva posibilidad para López Obrador con la irrupción en la campaña electoral del movimiento de los enojados (los indignados de México) que encabezan los estudiantes universitarios y cuya reclamación fundamental es la democratización de los medios de comunicación. Advierten sobre las consecuencias del regreso del PRI, cuyos gobiernos se caracterizaron por el autoritarismo, el terrorismo de Estado, la complicidad con el narcotráfico, la desnacionalización de la economía y el sometimiento a la política de Estados Unidos. Y, aunque no respaldan directamente al candidato de la izquierda, pueden ser decisivos porque consideran que “el abstencionismo y el voto nulo son acciones ineficaces para avanzar en la construcción de nuestra democracia”.