La resolución política de la pasada conferencia del partido propone una serie de puntos sobre los cuales articular una respuesta al desastre al que conducen las políticas vigentes de “superación” de la crisis. Básicamente son medidas de reequilibrio que lo que buscan es romper la dinámica infernal que quiere hacer caer el coste de la crisis exclusivamente sobre la clase trabajadora y el resto de capas populares. Pero si se alcanzara este programa de coyuntura es preciso abordar el cómo seguir. Los factores limitantes acumulados en el modelo económico español son inmensos: dependencia energética y tecnológica, especialización productiva nefasta, desigualdad de género incrustada en el modelo social, etcétera. La imposición de un programa de “rescate a las personas y al sector público” conlleva la destrucción de una parte importante del poder de clase que subyace a ese modelo, pero, por otro lado, ese modelo es el del que hasta ahora hemos vivido.

En el prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, Marx afirma que “la humanidad no se propone más problemas que los que puede resolver, pues, mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado de existir”. Pues eso, mirando los movimientos del enemigo podemos intuir dónde están esas condiciones materiales más allá de sus discursos formales. La versión oficial es que la salida está en la competitividad y la exportación; abaratar para que nos compren. ¿Pero que nos compren qué? ¿Si todo el mundo vende, quién compra? La recomposición capitalista, si es posible, va por otro lado: privatizar servicios personales que no se pueden vender a otro que no sea la propia población, “reverdecer” y “ecologizar” la producción de energía y las infraestructuras que inicialmente sólo pueden realizarse en los propios territorios, extender las TIC a todos los servicios actuales, … Incluso la introducción de nuevos bienes mercancía, como el coche eléctrico, no puede hacerse si no es con un mercado interno de un tamaño suficiente. En definitiva, apoyarse en mercados internos suficientemente amplios sobre los que se interviene de forma centralizada como se ha dado históricamente en todos los momentos de expansión. Algo que está en la lógica de la integración europea que ahora se quiere acelerar.

Por esos mismos derroteros se debe explorar el necesario cambio de modelo. Cambio de modelo que no consiste tanto en ¿qué hacer?, sino en ¿cómo hacer? Es difícil dar una respuesta, sólo tenemos intuiciones. Por eso resulta urgente conocer y debatir las aproximaciones desde el feminismo, el ecologismo, la economía social y, sobre todo, las prácticas que rechazan el papel del mercado como máximo regulador de la actividad social. En último extremo la democracia económica, en todas las formas frágiles e imperfectas en que existe, pues en ellas está latente la solución.