Mundo Obrero: ¿Cuál es la situación política de la juventud trabajadora?
Asier R.: En la actualidad nos encontramos en un momento en que los y las jóvenes trabajadores deben ser considerados uno de los elementos clave para el cambio político. Son uno de los sectores de la sociedad más azotados por la crisis, y sobre el que más se ha preocupado la oligarquía de hacer caer unas políticas profundamente negativas para su futuro y presente laboral, que a la vez son extremadamente beneficiosas para los empresarios. Está claro que a peores condiciones salariales, a más horas de trabajo o a menor protección del puesto de trabajo, la clase capitalista se frota las manos viendo crecer sus arcas.
Hay que destacar las diferentes reformas laborales puestas en marcha en los últimos años por el PP y el PSOE que han desatado una nueva oleada de trabajo precario en el mejor de los casos, con despidos cada vez más baratos, con menos capacidad de negociación para los representantes de los trabajadores y con unos índices de temporalidad nunca vistos.
A estas reformas hay que sumar ahora una nueva iniciativa, la llamada Garantía Juvenil. A través de una mezcla de medidas como las bonificaciones a los empresarios, una vez más, y de fomento de los contratos de formación y aprendizaje –conocidos por la gente joven por sus salarios de miseria- además de una buena dosis de discurso emprendedor, se nos vende un nuevo paquete de trabajos low cost. Todo esto impulsado por la Unión Europea y adaptado en España por los fieles servidores del capital, lo que clarifica el papel coordinado que juegan unos y otros en una lucha de clases que, como dijo el magnate Warren Buffet, de momento van ganando ellos, los ricos.
Frente a esto, los trabajadores, en especial los jóvenes, debemos hacer uso de una herramienta que ha quedado abandonada por muchos pero que sigue siendo indispensable, como es la herramienta sindical. Solo hay que ver la vehemencia con la que cargan medios de comunicación, patronal y gobierno contra un tipo de organización que podría ponerles contra las cuerdas. Y es que a pesar de que el sindicalismo no es lo que debería ser en cuanto a contundencia y combatividad, sigue siendo la principal arma de los y las trabajadoras. Si en el centro de trabajo no somos capaces de batallar contra un enemigo bien cercano difícilmente podremos hacerlo contra otro más lejano o poderoso.
Con la organización en la empresa -verdadero corazón del sistema capitalista- y ya sea a través de secciones sindicales, asambleas de trabajadores u otros métodos, es como de verdad podemos hacer valer nuestros derechos. Si no que se lo pregunten a los trabajadores de Tragsa que van a regresar a su puesto de trabajo tras un ERE nulo, o el personal de limpieza de la Complutense de Madrid que también pararon un ERTE.
Esto también lo han comprendido los miles de trabajadores que ven ahora mismo como peligran sus puestos de trabajo y que no han dudado en ponerse manos a la obra para dar una batalla, que ya no es sólo por ellos mismos, sino que es por la clase obrera en general. Ejemplos de esto son los empleados de Coca-cola, los de Panrico, los de Buytrago, los de Tenneco o los bomberos forestales entre otros. La lucha desde la unidad debe ser nuestra seña de identidad, nuestra divisa. Debe quedar claro que los problemas colectivos se afrontan con soluciones colectivas, y esto no es menos verdad en el caso de la lucha por la defensa o la mejora de nuestras condiciones de trabajo.
M.O.: Con una tasa tan alta de paro juvenil, ¿qué salida tenemos los jóvenes ante una situación así?
A.R.: Es evidente que la salida a todo esto no va a venir de la mano de la resignación. Según el capital, estamos ante la elección de sufrir desempleo o precariedad en nuestro país, o marchar al extranjero a encontrar una situación de gran dificultad. Muchas veces fuera de España el trabajo que se encuentra poco tiene que ver con el supuesto paraíso extranjero que se nos ha querido vender.
Sin embargo, existen soluciones al problema del desempleo juvenil y a la inestabilidad, temporalidad y bajos salarios en el puesto de trabajo. Estas pasan por una reactivación del sistema productivo de nuestro país, por la potenciación de los sectores industriales de alto valor añadido compaginándolo con la conservación de nuestros recursos naturales. Siendo realistas, esto no es posible si seguimos enmarcados en una Unión Europea que nos condena a ser el patio de recreo de Europa ni tampoco con gobiernos defensores de los intereses de los explotadores.
Son principalmente los organismos europeos los que legitiman nuestra constante desindustrialización permitiendo deslocalizar empresas con mucho arraigo en nuestro país, y que con su nacionalización podríamos conseguir, además del desarrollo de nuestro tejido productivo y autosuficiencia, la conservación de los puestos de trabajo que de ellas dependen y que los beneficios fuesen disfrutados por sus trabajadores y la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, lo que se dio en llamar flexiseguridad –otra manera de llamar a la desregulación de las condiciones laborales– es lo que está condenándonos a los y las jóvenes a vivir un desempleo masivo o una emigración forzosa. Ante esto, el aumento de la contundencia en las movilizaciones y la organización de los desempleados junto con los trabajadores ocupados pueden considerarse las vías principales sobre la que transitar en estos momentos.
M.O.: ¿Piensas que la gente está saliendo lo suficiente a la calle?
A.R.: La respuesta es un no rotundo. De todas formas, creo que además de la lucha en la calle en forma de manifestaciones, como por ejemplo la más que exitosa marcha del 22M, es aún más necesario un cambio de enfoque en la manera en la que los y las trabajadoras tratamos de dar al traste con sus recortes, sus despidos y, en general, con los ataques del capitalismo a nuestro derecho a vivir y trabajar con dignidad. Las protestas multitudinarias son uno de los medios más llamativos para visibilizar las luchas, pero aún más importante es la organización a través de asociaciones, sindicatos y movimientos sociales. De nada sirve ir a una manifestación un día a la semana, si esto no está acompañado de una labor diaria, de base, que aunque requiere más esfuerzo, es lo que de verdad puede erosionar a un gobierno o a un sistema. Lo que debe estar claro, es que el trabajo y la constancia en el día a día, ya sea en la lucha por el mantenimiento del puesto de trabajo, en defensa de unos servicios públicos de calidad en nuestras localidades o en cualquier otra reivindicación cotidiana, si está orientado en la dirección correcta, supone una contribución innegable hacia el cambio en el modelo económico, político y social que necesitamos.
M.O.: ¿Cuál debe ser el papel de la juventud en el Partido?
A.R.: Nuestro papel se puede resumir en dos palabras. Por un lado, experiencia. Porque a través de la lucha diaria en los diferentes frentes en los que participan jóvenes, es de donde recogemos la experiencia que ayuda al Partido a conocer y afrontar los principales problemas de la juventud. Asimismo, también la experiencia en la Juventud Comunista nos debe permitir aportar al Partido fórmulas organizativas que en nuestra organización han funcionado con éxito, principalmente la sectorialización –esto supone que el militante esté en el centro de la problemática social– y el centralismo democrático como máximo mecanismo de toma de decisiones de manera transparente y colectiva.
La segunda palabra que puede definir el papel de los y las jóvenes para con el Partido, es respeto. Porque casi 93 años de historia han servido para construir un PCE cimentado sobre profundas convicciones y con claridad de ideas sobre a quienes defender y qué otro combatir. La juventud no podemos hacer menos que mirar al partido con un respeto ganado en mil batallas, y de cuya coherencia debemos ser portadores y defensores.