Cuenta Eduardo Galeano en “Este mundo es un misterio”, que cuando un grupo de extraterrestres visitó la Tierra decidió comenzar su exploración visitando al país más envidiado e imitado para después entender a todos los demás. Allí comprobaron algunas importantes contradicciones como, por ejemplo, que EEUU se considera un país libre teniendo la mayor población carcelaria del mundo; que se autodenomina América cuando es un país más del continente americano o que los presidentes del país siempre hablan de paz mientras vende la mitad de las armas de todas las guerras que se producen en el mundo. La reacción de los alienígenas fue alejarse pitando del planeta.
Ciertamente, a la vista de como se está desarrollando la campaña de los partidos republicano y demócrata para elegir a sus candidatos/as a la presidencia, entran ganas de robar una nave espacial y seguir el rumbo de los alienígenas de Galeano sin esperar al resultado de las elecciones presidenciales de noviembre.
La prensa liberal, y la no tan liberal, acostumbran referirse a EEUU como la democracia más vieja del mundo, y la invasión cinematográfica y cultural popularizó una de las frases más recurrentes de la sociedad norteamericana para justificarlo casi todo: “este es un país libre”. En cierto modo, hace falta ser un poco extraterrestre para creerse literalmente estos dos tópicos. En primer lugar, porque no es la democracia más vieja (Grecia tiene sólo un poquito más de antigüedad, no mucho más, dos mil quinientos años solamente); y en segundo lugar porque ni tan siquiera puede considerarse una democracia stricto sensu.
En EEUU, el “país de las oportunidades” y del “american way of life”, diez millones de personas sobreviven con menos de 2 dólares diarios y 50 millones carecen de seguro médico. Tiene el repugnante privilegio de encabezar las listas de matar legal e ilegalmente, porque aplica la pena de muerte en 31 de 50 estados, y a cada hora se producen tres muertes violentas y siete personas son heridas por balazos. Además, tiene tras las rejas a 2,2 millones de personas, casi el 25% de la población encarcelada del mundo, mientras 3.000 menores de edad cumplen cadena perpetua sin posibilidad alguna de lograr la libertad condicional, siendo el único país del mundo que aplica esta pena a menores. De los encarcelados, el 60% son afroestadounidenses o latinos. Es líder en casi todo, incluyendo en emisiones de CO2, en contaminación del agua o en especies amenazadas.
Tan orgulloso está EEUU de su modelo de democracia que la exporta al resto del mundo, por las buenas o por las malas. Más de 800 bases militares desplegadas por el planeta se encargan de recordar al resto de países que somos libres para tomar democráticamente la decisión de asumir las decisiones de los USA. Y mientras una ciudad como Detroit -la capital mundial del automóvil- declaró su bancarrota en 2013, el mantenimiento de las bases militares cuesta unos 100.000 millones de dólares al año. Un modelo que inflama el orgullo de su poderosa industria armamentística, encantada con su papel de gendarme de la paz internacional y la existencia garantizada de los conflictos armados que provoca su celo en cumplir tal cometido, incluyendo el poder intimidatorio de las 7.700 armas atómicas que posee desplegadas por el mundo. Quizás por ello se preguntaban los extraterrestres de Galeano, antes de huir despavoridos: ¿por qué el Ministerio de Guerra de EEUU se llama Secretaría de Defensa, en un país que no ha sido nunca bombardeado ni invadido por nadie?
Así las cosas, el principal favorito para representar al partido republicano en las elecciones presidenciales es un garrulo, patán y analfabestia que se permite afirmar que «podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos», propone la construcción de un muro que les separe de México o defiende someter a los terroristas detenidos a tortura por ahogamiento simulado para «extraer toda la información y extraerla rápido». Algo que, bien mirado, resulta normal, porque los tiroteos indiscriminados en EEUU son una de las grandes aficiones del país, los latinoamericanos llevan años siendo asesinados y perseguidos en la frontera mexicana y la tortura es una práctica generalizada de las tropas yanquis en todo el planeta. La posible victoria de Donald Trump acojona tanto que Michael Hayden, exdirector de la CIA y la NSA con Bush y Clinton y responsable del programa de espionaje masivo de telecomunicaciones denunciado por Edward Snowden, considera legítimo que los militares norteamericanos rechacen cumplir las órdenes si Trump alcanza la presidencia y decide seguir sus promesas de campaña.
Por todo ello, cuando se escucha el discurso del candidato demócrata Bernie Sanders se experimenta la sensación de que un extraterrestre, o extraestadounidense, ha decidido no abandonar el país. Un candidato que se reivindica socialista, rechaza la recaudación de fondos de las multinacionales para la campaña o afirma que los atentados terroristas y las divisiones raciales se utilizan para infundir miedo en la población, supondría una mínima esperanza para el mundo ahora que la OTAN está a las puertas de Rusia. Una mínima esperanza, sin ingenuidad.
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?