I.- «…Es política»

En el mes de febrero de este año aparecieron en la prensa española una serie de artículos sobre el gran escritor soviético Boris Pasternak y su célebre novela Doctor Zhivago a consecuencia de la novela de una escritora norteamericana que ha construido su obra sobre la trama conspirativa creada por la CIA para publicar la novela de Pasternak fuera de la Unión Soviética y utilizar tanto a la obra, como al autor soviético, como instrumentos en la política de descrédito del socialismo soviético.

No estaba previsto tratar en esta entrega el asunto Pasternak-Doctor Zhivago, está programado para más adelante y en profundidad, pero hay un aspecto sobre el que me gustaría llamar la atención: en los diferentes artículos aparecidos en la prensa, el acento se pone en el hecho de que la novela fue «prohibida» en la URSS porque Pasternak, al que le gustaba «hurgar en su alma», hizo en su obra una «defensa del individualismo», motivo por lo que fue censurado, criticado y condenado públicamente por una multitud de compañeros escritores.

Esta condena del «individualismo» de Pasternak es presentada por todos los articulistas como un disparate, como la muestra más evidente del despotismo soviético que perseguía cualquier manifestación de lo individual. Y aquí conviene hacer unos cuantos incisos.

Doctor Zhivago no fue prohibida. Las revistas literarias Znamia y Novi Mir la rechazaron por no estar la obra en el marco de la línea editorial de las dos revistas, y así le fue comunicado al escritor, por ejemplo en la carta del consejo de redacción de Novi Mir enviada al autor al devolverle el manuscrito de la novela.
El siete de enero de 1957 la editorial Goslitizdat firmó un contrato con Pasternak para la publicación de Doctor Zhivago en la URSS. En la editorial le pidieron que hiciera ciertas modificaciones para matizar precisamente ese espíritu individua-lista que impregnaba varios pasajes de la novela, así como la posible interpreta-ción de que la Revolución de Octubre pudiera ser considerada como un momen-to negativo en la historia de la URSS. Al parecer Pasternak se negó de forma radical a hacer aquellos cambios. «Me alegraré de todos aquellos impedimentos que eviten la publicación de mi novela en la URSS» parece que llegó a decir… Estaba en su absoluto derecho. El poeta, y gran traductor de Shakespeare al ruso, estaba ya muy influenciado por el círculo de provocadores que le rodeaban en sus últimos años de vida, empeñados éstos en utilizar su nombre y su obra en aquella provocación orquestada por la CIA.

Fue la salida y publicación ilegal de la novela fuera de la URSS, con la participación poco clara en todo aquello de la editorial italiana que tenía los derechos de publicación de la obra en Europa occidental, lo que, en plena guerra fría, fue interpretado como una traición de Pasternak a la Unión Soviética. Los servicios secretos soviéticos supieron desde el primer momento de aquella trama organizada por la CIA y de cómo el escritor se prestó a colaborar en ella.

«Camarada Sholojov, esto ya no es literatura, esto es política», le dijo Stalin al autor del Don Apacible años antes, durante la colectivización del campo. Y fue precisamente la constancia de la participación de Pasternak en aquella trama política, que iba mucho más allá de la mera creación literaria, lo que provocó todo el escándalo posterior que llevó a que Pasternak no pudiera acudir a recoger el premio Nobel de Literatura que le fue concedido al año siguiente.

Excepto la CIA, todos salieron, o salimos, perdiendo: Pasternak, la URSS, los partidos comunistas europeos, la idea del comunismo, la literatura… Aún hoy día, a pesar de que ya queda claro el papel de la CIA y de los servicios secretos de otros países en aquella trama y en las que estuvieron detrás de las «fugas de disidentes», muchos siguen pensando que el socialismo soviético censuraba o cercenaba la libertad de expresión, en este caso, de sus escritores. Puede que fuese así, pero…

Que una editorial o una revista no acepte un manuscrito para su publicación es algo habitual a lo largo de la historia de la literatura, del ensayo o de la investigación, en todo el mundo sin excepciones. Y también es habitual que los redac-tores de las editoriales sugieran o impongan, que de todo hay, a los autores de-terminadas “correcciones” en sus obras. En cada lugar y en cada caso los ar-gumentos varían. El diario El País puede negar la publicación de un artículo por considerarlo contrario a los principios europeistas, la revista Mientras Tanto por-que se hace mención a Stalin o una editorial norteamericana de los años 50 o 60 del pasado siglo lo hacía porque la obra «olía» a comunismo. Cada editorial, cada revista o periódico, cada sociedad, se protege de sus «demonios» como considera adecuado.

Pero todo esto es secundario. Lo importante radica en otro aspecto que nos puede dar la clave para entender por qué la novela de Pasternak no fue acepta-da para su publicación y fue tan duramente criticada por muchos escritores en la Unión Soviética: el individualismo que al parecer destilaba y que hoy se ensalza como el gran logro de conciencia de la humanidad.

Y aquí es importante tener en cuenta que no es lo mismo la persona que el individuo. Lo segundo no existe, no es más que la aplicación al ser humano de los fundamentos atomistas de la revolución científica y su incorporación a la filosofía política y al liberalismo. El individualismo es una entelequia filosófica del capitalismo que ha conseguido introducirse en nuestro vocabulario habitual y que corroe nuestro discurso desde el momento que utilizamos este concepto sin saber realmente a qué nos estamos refiriendo. Individuo y persona no son sinónimos, son antónimos. La persona, el ser humano, es un ser social, todo lo con-trario a un individuo.

La clave del conflicto en la URSS, entre Pasternak y los escritores que condenaron su obra por individualista, está precisamente en esa dicotomía conceptual y en la lucha, violenta en muchas ocasiones, de la literatura rusa y soviética por la defensa de lo colectivo, de la justicia social, del asunto común.

Y ese conflicto es precisamente el hilo conductor de la serie de artículos que estamos publicando. Para entender si hubo o no violencia sobre la libertad de conciencia en el caso Pasternak-Doctor Zhivago, conviene continuar por donde lo habíamos dejado…

II.- Ni un Zar … ni un manto de armiño que oculte la incapacidad hereditaria…

(Besi = Los demonios), es una de las cuatro obras maestras de Dostoevskii, en la que el autor se adentró de forma magistral en la naturaleza de la revolución y de los sujetos revolucionarios. Y lo que nos mostró no siempre lo entendemos y nos gusta.

En el desarrollo de movimiento revolucionario en Rusia en las décadas de los años comprendidos entre 1830 y 1850, el lugar de los partidos políticos estuvo ocupado por los llamados kruzhki, círculos, (todo tiene un origen…) en los que se debatían cuestiones sociales, políticas y culturales, en especial literatura, música y pintura. Estos círculos estaban formados principalmente por jóvenes y fueron creados en casi todas las ciudades importantes, desde S. Peterburgo y Moscú, hasta las ciudades de Siberia. Por ejemplo el de Petrashevskii, del que ya hemos hablado con detalle en páginas anteriores, o el de Stankevich en Moscú a finales de la década de 1830, del que formaron parte unos jóvenes que se convirtieron en el núcleo del pensamiento revolucionario en Rusia: Bakunin, Hertzen, Ogariov, Belinskii, etc.

La década de 1860 empezó en Rusia con la esperanza de la liberación de los campesinos de la servidumbre, sin embargo el Manifiesto de la Liberación, de fecha 19 de febrero de 1861, desilusionó a todos y dio un gran impulso al movimiento revolucionario que se extendió prácticamente por toda Rusia, pero ya mucho más radicalizado. El escritor y publicista Nikolai Shelgunov escribió en verano de 1861 la proclama “K Molodomu pokoleniiu” (A la Joven Generación), en la que, entre otras cosas, decía: “El Soberano ha engañado las esperanzas del pueblo: no le ha dado una auténtica libertad… No necesitamos ni un zar, ni un emperador, ni un bendecido por Dios, ni un manto de armiño que oculte la incapacidad hereditaria. … Si Alexander II no entiende esto y no quiere de forma voluntaria hacer concesiones al pueblo, peor para él … Joven generación … si para la consecución de nuestros objetivos, el reparto de la tierra entre el pueblo, fuese necesario pasar a cuchillo a cien mil hacendados, no nos asustaremos por esto. …Rusia no se va a dar cuenta de semejante pérdida. … Todos los que están en contra del pueblo, todos los que le explotan … y que tienen como obje-tivo … los privilegios y su posición privilegiada, es decir la aristocracia y el parti-do aristocrático, son todos enemigos del pueblo, enemigos de Rusia. No hay que tener compasión de ellos” (SHELGUNOV, [1861]1958).

III.- ¡A las hachas!

Piotr Zaichnevskii fue otro de los jóvenes radicales que tuvieron gran influencia en la evolución del movimiento revolucionario ruso. Fue estudiante de la Facultad de Física y Matemáticas de la Universidad de Moscú, donde pronto comenzó a participar en diferentes círculos de estudiantes revolucionarios. En julio de 1861 fue arrestado por la difusión de literatura prohibida y por la realización de actividades contra la monarquía. Una vez juzgado recibió su primera condena de dos años y ocho meses de exilio en los alrededores de la ciudad de Kras-noyarsk. Pasó prácticamente toda su vida en el exilio en Siberia, con cortos periodos en los que le autorizaron a volver a ciudades de provincia relativamente cercanas a Moscú.

Mientras duró aquel primer proceso, encontrándose en prisión provisional, en el año 1862, escribió el manifiesto Molodaia Rossiia (Rusia Joven) que tuvo una gran difusión e influencia entre los jóvenes escritores y revolucionarios de toda Rusia. Retomando el mesianismo de la Idea rusa expresado por Chaadaev, Zai-chnevskii consideraba que sobre Rusia había recaído la responsabilidad de lle-var a cabo la primera revolución social en el mundo: “Rusia ha entrado en el periodo revolucionario de su existencia … Desde abajo se oye el sordo y recón-dito rumor … del pueblo explotado … [por] un puñado de personas, … los ha-cendados, … descendientes de los antiguos amantes de las emperatrices, los comerciantes que hicieron sus capitales robando y mediante engaños, los fun-cionarios que robaron grandes fortunas, … y a la cabeza de ellos el Zar. … La salida de esta oprimente y terrible situación … es la revolución. Una revolución sangrienta e implacable, una revolución que deberá cambiar todo de forma radi-cal … y aniquilar a los partidarios del orden actual. Nosotros no tememos a la revolución … Estamos dispuestos a sacrificar nuestras cabezas … Recuerda, juventud … tú tienes que estar a la cabeza de este gran movimiento… Pronto llegará el día en el que … avanzaremos sobre el Palacio de Invierno y liquida-remos a todos los que allí se encuentren. Puede ocurrir que … el partido aristó-crata se levante como una sola persona en defensa del Zar, porque en esta cuestión irá implícita la propia existencia de la aristocracia. Y en este último ca-so … con toda la confianza del pueblo depositada … en el glorioso futuro de Rusia, por ser la primera en llevar a cabo el gran asunto del socialismo, daremos un único grito: ¡a las hachas! Y entonces … golpea al partido imperial, sin tener lástima … golpea con el hacha en las plazas, si estos demonios tienen el atre-vimiento de salir a ellas, golpea en las casas, golpea en los estrechos callejones de las ciudades, golpea en las anchas calles de las capitales, golpea en las al-deas y en los poblados. Recuerda que en esos momentos quien no esté con nosotros, estará en contra de nosotros. Y quien esté en contra de nosotros, se-rá nuestro enemigo, y a los enemigos hay que aniquilarlos utilizando todos los medios” (ZAICHNEVSKII, [1862] 1997).

Hay un dato muy interesante en relación con este estado de ánimo revoluciona-rio que se estaba extendiendo por toda la población: los revolucionarios en Ru-sia en aquellos años eran principalmente jóvenes estudiantes universitarios, escritores, procedentes de todos los estamentos y protoclases sociales que empezaban a formarse en aquel mundo en ebullición y cambio, excepto del campesinado. Como sabemos, en Rusia los campesinos no tenían derecho a recibir educación más allá de la primaria. Si un campesino superaba dicho nivel de educación escolar era automáticamente expulsado del estamento campesino y desposeído de todas las tierras que pudiera disponer en arriendo, usufructo o incluso en propiedad.

IV.- El eco de los tiros de un revolver defectuoso

Aquellos jóvenes se dedicaron, en un principio, a la difusión de las ideas revolucionarias y no tenían claro la forma de pasar a la acción. De hecho, la inmensa mayoría de ellos proponían formas de acción pacíficas. En este sentido es im-portante conocer las actividades del círculo revolucionario que se formó en S. Peterburgo alrededor de otro joven estudiante universitario, Nikolai Ishutin, que tenía como objetivo la difusión de las ideas socialistas, pero que se propuso pa-ra ello recurrir a un medio novedoso: poner en práctica la “ida al pueblo”, marchando a las aldeas y poblados y creando pequeñas cooperativas agrícolas. Y en ellas, en contacto directo con los campesinos hacer propaganda de las ideas socialistas y revolucionarias (VILENSKAIA, 1965).

Aunque la mayoría de los miembros del grupo de Ishutin eran partidarios de la acción pacífica, unos cuantos tenían inclinaciones por la acción violenta. Incluso uno de ellos, primo hermano de Ishutin, había planteado llevar a cabo un aten-tado contra el Zar, algo que a los demás les había sonado a delirios de un loco. Sin embargo, este joven, de nombre Dmitri Karakozov, decidió por su cuenta asesinar al Zar Alejandro II y el 4 de abril de 1866 le disparó con un revólver defectuoso. Entre el revólver, el susto que debía llevar el terrorista, el decisivo empujón que dio a Karakozov un joven campesino que pasaba por allí y la suerte que acompañó en aquella ocasión al Zar, el inexperto terrorista erró el tiro y Alejandro II salió ileso.

Por cierto, que el joven campesino estuvo a punto de ser juzgado por cómplice. Lo salvó un general que vio su valiente proceder. La misma noche del atentado el Zar le dio las gracias en un acto público en palacio. Luego, le honraron con un empleo militar, lo nombraron aristócrata, le dieron una hacienda con muchas tierras y siervos… donde murió alcoholizado años después. Sin embargo, el jo-ven terrorista no tuvo tanta suerte. Fue detenido en el sitio y seis meses des-pués, el 6 de septiembre de 1866 fue colgado por regicida.

Aquellos disparos de Karakozov tuvieron una influencia decisiva en la literatura y en el movimiento revolucionario. Por un lado el Gobierno se lanzó a una política represiva sin precedentes en Rusia, dirigida principalmente a los jóvenes universitarios. Fueron disueltos todos los círculos, fueron canceladas las ayudas y becas a los estudiantes. Las “cooperativas agrícolas” y las “cooperativas obreras” creadas por los jóvenes en su ida al pueblo fueron disueltas, y las que se mantuvieron lo hicieron en la clandestinidad.

La acción represiva tuvo en el movimiento revolucionario una repercusión contraria a la buscada, fundamentando y consolidando la propia acción revolucionaria. Además, el atentado tuvo un efecto específico entre la juventud revolucionaria. Por un lado, la figura del Zar y con ella su familia quedó desacralizada. Se podía atentar contra el Zar. Sólo era cuestión de tomar esa decisión, de tener la valentía de asumir las consecuencias, entre ellas la muerte. Y precisamente, la asunción de ese sacrificio enriqueció hasta límites anteriormente inimaginables la naturaleza romántica del revolucionario y de la causa revolucionaria.

Una parte mayoritaria de la intelligentsia rusa reconoció de forma abierta que la violencia, el terror, eran un medio adecuado para la consecución de transformaciones políticas y sociales y pasó a apoyar y utilizar de forma abierta el terrorismo. Incluso aquellos que no lo apoyaron explícitamente, veían con simpatía las acciones terroristas y la propia idea del terror como instrumento del cambio social y político. Los terroristas pasaron a ser percibidos como héroes entre la intelligentsia, al tiempo que sus diferentes organizaciones se entregaron con total displicencia al terrorismo, atentando contra miembros de la familia real, contra políticos, militares, jueces y funcionarios estatales de todo tipo, clase y condición.

A partir de aquel fallido atentado, el terrorismo apareció como un fenómeno masivo en el que se mezclaban populismo, periodismo, nihilismo, literatura, revolución, arte, violencia y acción directa…, y que pasando por los disparos de Kaplan a Lenin en 1918 y de Nikolaev a Kirov en 1934, se prolongó en una es-calada continua hasta entrado el sistema soviético.

CONTINUARÁ

Bibliografía

ITENBERG, B., 1999. Rossiiskaia intelligentsiia i zapad. Vek XIX. Moskva: Nauka.

SHELGUNOV, N., [1861]1958. K Malodomu pokoleniiu. En: Narodnicheskaia ekonomicheskaia literatura. Izbrannie proezvedeniia. Moskva: Gosudarstvennoe sotsialno-ekonomicheskoe izdatelstvo.

VILENSKAIA, E. S., 1965. Revoliutsionnoe podpole v Rossii (60-e godi XIX v.). Moskva: Nauka.

ZAICHNEVSKII, P., [1862] 1997. Molodaia Rossiia. En: Revoliutsionnii radikalizm v Rossii: vek deviatnadtsatii. Dokumentalnaia publikatsia.. Moskva: Arjeograficheskii tsentr.

(*) Historiador