“Burros siempre hubo. Pero ahora los burros presumen de serlo. Esa es la diferencia”
Jesús Quintero (El loco de la Colina)

No es que defiendan otra cosa. Los métodos serán distintos pero el objetivo final es el mismo: privilegiar el dinero, que sigue siendo el dios único y verdadero para todos ellos. Proteger a los que mandan, que les gusta mucho obedecer a los de arriba y mandar a los de abajo. Se sienten seguros y realizados cumpliendo y dando órdenes. Siempre los seduce la autoridad y las jerarquías. Pero es cierto que han cambiado de táctica. Han dejado de lado los discursos más o menos elaborados para justificar, con argumentos, la injusticia de un sistema que condena a la pobreza y la desesperanza a millones de personas y enriquece a una minoría.

Ahora recurren a una radicalidad vociferante y vacía, muy cercana a la idiotez. Vuelven a fantasmas tipo el “hombre del saco” o “el coco” para rechazar con energía estúpida todo lo que se refiera a derechos de los oprimidos, ya sean mujeres, homosexuales, extranjeros, negros y pobres en general. Y la cosa es mundial. No solo ocurre en España.

Los gobiernos levemente populares son acusados inmediatamente de comunistas, bolivarianos, y cualquier otro adjetivo previamente demonizado.

IDIOTEZ EFICAZ

En este contexto desorientado, aparecen líderes como Trump o Bolsonaro neofascistas aparentemente descerebrados aunque con capacidad política para llegar a millones de personas, muchas de ellas trabajadoras, que se sienten desamparadas por un sistema que las dejó de lado.

Mauricio Macri en Argentina, de una fragilidad intelectual llamativa, convocó a millones de votantes (y tal vez lo siga haciendo) con un discurso elemental por infantil y evidentemente falso, hecho con frases tan tontas como de otros tiempos y sin embargo eficaces.

Abascal en España agitando una españolidad de pandereta, exhibiendo un matonismo ridículo y en desuso, arrastra también a millones de personas convencidas de que “los comunistas” y “separatistas” quieren romper España, que los extranjeros tienen la culpa y que la pandemia es falsa.

Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid que sorprende cada día con un despropósito mayor, lingüístico y conceptual. Generalmente contradictorio, cómico y desconcertante porque resulta difícil creer que alguien pueda decir lo que dice (y hacer lo que hace). Y menos ocupando un cargo púbico de importancia.

Y en los medios de comunicación también abundan periodistas y especialmente tertulianos y opinadores varios con el mismo lenguaje alejado de cualquier razonamiento adulto, repleto de tópicos reaccionarios y frases hechas matizadas con acusaciones, que aunque parezca mentira, todavía utilizan : comunistas, Venezuela, Cuba, bolivarianos, Unión Soviética y hasta socialistas.

Un retorno apresurado a las cavernas, dejando el cerebro para tiempos mejores.

Por eso quizá, entre otras cosas, Pablo Casado desplazó de las trincheras peperas a Cayetana Álvarez de Toledo Peralta Ramos (¡!) que sin dejar la agresión permanente a los “socio-comunistas anti constitucionalistas, bolivarianos, filo etarras, filo cubanos, filo separatistas” y filo lo que sea, empleaba un discurso muy reaccionario, pero con argumentos coherentes y palabras demasiado intelectuales para lo que se lleva actualmente. Decía lo mismo, pero excesivamente culta para la hinchada que espera otra cosa.

El mismo odio de clase, pero demasiado soberbio y arrogante el de la marquesa.

LA CALLE YA NO ES NUESTRA

Logra la derecha con ese discurso poco menos que imbécil, convocar varias manifestaciones. En España y en Argentina por ejemplo. No por casualidad las consignas son parecidas o iguales. “El gobierno comunista nos quiere quitar la libertad”, dicen en un sitio y en otro. Entienden por libertad usar o no los barbijos, hacer o no la cuarentena, respetar o no las distancias para evitar contagios. Es decir una libertad individual que no tiene en cuenta para nada a los otros. En Argentina hasta quemaron mascarillas en el obelisco en un acto incomprensible si no se lo juzga desde una profunda imbecilidad. Dicen también que el virus fue creado en China artificialmente, y se lo creen. No están de acuerdo con que los Gobiernos cobren un impuesto de emergencia a las grandes fortunas, para ayudar en este momento crítico para la economía de todos. O sea defienden a los más ricos y desprecian a los más pobres, siendo, la mayoría de los que se manifiestan, igualmente pobres, o clases medias empobrecidas. No reclaman que ese impuesto de emergencia también lo paguen las grandes empresas y los bancos que son los que siguen ganando dinero a mansalva y que serviría para aliviar la situación de las pequeñas empresas y de la mayoría de la gente.

En otras palabras, este discurso aparentemente infantil e idiota de la derecha, ese cambio de táctica para llegar a las mayorías, les da resultado.

REACCIONAR

Habrá que reconocer que la izquierda en general abandonó de palabra y de hecho a los trabajadores y las clases populares.

Habrá que reconocer que se sienten desamparados y cuando buscan donde apoyarse no encuentran nada en los suyos.

Habrá que reconocer que en su desamparo descubren en ese discurso demagógico y barato del neo-fascismo un modo de descargar su rabia contra un sistema que hace rato que no los tiene en cuenta.

Apostar exclusivamente al electoralismo trajo esta consecuencia.

Por eso es más necesario que nunca y hasta urgente volver a la militancia de base. Impulsar a los gobiernos progresistas a gobernar CON la gente y no PARA la gente. Generar desde abajo y con los trabajadores y clases populares una nueva esperanza de vida y la ilusión de que una sociedad mejor y más justa es posible.