En persona, cuando se te conoce,
Dios,
distas de ser
impresionante,
careces de poder,
eres sordo, en realidad indiferente
a las plegarias,
indolente ante el mal,
apático a la necesidad,
mero espectador de la enfermedad,
no concedes ni la esperanza o el consuelo
que otros atribuyen a tu nombre
para decorarte con cualidades de duelo.
Sin caridad ni misericordia,
frígido en compasión,
no te prodigas en generosidad,
no te apiadas del moribundo
mostrándole, en el instante postrero,
tu rostro,
ni procuras pan al hambriento,
posada al desahuciado
o alivio al preso de tortura,
esclavitud o alevosía.
En persona, cuando se te conoce,
Dios,
ni siquiera tienes nombre
y distas de ser
cualquier especulación
imaginada por el hombre.
Es impresionante
que seas Dios no siendo nada.
(*) María de Magdala es un seudónimo tomado del nombre de un personaje de la literatura bíblica para firmar el libro ¿POR QUÉ, SI ERES TÚ QUIEN TRABAJA, ES OTRO EL QUE SE ENRIQUECE? , publicado por la Insensata Editorial Poética, del que forma parte este poema.
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