En los últimos días estoy siendo testigo de vergonzosas escenas en las que algunos representantes políticos (que lo más cerca que han estado de la ganadería es cuando se comen los jamones que alguien les pone por delante) se colocan con su corbata frente a unas preciosas vacas en una granja estratégicamente escogida por sus asesores y de la que salen tras la oportuna rueda de prensa para no volver nunca más, mientras que alguien les limpia sus caros zapatos de excrementos de animal.
Y todo este circo me recuerda a lo que vivimos mis vecinos y yo hace unos años. Os cuento.
Vivo en un pueblo de la provincia de Granada, en el que habitan unas 5.000 personas. Un pueblo tradicionalmente agricultor y ganadero que como muchos pueblos también ha fomentado en los últimos años el turismo rural como medio de subsistencia de muchas familias. Y hasta ahora, y esperamos que por mucho tiempo, todas esas actividades han convivido y se han enriquecido unas de otras. Nuestro pueblo tiene un entorno natural de alto valor del que disfrutamos y nos alimentamos de una manera sostenible. O todo lo sostenible que nos dejan.
Pero esta situación se vio peligrosamente amenazada en 2018, cuando unos señores quisieron instalar tres macrogranjas de cerdos con un total de 7.200 cabezas. Dos mil más que habitantes hay en mi pueblo.
Por aquel tiempo yo aún era concejala en la oposición por IU. Y unos meses antes, en una reunión provincial de mi organización, un compañero, alcalde de otro municipio de la zona norte de la provincia, nos alertó de un grave problema que estaban sufriendo ellos en su municipio; las macrogranjas de cerdos. Habían contaminado acuíferos, sufrían olores insoportables, tenían el aire contaminado con gases nocivos, plagas de moscas, carreteras dañadas por el tráfico incesante de grandes camiones en los que se transportaban los animales, toneladas de excrementos que se enterraban en el suelo y que lo contaminaban todo a kilómetros, el suelo donde se plantaban frutas y verduras para el consumo. Una situación que hacía la vida insoportable en un pueblo que además también gozaba de un entorno natural único del que muchos querían disfrutar. Todo por la instalación de macrogranjas de cerdos que se usaban únicamente para el engorde de los animales en intensivo. Animales que después se transportaban a mataderos de Murcia para sacrificarlos y exportar la carne a otros países en su mayoría.
Instalaciones digitalizadas sin apenas mano de obra
La excusa que en todos los ayuntamientos se defendía era el famoso criterio de “crear empleo”: pues bien, este criterio resultaba absolutamente falso porque se trataba de instalaciones totalmente digitalizadas en las que lo único que hacía falta era la mano de uno o a lo sumo dos operarios que le dieran al botón que suministraba el pienso a los animales. Pienso que traían de otras regiones, mataderos de otras regiones, veterinarios de otras regiones, todos de la misma empresa que había salpicado el campo a lo largo y ancho del país de macrogranjas de cerdos en intensivo para el engorde del animal. Es decir, puestos de trabajo locales ninguno, pero la mierda (en sentido literal) para nosotros, para nuestros pueblos.
No hablamos de oídas, no opinamos arbitrariamente. Somos personas que viven, trabajan, mantienen y conocen el campo, el mundo rural, la agricultura y la ganadería. Y esto de lo que hablo, no es ganadería, como en su día le dije al alcalde de mi municipio, esto es Industria contaminante.
Los vecinos se organizan y ganan
Entonces, cuando en 2018 me enteré de los proyectos que un compendio de empresas cárnicas (las mismas que ya antes habían conseguido instalar estas macrogranjas desde Cataluña hasta Murcia) habían presentado en mi pueblo, puse el grito en el cielo y empezamos a organizarnos.
Le dimos publicidad al asunto, informamos a la población de los proyectos que se pretendían establecer en el municipio, organizamos charlas informativas con Ecologistas en Acción, con abogados, presentamos miles de alegaciones al Ayuntamiento. Miles de vecinos y vecinas escribieron miles de alegaciones en tiempo y forma para que llegasen al Ayuntamiento y se incluyesen en el Expediente que se estaba tramitando para poder dar el informe favorable a estas macrogranjas por parte del Consistorio.
En definitiva, que nos movimos. Toda la ciudadanía se puso de acuerdo en este tema porque teníamos una cosa clara. No queríamos esa contaminación en nuestro pueblo. No queríamos que nuestro suelo, aguas, aire, se contaminaran y que nuestra agricultura y nuestra ganadería tradicional se viera afectada, provocando aún más el abandono y deterioro de zonas rurales como la nuestra. Y lo conseguimos a pesar de las presiones, acusaciones y mentiras de los interesados en instalar estas macrogranjas. Porque puedo asegurar que si no hubiera sido porque nos organizamos y peleamos, en el pueblo desde el que escribo tendríamos 7.500 cerdos engordando y dejando excrementos, pero eso sí, muchos puestos de trabajo se habrían perdido y mucha vida, de la buena.
Ex concejala de IU en Alhama de Granada