La esperanza venció al miedo, una frase que por ser tantas veces utilizada, o reutilizada, tras la derrota de las derechas en las elecciones chilenas, no deja de tener un significado profundo que trasciende las fronteras del alargado país austral. Tendemos a pensar que la utilización del miedo es una cosa nueva, de estos tiempos de las redes sociales y que en América latina nació como parte de la guerra política, ideológica y propagandística desatada para desvertebrar a los gobiernos progresistas surgidos hace ya dos décadas. La verdad es que es una vieja estrategia en nuevas condiciones políticas y tecnológicas. Repasemos los miedos que han manejado en América latina en el último medio siglo desde la propaganda contra lo que llamaban “los tentáculos de Moscú” iniciada en los años cincuenta. Durante tres décadas manejaron este cuento, y los opositores a los gobiernos bipartidistas o las dictaduras, eran señalados de mercenarios, idiotas útiles de los rusos o simplemente parte del largo brazo de esos terribles enemigos. Por eso en 1982 cuando recibió el Nobel, García Márquez expresó en su memorable discurso “La soledad de América latina”, “La violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa”.

Tras el atentado de las Torres gemela convirtieron en terroristas a quienes antes señalaban de agentes pro-rusos o pro-cubanos. Las élites colombianas lideradas por Álvaro Uribe tuvieron la astucia política de convertir el viejo conflicto político, social y armado en parte de esa lucha anti-terrorista, encontrando para ello gran apoyo político y económico y el pretexto para la generalización de la violencia, los exterminios y genocidios. El anticomunismo se iba extendiendo para incluir en los prontuarios a nuevos sujetos políticos y a otros actores sociales. Vendría luego un nuevo elemento para esta cruzada anti-terrorista liderada por el más terrorista de todos los imperios. La lucha contra el narcotráfico. O la supuesta lucha contra el narcotráfico. Quienes antes eran señalados como agentes rusos o cubanos y luego terroristas se convirtieron en narco-terroristas. Al final de la década de los ochenta el continente explotó socialmente como consecuencia de los desastres provocados por las políticas neoliberales y surgieron los gobiernos progresistas o de izquierdas, entonces apareció el fantasma del Castro-chavismo como enemigo de la democracia, las instituciones y las buenas maneras. El sujeto político del miedo tenía nuevos nombres.

Hay una línea presente en este apresurado recorrido por medio siglo de miedos y fantasmas, el anticomunismo, y como en sus propios miedos se imaginan al comunismo como un monstruo de siete cabezas, la guerra sucia y el terrorismo de estado se fue extendiendo y ampliando hasta llegar a la criminalización de los movimientos sociales todos, con expresiones particulares en cada país y en estos en los diferentes territorios de acuerdo a las necesidades de control para grandes proyectos extractivistas, hidroeléctricos o del narcotráfico. Muy especialmente en los procesos electorales se desatan grandes campañas de miedo y criminalización.

En Chile se intentó asustar al electorado con Gabriel Boric por su alianza con el PC, mientras que en Colombia el esfuerzo lo centran en demonizar directamente a Gustavo Petro como encarnación de todos los males. Ya lo habían utilizado muy bien para derrotar el plebiscito de la paz y para llevar a Iván Duque a la presidencia.

Pero parece que van a tener que cambiar de estrategia.

Las campañas del miedo están empezando a perder capacidad para arrastrar mayorías a las urnas. Y lo más terrible para las derechas es que no han podio aislar a las y los comunistas. Ni en Chile donde las derechas fueron derrotadas o en Colombia, donde es muy probable que este año ocurra algo similar. En estos dos casos son notables los aportes de los partidos comunistas, y bastantes reconocidas sus actitudes de trabajar y aportar sin reclamar grandes protagonismos. En Chile el PC tiene protagonismo electoral y lo ha acrecentado. Perdió las primarias y fue completamente leal al compromiso con el ganador, Gabriel Boric. En Colombia el PC, tras décadas de exterminio, no tiene mayor trascendencia electoral, aunque si una importante presencia en los sindicatos y movimientos sociales y ha venido adquiriendo protagonismo a través de la Unión Patriótica y su proceso reorganizativo, luchas y logros frente al genocidio sufrido. La UP apoyó con su personería jurídica a la Colombia Humana de Gustavo Petro para que pudiera presentar listas en las elecciones de 2018 y para la misma candidatura presidencial de Petro y esto fue importante en el surgimiento de lo que hoy se conoce como el Pacto Histórico.

Chile y Colombia tienen historias similares en sufrir terrorismos de estado y guerras sucias anticomunistas. Sus respectivos partidos comunistas, y otras organizaciones de izquierda y sociales, han sobrevivido heroicamente a estas violencias, a exterminios y genocidios y han desarrollado tácticas y estrategias de resistencia, movilización y unidad popular de ciertas similitudes. Lo han hecho sin complejos, pero igualmente sin estridencias y con mucho realismo, participando intensamente en diversos procesos unitarios. Son partidos con capacidad de participar en amplias alianzas y de consensuar propuestas programáticas unitarias sin autoclandestinizarse ni renunciar a sus principios y valores. En sus particularidades, y sin dogmatismos, siguen la esencia dialéctica de las orientaciones que en su momento y para la Rusia zarista trazara Lenin, la de analizar para cada paso las características del “momento político”, para orientar el quehacer y las consignas a seguir. Además de resaltar la actitud unitaria de los PC hay que destacar también la de los otros grupos y movimientos políticos que han normalizado, no siempre ha sido así, que haya alianzas con presencia de las y los comunistas.

En Colombia el definitivo eclipse del “embrujo autoritario uribista” será un paso más en la derrota de los fantasmas que se está logrando en toda América latina y caribeña, aunque es bueno saber que vendrán batallas políticas e ideológicas muy fuerte, pues el llamado movimiento del péndulo no está regresando a la región, esta vez, al mismo escenario anterior. Es un escenario nuevo, con el protagonismo de líderes como Boric o Petro que se mueven en controvertidos parámetros políticos, con controversias que han estado opacadas por el acuerdo sobre el tema fundamental de derrotar a la extrema derecha. Gabriel Boric al tiempo que nombra a una nieta de Allende como ministra de defensa dice, sin mencionar bloqueos y guerras permanentes de desgaste, que el proyecto venezolano es un fracaso y Petro en su exitosa visita a España no solo compartió tribuna con Enrique Santiago sino que también se reunió con Felipe González.

Vienen nuevos momentos y no serán de calma. Habrán debates, ilusiones, desencantos y viceversas. Pero serán tiempos mejores que los que hoy predominan y lo importante es que sin eludir los debates estratégicos, esté el compromiso de cumplirle a los sectores más excluidos y golpeados por la crisis y el hambre generalizada y creciente, y cumplirle especialmente a esa juventud que ha puesto el alma, el corazón, el pecho y los ojos, y hasta los ha perdido, en las grandes movilizaciones, que son el trasfondo de estos procesos de cambios, y que estarán ahí, expectantes, reclamando, vigilando.

La lucha continúa.

Sevilla, 29 de enero de 2022.

(*) Jaime Cedano Roldán es militante comunista, superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia. Escritor y conductor del programa radial«Suenan Timbres»