Permítaseme una excursión con retranca de ironía sobre uno de los elementos esenciales de nuestra caja de herramientas metodológica.

Tal vez, una vez superada la clandestinidad, donde la unidad no solo era una cuestión de método sino de supervivencia, ante la propuesta en nuestros días de unidad quizás habría que preguntar siempre ¿unidad para qué?, evitando así el recurso fácil que pueden esgrimir algunos para tachar como divisionista la mera existencia de un posible y/o necesario debate.

Iniciemos la excursión. Viaje corto y supuestamente divertido, dice la RAE.

1. Unidad para luchar contra el fascismo o su prevención. Con este desplazamiento tocamos nervio. Nunca un tratamiento más apropiado que el de la unidad, siempre que se haya identificado bien al adversario. Dos problemas: a) Llamar fascismo a todo, para utilizar mal el método. Y b) no llamar fascismo a nada, para poder funcionar sin el lastre de la producción de unidad que es siempre un trabajo complejo. Ahora bien, ¿cuál sería el diagnóstico en los momentos actuales? ¿Podríamos partir de la base de que estamos ante una especie de neofascismo que muy bien, tal como van las cosas, pudiera convertirse en integrante del próximo gobierno? Pues bien, si esto es así, es urgente una unidad, aunque pudiera ser preventiva en alguno de sus aspectos. En todo caso, mejor prevenir que curar.

2. Construcción de la unidad. La unidad, en principio, puede funcionar como una medicina de urgencia frente al populismo neofascista al que puede llegar el malestar social. Sería un concepto interesante pero algo primario y espontaneísta de la unidad. Habría que añadirle por tanto algunos condimentos: programa, teoría de la organización y base militante. Lo que quiere decir que hay que ir a donde está la gente, llámese barrio, pueblo o centro de trabajo. Hay que añadir también otro elemento, que tiene el riesgo de absorber a los anteriores y totalizar toda la propuesta: la comunicación. La comunicación propia y los medios de comunicación del mercado libre. ¡Ojo a lo de libre!

3. Construcción de la unidad con fundamento programático. Hay que recordar que solo existe lo concreto y quizás, en los tiempos que corren, habría que hacer un programa desde la siguiente pregunta: ¿Qué haríamos nosotros al día siguiente de empezar a gobernar desde la izquierda? Otro asunto, no menos importante, es la forma de elaborar ese programa, que o es participativa o será un programa técnico de autor. Ojo a los autores por arriba.

4. Construcción de la unidad con base organizativa. Aquí habría que apostar por la gente y sus vínculos de lucha y superar la idea de que tener organización es un coñazo (perdón), dado que hay técnicas de seducción que no necesitan tanta tropa.

5. Construcción de un proyecto con programa y militantes. El camino más recto entre el programa y los ciudadanos (nunca deben ser vistos como clientes) es la militancia y no los medios de comunicación. Mucho menos teniendo en cuenta (sálvese quien pueda) la actuación global que está teniendo la caverna digital. No quiere decir esto que prescindamos de los medios, solo se trata de saber qué terreno pisamos.

6. Unidad desde la política comunicativa. Se trata de un método importante en los tiempos que corren, del que no debemos huir por muchos peligros que presente. Lo que ocurre es que muchas veces solapa el resto de los espacios y deglute a los militantes y a la política organizativa, sin darnos cuenta de que dar toda la batalla en este campo es elegir precisamente el campo dominante del adversario de clase, aunque parezca un territorio libre que depende de nuestra creatividad y nuestros reflejos a la hora de saltar como un resorte ante las novedades de la rabiosa actualidad.

7. Los dirigentes y la unidad. Los dirigentes son, sin duda, la clave del edificio, la dovela central de un arco o de una bóveda, siempre que no caigan en la tentación de pretender hacer la unidad sin gente ni programa. La dovela no tiene sentido, ni se mantiene, sin el resto de las piezas y a la inversa.

8. Conclusión: punto de partida. Unidad para todo menos para abortar debates leales y necesarios, algunos urgentes, aunque no a la velocidad de la actualidad de mercado. Unidad frente al neofascismo, si lo hubiere (yo creo que sí), y como elemento preventivo de primer orden de cara a las próximas elecciones generales. Unidad, en suma, para un proyecto con programa y militantes.

9. Y una petición de clemencia para terminar: pido paciencia a mis lectores, si los hubiere, no he hecho más que recoger la filosofía (la lógica interna) que subyace en nuestros acuerdos políticos, tal como se han redactado tras las reuniones de los órganos de dirección. No he innovado: he recordado. No sé si lo he conseguido y si era necesario hacerlo. De mis errores no se culpe a nadie.