La cárcel de Burgos, nace en 1931, con la República, de la mano de Victoria Kent, primera abogada colegiada del país, que es nombrada Directora General de Prisiones. Asume el cargo con un objetivo claro: dignificar los centros penitenciarios y apostar por la reinserción de los presos. En solo un año da un vuelco al sistema penitenciario: cerró 114 prisiones por las pésimas condiciones de habitabilidad de sus instalaciones; elimina las celdas de castigo; también los grilletes con los que dormían los presos, los funde en una estatua en honor a Concepción Arenal. Crea los permisos penitenciaros; aumenta el presupuesto para mejorar la comida de los presos; asigna un sueldo para los reclusos que trabajaran; coloca buzones para que los presos puedan expresarse; decreta la libertad de culto y elimina la obligación de ir a misa. Donde tuvo presupuesto instaló calefacciones para soportar el frío en los penales más castigados. Consiguió que las y los reclusos pudieran recibir clases y que se construyeran espacios para hacer deporte; que las cárceles fueran menos cárceles y las celdas más habitables. Con esa idea se construyó la cárcel de mujeres de Ventas y la cárcel de Burgos, dos prisiones modelo.
La cárcel de Burgos tenía capacidad para unas 850 personas, pero en la Revolución de Asturias y las cuencas mineras en 1934, durante el bienio negro de la CEDA, se llenó con más de 3.000. El golpe de Estado contra la República del 18 de julio de 1936 triunfó en Burgos y el director de la prisión, Julián Peñalver Hortelano, de Unión Republicana y masón, fue detenido y asesinado. Entre 1936 y 1941, 293 reclusos fueron fusilados “legalmente”, casi 400 desaparecieron tras su puesta en “libertad” (paseados) y 359 murieron entre sus muros por enfermedad, y las penosas condiciones en que vivían, según datos recopilados por el historiador Isaac Rilova Pérez.
Con el final de la guerra la represión aumentó. En la cárcel de Burgos llegó a haber hasta 5.000 presos hacinados en unas condiciones infrahumanas.
El tiempo sigue su curso y se para en un día de diciembre de 1962. En una celda, reunido el comité del Partido Comunista de España de la prisión, se entabla una ardua discusión entre dos camaradas: un guerrillero con 12 años en el penal y un vasco que acaba de llegar y ha conocido la huelga minera de ese año que se extiende y casi deriva en una huelga general. El primero, Manuel Moreno Mauricio, secretario de organización, cree que la dictadura va para largo y que los presos tienen que prepararse intelectualmente para cuando acabe el franquismo. El segundo, Ramón Ormazábal piensa que el régimen va a caer pronto y que hay que acelerar esa caída desde la cárcel con huelgas y resistencia a la autoridad. Esta es la historia que recoge el periodista y escritor Enric Juliana en su libro Aquí no hemos venido a estudiar, dos interpretaciones distintas de una misma realidad, similares a que se repetían entre la dirección del Partido en el exilio y la resistencia en el interior.
Y ese libro es el hilo conductor que nos ha llevado hoy a la cárcel de Burgos, la conocida entonces como “la Universidad” de Burgos. En los años sesenta, en la clandestinidad, esta cárcel parecía un ateneo, dijo Enric Juliana, cuando presentó allí el libro junto al Secretario General del PCE, Enrique Santiago, el pasado mes de octubre. En aquel edificio se conservan aun los expedientes de cientos de presos políticos del franquismo, en su gran mayoría comunistas.
Ese libro es, además, el hilo que une el pasado y el presente de ese particular centro penitenciario. Un libro que cuenta la resistencia al franquismo dentro y fuera de la cárcel, pero que también habla de cómo los presos políticos se organizaron para ayudarse mutuamente y sobrevivir en aquellas circunstancias. El salón de actos se llenó y la conexión fluyó.
Lo más característico del penal de Burgos es su patio, que recuerda a una enorme plaza castellana, cuyas 6.587 losas contaba Marcos Ana: La tierra no es redonda; es un patio cuadrado/ donde los hombres giran/ bajo un cielo de estaño. Hoy, como ayer, el patio sigue siendo el punto neurálgico de la cárcel.
Ese extenso patio, bordeado de galerías y celdas, es el que da nombre al periódico que hoy elaboran los internos desde las instalaciones de la cárcel: La Voz del Patio. En su redacción Paco, lo resume perfectamente: “El patio es el meollo de la cárcel. Da mucho de sí. La gente pasea sola, acompañada, en silencio, hablando, reflexionando, llorando”. El le ha escrito un poema: El patio de los sueños. Allí convergen todos. Hay un Pacto de Convivencia para utilizar el patio. También para formar parte del equipo del periódico.
La redacción se reúne todos los lunes y jueves por la mañana, de 10.30 a 13. Detrás del periódico están dos periodistas y diseñadores, Alberto y Rodrigo, y un coordinador, Víctor, que es si cabe el más entusiasta de todos; pero los tres aclaran que el trabajo lo hacen los internos.
La experiencia nació como un taller de periodismo y se convirtió en periódico el 19 de enero de 2019. Empezó imprimiendo 5.000 ejemplares y ya ha llegado a los 7.000 que se distribuyen en los centros penitenciarios de toda España y en bibliotecas, cafeterías e instituciones de Burgos. Tiene una periodicidad cuatrimestral y una magistral calidad en contenido, diseño y redacción. No en vano, es el orgullo de la cárcel y de toda la redacción, de la directora, y de las dos obras sociales que lo patrocinan. El Ministerio de Interior le ha otorgado la Medalla de Plata al Mérito Social.
Cruzo el patio, entro en la redacción y me siento con dos de los más veteranos, Iván y Paco, que llevan tres años, desde el comienzo. Paco es profesor jubilado de lengua y literatura, y dirigía una revista en su instituto. Hoy, con 80 años cumplidos, sus piernas son las únicas que le recuerdan la edad… y esa cadera que le van a operar. Le gusta hablar, hacer poemas, escribir… y cartearse con presos de otras provincias que les escriben para hablar de sus artículos y de otros temas. Sí, cartas. La vida en las cárceles es analógica; no hay móviles, ni redes, ni internet. Se habla por teléfonos fijos y las cartas se siguen escribiendo a mano.
Paco es quien se encarga de elaborar los temas de historia, como el dedicado al Ambrosio Ortega (que reproducimos en estas páginas) y que fue el preso que más años pasó en las cárceles franquistas, primero se fugo del penal de El Dueso antes de acabar en el Burgos. Paco ha rescatado la memoria de Brosio, pero también la de Marcos Ana, Agustín Ibarrola y las madrinas de las cárceles franquistas. Este es uno de los artículos que más el gustó. De hecho, ahora él tiene su propia madrina, “que me da media vida”, sonríe. Así en su Galería de Ilustre, que da nombre a su sección, va recuperando pedazos de la historia de quienes pasaron por aquellas cárceles de la dictadura donde se escribía, se leía y se distribuía clandestinamente Mundo Obrero.
A Iván le atrajo la parte de diseño, pero hoy firma varias páginas del periódico y nos habla de la diferencia entre redactar una noticia, un reportaje o una entrevista. Disfruta de este “oasis, donde a veces te olvidas que estás en la cárcel”; también de los encuentros con los muchos que han pasado por esta redacción, desde el Juez Garzón, a Manuela Carmena, por poner un ejemplo. Han entrevistado hasta el Ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. También a Enrique Santiago.
Esta es una de las partes gratificantes del periódico: tiende puentes entre el interior y la calle y entre diferentes cárceles. Una de las secciones más queridas es Interconexión, el espacio dedicado a contar noticias de otros centros.
La dirección es rotatoria. Están preparando el número 11 y esta vez lo dirige Manex, que es, entre otras cosas, el fotógrafo. En una planilla en la pared nos explica el contenido de las 24 páginas del número que están elaborando. Han hecho una entrevista al médico forense y antropólogo Paco Etxebarría Gabilondo y ahora se pelea con su texto para reducirlo a dos páginas.
Uno de los objetivos de este trabajo es normalizar la situación. El editorial del primer número lo explica perfectamente. Se titula Y después, ¿qué? Lo escribe José García cuando de dejar atrás la cárcel y es una carta abierta a la sociedad: “Me gustaría que tú me ayudases a sentirme integrado e incluido en una sociedad de la que me he ausentado temporalmente. Mi reinserción no tendría sentido sin el arrepentimiento. Mi parte la he cumplido. He pagado mi “castigo”. Necesito de tu comprensión, de tu aliento, necesito una oportunidad para demostrarte que todavía sigo siendo válido para le sociedad”
En la historia de esta cárcel de hombres hay otro hilo de mujeres: desde Victoria Kent, que la hizo posible, a todas las mujeres que se encontraban en las puertas del penal y las que tejieron redes para ayudar a las que llegaban de lejos o no podían desplazarse, las madrinas que se ocupaban y escribían a presos que no conocían. Desde abogadas como María Luisa Suárez, que recorrió tantas veces los kilómetros que le separan de Madrid para defender a los presos antifranquistas, a Sara, que cuida desde hace décadas los archivos de la cárcel con los apuntes de tantas vidas truncadas. Un hilo que se alarga hasta Elena Ramos, la actual directora de la prisión, la primera mujer que la dirige, y lo hace con el empeño de que esta cárcel siga siendo la vanguardia de los centros penitenciarios en España. Lo es por sus variados proyectos de reinserción, de formación laboral para acceder a un trabajo cuando vuelvan a sus casas, de justicia restaurativa.
El 31 de julio de 2022, la cárcel cumplirá 90 años. La aprobación de la ley de la Memoria Democrática sería el mejor regalo para llevar justicia a quienes pagaron con su vida por defenderla.
El periódico puede leerse en https://www.lavozdelpatio.es