El triunfo del Pacto Histórico es un hecho de especial trascendencia para Colombia y América Latina y de interés para la izquierda europea. Una experiencia que merece ser estudiada en su trayectoria y complejidad. Esta victoria no llega de repente y tiene detrás décadas de búsquedas, aciertos, yerros, encuentros y desencuentros. Vale la pena recorrer, con zancadas largas, algunos antecedentes.
Por una Apertura Democrática
En el amanecer de la década de 1980 se dan dos eventos de gran importancia política, el primer Foro Nacional por la defensa de los derechos humanos, que aglutina al pensamiento democrático del país, convocado ante la militarización, la ola de graves violaciones a los derechos humanos y la restricción de la democracia. Estaba en desarrollo la doctrina norteamericana de la Seguridad Nacional recogida por el gobierno de Julio César Turbay Ayala en el “Estatuto de Seguridad”. Allanamientos, detenciones masivas, torturas, ejecuciones extrajudiciales y civiles juzgados en tribunales militares son las noticias de cada día. En este escenario se reúne el XIII congreso del Partido Comunista Colombiano que, a pesar de la crítica situación, hace el planteamiento de una salida no violenta del conflicto político, social y armado, una “Solución Política Negociada” y las posibilidades de transitar hacia una “Democracia avanzada”. Lo que siguió fue el incremento de la violencia reaccionaria y de intentos de salidas políticas como lo fueron los fracasados acuerdos de tregua y cese al fuego con las FARC en 1985 y la firma de acuerdos de paz en 1990 con el M-19 y con disidencias del ELN y del EPL y también con otras guerrillas menores. El terrorismo de Estado, la guerra sucia y la paramilitarización del país ahogaron en sangre las posibilidades de la salida política. El partido Unión Patriótica nacido al calor de la tregua con las FARC fue aniquilado a tiros. La guerra se incrementó, se extendió y degradó y llegó la nefasta época del “embrujo autoritario” de Álvaro Uribe. Hablar de paz se convirtió en un delito.
La paz se desclandestiniza
En el año 2016, tras largas batallas de los movimientos por la paz, se firmó el acuerdo final con las FARC, vino el traspiés del plebiscito, pero al final el acuerdo salió adelante. El regreso del uribismo al poder con Iván Duque significó el incumplimiento de lo pactado y la reanudación de las violencias, masacres, asesinatos de lideresas y de líderes, y la postración del poder ante las mafias de la corrupción, el clientelismo y las economías ilegales.
A pesar de los incumplimientos, el acuerdo de paz contribuyó, junto a muchos otros factores, al resurgimiento de las luchas y movilizaciones sociales y a potenciar los procesos que finalmente convergerían en la constitución del Pacto Histórico.
Encuentro de todas las luchas y caminos
En el año 2018 se inicia un ciclo de movilizaciones campesinas, indígenas y barriales, un hilo de protestas que se conectaría con el Paro Nacional que empezó en medio de la pandemia el 28 de abril de 2021, con multitudinarias movilizaciones y la violenta represión del gobierno. La prolongación del paro, que llegó a los dos meses, fue acordada en las calles en asambleas populares, en contra del llamado de dirigentes de las centrales sindicales que reclamaban un paro de solo 24 horas. La calle y la asamblea fueron expresiones de democracia directa y gérmenes de poder popular. El “estallido social” expresaba el malestar por la profundización de la pobreza, la hambruna y la ausencia de futuro para la juventud de los barrios populares. La bancada parlamentaria de la oposición se puso al servicio del Paro con apoyos logísticos, jurídicos, políticos y hasta rescatando jóvenes de las manos de la policía.
En el segundo semestre de 2021 se planteó por los partidos de la izquierda el tema de las elecciones parlamentarias de marzo del 2022 como parte de la estrategia hacia la elección presidencial de mayo, con el convencimiento de que si se quería disputar la presidencia se requería elegir un fuerte bloque parlamentario. Para ello, cinco partidos políticos se constituyen como Pacto Histórico con el liderazgo de Gustavo Petro. Dentro de los convocantes estaban el Partido Comunista y la Unión Patriótica.
La convocatoria para la conformación de las listas al Senado y a la Cámara de Representantes fue inédita. Podrían postularse quienes quisieran, a nombre de sus partidos, movimientos o procesos sociales, y se constituyó una amplia comisión política que establecería las normas para la conformación definitiva de las candidaturas. El movimiento social fue convocado a ser parte, a tener protagonismo en el proceso, que no fue fácil. La lucha contra el centralismo bogotanizado, contra las decisiones caudillescas y los acuerdos en estrechas alturas fue notoria, pero se impuso el criterio de la toma de decisiones desde las regiones y con la presencia de los procesos sociales más dinámicos y de masas. El Pacto eligió la bancada parlamentaria más grande del Congreso. En estas elecciones se reafirmó en consulta la candidatura de Gustavo Petro a la presidencia. Francia Márquez obtuvo una alta votación quedando en segundo lugar con una campaña que visibilizó como nunca la vida de luchas que encarnaba y que es la de miles en los movimientos sociales, lo que la puso a ella, y en su nombre a mucha gente, como coequipera natural en la fórmula presidencial.
El encuentro de lo político y lo social
La designación de Francia Márquez como candidata a la vicepresidencia reafirmaba el encuentro entre los movimientos sociales y la izquierda parlamentaria. Presencia de la Colombia profunda, marginada e históricamente golpeada por las violencias y el abandono oficial. Francia se ganó a pulso su candidatura y tuvo el respaldo entusiasta de las regiones, el movimiento universitario y los grupos feministas. Fue “el corazón del Pacto Histórico”. El 29 de mayo se ganó ampliamente la primera vuelta de la elección presidencial. Para afrontar la segunda vuelta se amplió el espectro de acuerdos con sectores políticos del centro y de los partidos tradicionales. Dos días antes de las elecciones se realizó un encuentro que llamaba a un Acuerdo Nacional.
El Pacto Histórico se convirtió en el desarrollo de la campaña en un Frente Amplio y luego en un Acuerdo Nacional. Una política de unidad en movimiento y transformación permanente en función del nivel de la confrontación política y los cambios en la correlación de fuerzas que se iban dando producto de las alianzas y adhesiones en los dos bloques enfrentados. Una política de alianzas muy flexible sin cambiar la esencia fundacional para poder lograr el objetivo central planteado: derrotar política y electoralmente a la extrema derecha guerrerista y paramilitar, esencia del gobierno de Duque y del uribismo.
El Partido Comunista Colombiano ha planteado que el Acuerdo Nacional debe trascender a las fuerzas políticas parlamentarias y vincular a los sectores más dinámicos de las luchas, movilizaciones y paros de los últimos cuatro años. Que tengan voz propia y sean portadores de las reivindicaciones populares y los pliegos planteados en los paros y que fueron desoídos o traicionados por el gobierno de Duque.
El Acuerdo Nacional no podrá ser solo un listado de reformas y debe encarnar un nuevo proyecto democrático del país, un nuevo modelo económico y la consolidación de la paz integral y total. El objetivo fundamental, en opinión del PCC, es “sacar al pueblo de los peores efectos de la crisis del capitalismo periférico, de la política neoliberal y de la corrupción que copa el Estado, del hambre y el desempleo agravados en la pandemia, de la guerra estructural continuada. Deberá hacerlo con la vigilancia popular en alto, en medio de amenazas y obstáculos que provienen de la derecha, del militarismo y de los ambiciosos intereses del gran capital transnacional y sus amanuenses en el Consejo Gremial Nacional y el Grupo Empresarial Antioqueño”.
La victoria del 19 de junio no ha cerrado la confrontación, la ha llevado a un nuevo escenario con Gustavo Petro en la presidencia y con capacidad de maniobra en el Congreso, donde enfrentará la fuerte oposición de las derechas. De las fuerzas armadas y de policía se espera fidelidad institucional, aunque habrá quienes intentarán defender y mantener sus prácticas violentas contra la sociedad civil. El mayor peligro podría venir de las acciones ilegales de esos sectores de los militares en alianza con las bandas delincuenciales del narcoparamilitarismo.
Este nuevo escenario requerirá del movimiento social, en defensa del gobierno, pero sin estar amarrado ni institucionalizado, y con independencia para defender las reivindicaciones largamente luchadas y recogidas en el programa del Pacto Histórico.
El gobierno que se posesiona el 7 de agosto podrá ser el inicio de la construcción de la Democracia Avanzada planteada en el XIII congreso del PCC de 1981. La clave estará en que el gobierno avance en el cumplimiento del programa planteado en la campaña y que el movimiento popular lo acompañe sin perder su total independencia y movilización, y con una fuerte articulación con los otros gobiernos progresistas de la región para afianzar un nuevo repunte del progresismo y la izquierda latinoamericana.
(*) Militante del Partido Comunista Colombiano. Superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia. Escritor y conductor del programa radial «Suenan Timbres».
(*)