Recientemente se han publicado en castellano dos libros imprescindibles: Socialismo de medio planeta, de Troy Vettese y Drew Pendergrass, y Menos es más, de Jason Hickel.
En ambos se desarrolla un análisis de la situación actual y una posible alternativa al futuro distópico que, demasiado a menudo, nos vemos tentados a dibujar y no sin razón, porque la situación es dramática: olas de calor que nos llevan a batir récords de temperatura durante 23 días seguidos (al menos, mientras escribo esto), la circulación del océano Atlántico ralentizándose y con probabilidades de colapso, temperaturas insólitas en mares y océanos, hielo que no se forma en el Antártico, incendios sin control, tornados en Milán, extinción masiva de especies, sequía y sobreexplotación del agua que conduce a amplias zonas de nuestro territorio al colapso hídrico…
Y podríamos seguir, porque hay muchas otras señales que nos indican que hemos sobrepasado todos los límites de seguridad del planeta.
Esto es una realidad y no ha sido precisamente noticia de última hora: al menos 50 años llevamos siendo advertidos de que el planeta tiene límites y que, por tanto, también tiene límites el crecimiento. Y 50 años llevamos ignorando deliberadamente al grupo de 17 científicos liderado por Donella Meadowsy su informe crucial para entender los grandes desafíos globales a los que aún hoy seguimos enfrentándonos, Los límites del crecimiento, sobre la sostenibilidad planetaria y que nos puso frente al espejo de una realidad que seguimos (aunque, todo hay que decirlo, cada vez menos) empeñados en no querer ver.
El informe nos planteaba 11 escenarios posibles que dependen de combinaciones entre cinco variables: contaminación, recursos naturales, producción industrial, población y producción de alimentos. En el caso de no hacer nada, y seguir como hasta ahora, se produciría un colapso por agotamiento de recursos no renovables que llevaría a una situación extrema a la población humana con altas tasas de mortalidad asociadas al hambre y a la falta de accesos a recursos básicos como la sanidad. Eso sí, también advertían de que este límite catastrófico no era inevitable: era posible detenerlo y lograr un equilibrio ecológico y económico que permitiera satisfacer las necesidades básicas de la sociedad sin comprometer la viabilidad de las generaciones futuras. ¿Cómo? Pues reduciendo drásticamente los consumos; o, dicho de otra manera, decreciendo.
Esto es una realidad y no precisamente noticia de última hora: al menos desde hace 50 años nos están advirtiendo que el planeta tiene límites y que, por tanto, también tiene límites el crecimiento. Y 50 años llevamos ignorando deliberadamente al grupo de 17 científicos liderado por Donella Meadowsy su informe crucial para entender los grandes desafíos globales a los que aún hoy seguimos enfrentándonos, Los límites del crecimiento, sobre la sostenibilidad planetaria y que nos puso frente al espejo de una realidad que seguimos (aunque, todo hay que decirlo, cada vez menos) empeñados en no querer ver.
¿En todos los aspectos? Evidentemente, no. Los servicios básicos como sanidad, educación o alimentación deberían ser reforzados. Rediseñados, también, para mejorar su eficacia con menor consumo energético, pero sin duda reforzados.
El informe fue revisado posteriormente, con conclusiones similares, aunque los escenarios más optimistas perdían peso: 20 años después del primer informe afirmaron que la Tierra ya había sobrepasado su capacidad de carga.
Límites planetarios
Más adelante, en 2009, un grupo de científicos liderados por Rockström, desarrollaron el marco de los «límites planetarios», haciendo referencia a los principales umbrales ecológicos que, de ser sobrepasados, nos llevarían a importantes alteraciones de los ciclos naturales. En total nueve fenómenos biogeológicos que marcarían el inicio de una serie de procesos sin retorno que amenazarían la vida misma.
En este momento, cinco de estos límites se han superado.
Estas alteraciones (y muchas más) que nos señala la comunidad científica han sido sistemáticamente apartadas de la toma de decisiones políticas y económicas.
La economía convencional, ignora el contexto físico en el que necesariamente debería enmarcarse y las leyes más elementales de la física, sin tener en cuenta que no es posible establecer ningún modelo económico que considere los recursos y la energía como ilimitados y en la que, por supuesto, la dimensión social en esta economía convencional también es ignorada, y se han encargado de hacernos creer que esta realidad es la única posible. Y que solo un capitalismo más o menos verde puede garantizar nuestra existencia. Ah, y que reces para nacer en el sitio y familia adecuado, aunque no suelen decirlo en voz alta.
Sin embargo, la realidad es que no solo este modelo capitalista es el único posible. Es que solo otro modelo es compatible con la vida.
Existen notables economistas, como Kate Raworth, que han trabajado un marco que incorpora las dimensiones social y ambiental en un ya famoso Modelo Donut que marca unos límites superiores, que no han de ser rebasados a riesgo de comprometer nuestra propia civilización (el techo ecológico) y unos límites inferiores que definen los mínimos vitales necesarios para sostener vidas que merezcan ser vividas (suelo social). Combinándose, así, en un modelo que integra la realidad biofísica con la lucha contra la pobreza, la desigualdad o el acceso a servicios esenciales.
Atendiendo a esta realidad inapelable de que nuestro planeta tiene límites y que estos límites marcan nuestra supervivencia, hemos de ser capaces de establecer el marco que permita superar la situación actual.
En primer lugar, es clave identificar lo que no cabe preguntarse ya. Preguntas como: ¿podemos seguir hablando de un crecimiento sostenible?, ¿hay alguna oportunidad para mantener el modelo de producción y consumo que ha caracterizado a nuestra sociedad?, ¿son las energías renovables la panacea que esperamos? Pues son falsos dilemas.
Con la mayor parte de los umbrales críticos sobrepasados no es posible hablar de mantener el crecimiento.
En segundo lugar, con poblaciones y países enteros en situación fallida no es posible plantearse si el colapso es o no una posibilidad. Existen vidas y territorios que ya lo están por lo que se hace necesario articular un discurso y una propuesta política alrededor de una agenda decrecentista que dé respuesta a este nuevo ¿qué hacer? Y sobre todo, que responda a un ¿y si ganamos?
Propuesta ecosocial transformadora
Si ganamos será porque hemos sido capaces de construir una propuesta ecosocial transformadora que plantee una alternativa real y factible desde parámetros de decrecimiento, identificando los sectores y las prácticas cotidianas que debemos transformar y cómo hemos de comunicarlas a la ciudadanía.
Hay que superar los indicadores capitalistas que identifican bienestar con el crecimiento económico y otorgar la centralidad a la evaluación social de la actividad económica
Hasta ahora nos han convencido de la identificación del bienestar con el crecimiento económico. Ya es momento de dejar atrás indicadores capitalistas como el PIB o la renta per cápita y otorgar la centralidad a la evaluación social de la actividad económica derivada de los empleos y trabajos más esenciales para el sostenimiento de la vida.
En una propuesta decrecentista justa, deberemos conectar trabajo y economía con la materialidad de la tierra completamente sobrepasada donde cada vez más gente es expulsada a los márgenes de la vida
En una propuesta decrecentista justa, deberemos conectar trabajo y economía con la realidad de una tierra completamente sobrepasada, comprender que en la situación actual cada vez más gente está excluida y expulsada a los márgenes de la vida. Y no solo cada vez más gente: también más animales, más plantas, más microorganismos, con los que estamos indisolublemente unidos, aunque no lo creamos.
Cambio de modelo económico y energético
Los monocultivos del turismo, la construcción, la automoción, las grandes infraestructuras, son bases económicas fundamentales de un determinado modelo de economía española que tienen que ser revisadas, recuperando otros conceptos como la relocalización de la economía, la priorización de sectores y bienes o la redistribución de la riqueza proponiendo una renta básica universal, las propuestas del trabajo garantizado y la reducción de la jornada laboral.
Necesitamos abordar un modelo energético integral que permita dar respuesta a las necesidades sociales dentro del marco actual. Y estudiar mucho, analizando sectores y propuestas: ¿qué hacemos con el transporte, las ciudades, el urbanismo, la alimentación, la sanidad o la educación?, ¿cómo han de ser los servicios públicos en un contexto de decrecimiento de recursos?, ¿cómo abordar la sexta extinción en la que estamos instalados que nos sitúa en alta vulnerabilidad por pérdida de biodiversidad y de funciones ecosistémicas?, ¿qué nueva ética habremos de construir para ser capaces de crear un modelo de sociedad que ponga en el centro la vida del planeta y se aleje del Antropocentrismo que ha considerado al hombre como único dueño del planeta?
Si ganamos es porque hemos sido capaces de poner en pie un proyecto socialista para los retos de este siglo, creando un modelo económico y social seguro y justo para todas
En resumen, si ganamos es porque hemos sido capaces de poner en pie un proyecto socialista para los retos de este siglo, creando un modelo económico y social que nos lleve a todas al espacio seguro y justo del donut, por debajo del cual se encuentran las carencias del sistema y por encima los excesos, satisfaciendo las necesidades de todas las personas dentro de los límites del planeta. Tenemos por delante un enorme reto cultural y comunicativo. No nos dejemos llevar por la desesperanza y tengamos presente siempre la pregunta oportuna: ¿y si ganamos?
(*) Coordinadora del Área Federal de Medio Ambiente de Izquierda Unida