El acto ‘El programa estratégico del PCE, a debate’ tuvo lugar el sábado 30 de septiembre a las cinco de la tarde en el ‘espacio pasionaria’. En él intervinieron José Luis Centella, Elena Cortés y Alberto Garzón..

La Fiesta del PCE de este 2023 no podía pasar de puntillas sin tener en cuenta la importancia que tiene el programa y la estrategia, o sea, el qué y el cómo, para una organización que pretende cambiar la realidad social de raíz como es el Partido Comunista de España. Por ello, aprovechando la Fiesta el Partido presentó este sábado una propuesta ambiciosa abierta a toda su militancia: “cómo organizar una revolución en el siglo XXI”. Una declaración de intenciones que se presentó en la charla-debate ‘El programa estratégico del PCE, a debate’, donde intervinieron José Luis Centella, presidente del PCE, Elena Cortés, secretaria de Debate Estratégico del PCE y encargada de coordinar este proyecto, y Alberto Garzón, coordinador general de Izquierda Unida. Una mesa de debate necesaria organizada en el ‘Espacio pasionaria’.

Ante un público expectante, José Luis Centella tomaba la palabra anunciar este proceso: “Con esta charla lo que hacemos es lanzar un debate, que no será un Congreso, sino un debate de ideas. Esto no es un debate para que nos escuchéis, sino un debate para que se lleve a los núcleos del Partido e incluso, fuera de los núcleos”.

Y es que para el presidente del PCE “los comunistas no podemos generar hegemonía si no tenemos un proyecto estratégico que responda al momento histórico y a las necesidades de la clase obrera del momento”, algo que debe “generar táctica, ya que sin estrategia lo que hay es tacticismo”.

Centella reconocía que “tenemos un gran déficit de proyecto estratégico”, de ahí la necesidad del debate, al contrario que “la derecha que sí tiene la hegemonía en la actualidad”.

Continuando con esta autocrítica afirmaba también que “nuestra tarea como Partido Comunista es hacer la revolución y si miramos la historia reciente ningún Partido Comunista ha hecho la revolución”, poniendo como ejemplos las revoluciones cubana, sandinista o bolivariana “que no las hicieron el Partido Comunista”. Por ello, abogaba por “recuperar el empuje revolucionario, que no debe ser de boquilla. No se improvisa, forma parte de un proceso”, ya que para él “no basta con tener la razón, a pesar de que tengamos la razón histórica de ser la fuerza emancipadora de la clase obrera. Pero si el pueblo no lo hace suyo se queda en una caricatura”. Por ello, reclamaba que “ese proyecto estratégico tiene que conectar con el pueblo”, y que “sus bases beban del marxismo, la lucha histórica del comunismo y la experiencia de nuestro Partido”.

Por todo ello, José Luis Centella finalizaba su intervención afirmando que este debate “servirá para que el Partido Comunista se replantee cómo se hace una revolución en el siglo XXI”. Una revolución que, para su punto de vista, “debe tener un carácter de masas, debe ser popular”.

Elena Cortés tomaba la palabra en segundo lugar para comenzar defendiendo que “el Partido debe de estar en lo inmediato, en el día a día, pero también es imprescindible que nos dotemos de un programa estratégico para tener un Partido para la acción revolucionaria”.

Cortés aprovechaba el debate para analizar que “el Partido ha tenido dos momentos en los que ha quedado un poco descolocado del papel que nos habíamos auto-asignado. Uno fue en el año 82, cuando nos quedamos descolocados al no ser la herramienta que el pueblo viera como útil para la transformación; y el otro momento fueron las europeas y generales del 15, cuando IU no es ese instrumento capaz de concitar la amplia capacidad de influir y organizar”. Por ello, abogaba porque “esto no vuelva a ocurrir y en nuestra mano está”.

La secretaria de debate estratégico ponía encima de la mesa “las fracturas que hay en esa alianza entre patriarcado y capital que nos permitan avanzar hacia la transformación de ese modelo económico y social que tenemos pensado, y esa transformación tiene que ser revolucionaria, en el sentido de volver las cosas del revés. Cambiar de hegemonía”.

Elena Cortés afirmaba que “la ruptura del patriarcado ha costado doscientos años. Podemos ver grietas. Se abre paso un nuevo sentido común que rompe con una sociedad patriarcal”, defendiendo que “el Partido debe estar en la vanguardia en esa propuesta que se hace desde el feminismo”. Por ello, ponía como ejemplo de ello “la huelga feminista de 2018, que hizo que se agrandara el feminismo”.

Sin embargo, Cortés advertía de que “esta ruptura que se está produciendo en el patriarcado tiene sus resistencias”, señalando otro ejemplo: “Lo que ha ocurrido con Jenni Hermoso”, ya que según explicaba “lo que antes era posible que ocurriera sin ningún tipo de problema ahora no es así”, algo que se ha conseguido entre otras cosas gracias “a la ley del ‘solo sí es sí’”.

Por todo ello, le encomendaba a los camaradas hombres presentes “una tarea. Porque las mujeres feministas llevamos doscientos años trabajando desde abajo con organizaciones feministas, de mujeres, poco a poco trabajando desde la pedagogía para que las mujeres rompiéramos la hegemonía del discurso patriarcal, y eso es duro, porque eso genera un conflicto y fracturas dentro de las propias casas”. En este sentido la “tarea de los hombres debe ser con la población masculina ante las resistencias que hay todavía dentro una parte de ella a romper con una sociedad patriarcal y abrir un nuevo orden social de mujeres y hombres iguales”, abogando por que “el Partido sea vanguardia y esté en esa fractura, organice y haga propuestas desde el punto de vista de los hombres”.

En cuanto “a la otra fractura que nos ayuda a que nos entiendan las clases trabajadoras tiene que ver con el cambio climático”, aseverando que “el capitalismo solo plantea un modelo de futuro para unos pocos. Si Asia o África entera quisiera vivir como vivimos en el llamado primer mundo no habría planeta”.

En esta línea Cortés afirmaba que “el responsable del cambio climático es este modelo de producción y distribución capitalista. Una situación que nos puede permitir ese cambio de sentido común que cuestione este modelo”. A su juicio, “esto está verde: hay menos capacidad de movilización y organización”. Sin embargo, declaraba que “ese debe ser un elemento estratégico del Partido, y que las trabajadoras sean aliadas nuestras en ese cambio de modelo, porque sino no hay salida”.

Un documento estratégico y debate que Elena Cortés espera que “esté listo a primeros de año para que sepamos en el medio plazo en qué vamos a trabajar, a que nos vamos a dedicar estratégicamente para que el Partido sea un Partido para la acción y el pensamiento revolucionario, ensanchando por abajo para que haya una revolución feminista y socialista en España, Europa y en el planeta tierra”.

Alberto Garzón era el último en tomar la palabra para destacar que “la principal contradicción del siglo XXI es la contradicción capital-vida a través de la crisis ecológica”, advirtiendo que “dependiendo de como la abordemos puede que a principios del siglo que viene no quede compatibilidad entre los parámetros del planeta con la vida humana”, siendo esto para Garzón “un reto impresionante que debemos de ser capaces de abordar”.

Garzón explicaba que “el ser humano es evidentemente quien ha alterado el entorno natural y hemos generado un impacto ecológico, sin embargo, el mayo impacto se produce a partir de la Revolución Industrial y, muy particularmente, después de la Segunda Guerra Mundial, por lo que no se trata solo del ser humano como el responsable de esta alteración que amenaza la propia vida, sino de una fuerza como es el capitalismo”.

La tercera tesis que ponía encima de la mesa Garzón para el debate se refería a que “cualquier economía requiere trabajo humano, recursos naturales y energía, siendo estos dos últimos aspectos ignorados también por la tradición de izquierdas, que se ha focalizado demasiado en la contradicción capital-trabajo”. Por ello, añadía al debate la contradicción capital-planeta “porque el capitalismo es un sistema irracional y destructivo”, abogando por que “nuestro acercamiento al capitalismo no debe ser una cuestión moral de si está bien o mal. El capitalismo tiene su propia lógica, es una fuerza inconsciente y capaz de disciplinar a todos los agentes que nos encontramos”.

En esta línea, defendía la idea de que “no hay ningún sistema económico que pueda crecer indefinidamente”, señalando, por ejemplo, que “los combustibles fósiles tienen un poder energético extraordinariamente más alto que cualquier alternativa de las energías renovables, lo que quiere decir que si los sustituyéramos por energías renovables a día de hoy deberíamos reducir el consumo de energía y de recursos naturales, por lo tanto, son enseñanzas que nos apuntan hacia donde debe caminar la sociedad post-capitalista”.

Por todo ello, Garzón argumentaba que “cualquier sociedad que quiera tener futuro debe vivir dentro de los límites del planeta”. Una cuestión que “si no tenemos en cuenta no veremos la destrucción que nos encontraremos en el medio y el largo plazo”.

Una crisis ecológica que para Alberto Garzón “viene acompañada de una crisis social, ya que se da la enorme paradoja de que vivimos en un sistema económico que vive del despilfarro por un lado, y de la de-privación material y la pobreza por otro. Crisis que se interrelacionan al mismo tiempo: no se sufre la crisis climática de la misma manera”. Además, advertía que “aquellos partidos que están abordando la crisis climática sin abordar la crisis social se están equivocando muy gravemente, porque ambas crisis convergen al mismo tiempo”, por lo que son “crisis eco-sociales”.

Garzón también ha introducido la “cuestión del internacionalismo” en el debate: “necesitamos vivir dentro de los límites del planeta satisfaciendo las necesidades de todo el mundo. La clase trabajadora no tiene patria, es la misma en todo el mundo atendiendo a sus especificidades concretas”, poniendo el foco en que “para el año 50 seremos en el planeta 10.000 millones de almas, que tienen que tener sus derechos garantizados y unos mínimos de vida que les permitan disfrutar de la libertad republicana, que les permita construir proyectos de vida dignos”. Con respecto a esta situación, Alberto Garzón señalaba que “ahí se introducen elementos de colonialismo, imperialismo, fronteras y brecha norte-sur sumamente importantes, que va a trasladar elementos a lo concreto, por ejemplo, a la hora de hablar desde Europa de la emigración que procede de lugares que, a día de hoy, están sufriendo ya un colapso climático y huyen a lugares donde todavía la vida es posible”.

El coordinador general de IU denunciaba que “la respuesta por parte del capitalismo a esto es generar vallas, fronteras y muros para que la clase trabajadora del sur pueda acceder a un nivel de vida mínimamente digno en el norte”.

El reto para Garzón, por tanto, está en generar un sistema “donde se viva por encima del suelo social pero por debajo del techo ecológico”, algo que para él “el capitalismo no es capaz de hacerlo porque no es una fuerza que esté diseñada para entender el coste ecológico”. Por ello, su conclusión es que “necesitamos una economía planificada, algo que puede asustar al principio debido a que ciertas palabras parecen vetadas en el debate político por la hegemonía en la que vivimos”, denunciando que, por el contrario, “todas las empresas capitalistas planifican”. Es en este sentido que Garzón abogaba por “generar una economía planificada a nivel macro que sea capaz de frenar de emergencia esas irracionalidades del sistema capitalista”.

Por todo ello, el coordinador general señalaba tres conclusiones finales para el debate: “hay que vivir dentro de los límites del planeta y por encima del suelo social; hay que reducir el consumo de los recursos naturales y energía; y planificar democráticamente la economía”, sentenciando que “estos son los tres pilares del eco-socialismo y el único freno de emergencia ante la destrucción de la especie humana por la propia especie humana”.

Por último, Alberto Garzón hacía un alegato para “aprovechar el bagaje, las enseñanzas y la experiencia del movimiento comunista histórico , con el objetivo de ser capaces de obtener ese modelo de sociedad alternativa llamada eco-socialismo”. Un proceso que, para él, debe de ir acompañado de “otros actores como los sindicatos y las fuerzas laborales, que también tienen que abordar muchas contradicciones de este proceso”, explicando que “en la transición hacia esa sociedad se van a producir contradicciones en el seno de la clase trabajadora, como por ejemplo, la contradicción que se ha vivido recientemente con la minería: la contradicción entre la clase trabajadora minera y la necesidad de tener que cerrar las minas porque eran culpables del cambio climático”.

Una contradicción que para Garzón “se puede reproducir en muchos aspectos de la clase trabajadora y si no tenemos una organización política que sea capaz de abordar esta salida apostando por el eco-socialismo, la alternativa será una fórmula eco-fascista incompatible con los valores de la democracia. Es la alternativa natural, que tiene diferentes fórmulas, como las guerras entre pobres que nos llevan a las vallas de Melilla o del sur de Estados Unidos”. Por ello, ha apostado por generar “organizaciones que medien entre la verdad científica de que ‘nos vamos al carajo’ y la pasión y experiencia concreta en la que la ciudadanía se active en su territorio”.

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