En EE. UU. murieron 109.000 personas en 2022 por sobredosis de drogas, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) del país norteamericano. No es un fenómeno nuevo, pero las cifras no han dejado de aumentar cada año hasta convertirse en una de las más graves crisis de salud pública en la historia de EE. UU. Las imágenes dantescas de calles atestadas de personas adictas han contribuido a difundir por el mundo los estragos provocados por el fentanilo, un opioide sintético entre cincuenta y cien veces más potente que la morfina. No obstante, los efectos más perniciosos y escalofriantes del fentanilo llegan cuando se “corta” con la xilacina, conocida en la calle por “tranq», un diminutivo que recuerda su uso como tranquilizante para animales. La xilacina o “droga zombi”, produce llagas y úlceras en la piel que pueden desembocar en amputaciones cuando afectan a los tendones y a los huesos, convirtiendo al fentanilo en una droga aún más mortal. De tal manera que, por primera vez en la historia de EE. UU., una sustancia ha sido designada “amenaza emergente”.

Siguiendo su costumbre de echar balones fuera, las autoridades estadounidenses se han apresurado a señalar a México y China como responsables de la plaga de fentanilo ilegal, pero su problema es de origen dómestico. La crisis de narcóticos que sufre EE. UU. ha sido generada por las grandes compañías farmacéuticas y por médicos que, durante años, han hecho negocio recetando opioides como si fuesen Lacasitos (incluso cuando no eran necesarios) provocando una plaga de drogas baratas y altamente adictivas vendidas con receta médica. De esa manera, el fentanilo y la oxicodona provocaron la adicción en cientos de miles de personas que cuando no dispusieron de recetas acabaron recurriendo a drogas ilegales y más baratas para poder colocarse.

De hecho, el fentanilo está recogido en la Lista Modelo de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La institución defiende sus aplicaciones terapéuticas para tratar el dolor crónico en enfermedades graves como el cáncer, y asegura que “debe haber una diferencia clara entre el fentanilo farmacéutico y los fentanilos producidos ilegalmente o falsificados, que se utilizan en el suministro de medicamentos para uso no médico’’. Sin embargo, la realidad contradice los argumentos esgrimidos por la OMS.

El fentanilo y la oxicodona han provocado la adicción en cientos de miles de personas que cuando no dispusieron de recetas recurrieron a drogas ilegales y más baratas

En los últimos años, numerosas empresas farmacéuticas estadounidenses han sido demandadas por su papel en esta crisis, acusadas de sacrificar la seguridad del paciente por obtener beneficios económicos. Compañías como Johnson & Johnson Purdue Pharma o Walmart, entre otras muchas, han pagado miles de millones de dólares en compensaciones para evitar ir a juicio. En 2019, un magnate farmacéutico que figuró en la lista de multimillonarios de Forbes fue condenado por sobornar a médicos para que recetaran analgésicos adictivos a base de opioides. Y en 2023, el exgerente de la farmacéutica Rochester Drug Cooperative ha sido sentenciado en Nueva York por suministrar durante años enormes cantidades de fentanilo a farmacias que se encargaban de distribuirlo de manera ilegal. La propia empresa llegó a un acuerdo con el gobierno y pagó una multa de 20 millones de dólares.

Por supuesto, la polémica se ha trasladado al plano político. A imitación de la vieja estrategia de los halcones de la CIA en los años 70, cuando utilizaron la supuesta lucha contra el “narcoterrorismo” para provocar la represión y los golpes de Estado en toda América Latina, los republicanos yanquis proponen bombardear a los cárteles de la droga en México para terminar con el problema. Si de verdad tuviesen intención real de terminar con el narcotráfico deberían empezar bombardeando Wall Street, las farmacéuticas y las sedes de la CIA en Langley y de la DEA en Arlington.

El capitalismo produce muerte, miseria y desolación, y sus víctimas utilizan las drogas como inhibidores químicos de la realidad. Si a las cifras de muertes por sobredosis en EE. UU. le sumamos los 12.828 homicidios y los 16.104 suicidios producidos por armas de fuego en los ocho primeros meses de 2023, la cifra final es espeluznante. Sin embargo, en lugar de preocuparse por destinar fondos para solucionar los problemas acuciantes de su propia sociedad, el gobierno yanqui ya ha destinado más de 40.000 millones de dólares a Ucrania para sostener una guerra subsidiaria que ha provocado. Como no se sacian con las muertes autóctonas provocan más en el extranjero. Es la decadencia de un imperio.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?