“La objetoteca busca fomentar la economía circular con un consumo más responsable y más resiliente”.

Recientemente conocíamos que seis de los nueve límites planetarios están sobrepasados y que este hecho agravaba, aún más si cabe, la situación ambiental y, por tanto, también la situación de vulnerabilidad de muchos territorios y de quien en ellos habita. No es nuevo: la comunidad científica lleva tiempo alertando de que el actual ritmo de producción y consumo es insostenible: en un mundo con recursos naturales finitos la producción de bienes y servicios debe hacerse según criterios de suficiencia y necesidad, evitándose el despilfarro y fomentando un nivel de consumo responsable que haga posible la vida hoy y mañana.

En este contexto, entonces, se hace más necesario que nunca poner el acento en la necesidad de reducir nuestro consumo y, por ende, nuestra huella de carbono. Y es posible hacerlo sin disminuir en absoluto nuestra calidad de vida, entendiendo que lo importante es el acceso al bien o al servicio y no su propiedad en exclusiva. Un ejemplo muy ilustrativo suelen ser las herramientas que todo o casi todo el mundo tiene en sus casas y cuyo uso es, siendo generosos, poco más que anecdótico. ¿Cuántas veces al año usamos un taladro, por ejemplo? ¿una lijadora? Y si hablamos de otros objetos… ¿cuántas veces hemos comprado un instrumento que después ha acabado cogiendo polvo en un rincón porque finalmente no estábamos tocados por las musas?

Con esta idea de acceder al bien sin necesidad de tener su propiedad es con el que nacen las denominadas ‘Objetotecas’, espacios donde se realiza un uso compartido de objetos que apenas utilizamos o no frecuentemente, como el material deportivo, instrumentos musicales o de bricolaje. Se basa en el principio de «prestar en lugar de comprar» y no solo ayuda a reducir el impacto ambiental, sino que también promueve la cohesión comunitaria y el aprendizaje mutuo. De este modo, además de disponer de objetos cuidados y de mejor calidad, suponen un ahorro de espacio, de dinero y de recursos.

Estas iniciativas ayudan a garantizar que todas las personas puedan tener acceso a utensilios, herramientas u otros productos a través de un sistema de cesión, préstamo o alquiler, evitando los impactos ambientales ligados a la cadena de producción, desde la obtención de materias primas hasta su gestión como residuo en la etapa final de vida.

La primera objetoteca, de origen anglosajón, surgió en nuestro país en 2020 en el barrio Provençals de Poblenou y tras casi tres años de existencia, con pandemia de por medio, el proyecto no solo se ha consolidado, sino que también se ha ido replicando, sirviendo de inspiración a otros territorios como Extremadura, Galicia y, recientemente aprobado a propuesta de Unidas Podemos, el Ayuntamiento de Málaga.

Este tipo de iniciativas construyen comunidad, combatiendo a su vez la lógica consumista individualista y dando una alternativa comunitaria que sirva para satisfacer nuestras necesidades de una forma más sostenible a la vez que garantiza la igualdad de oportunidades y derechos con independencia de la renta, facilitando su acceso a familias con recursos limitados e, incluso, generando empleo para la gestión del servicio.

Las objetotecas, además, quieren ser espacios comunitarios para compartir conocimiento y consejos sobre uso, reparación y mantenimiento de los aparatos que compartimos, organizando talleres de reaprovechamiento o reciclaje y jornadas de trabajo comunitarias promovidos por los propios usuarios y usuarias.

(*) Coordinadora de proyectos. Ecored, Consultoría ambiental

Etiquetas: