El pasado 19 de septiembre fallecía el filósofo italiano Gianni Vattimo. Como Pasolini, Vattimo era italiano, comunista, homosexual y católico. Comunista sin partido (ni existe el PCI ni ningún partido comunista se presenta a las elecciones en Italia) en el país europeo occidental que tuvo el partido comunista más poderoso, tuvo que irse al Partido Radical italiano y después a Italia de los valores, movimiento liderado por el antiguo juez Antonio Di Pietro, y al Partido Demócrata, del que fue eurodiputado.

Cuando lo entrevisté hace diez años en su casa de Turín me decía “yo sigo hablando de comunismo. La idea de hablar nuevamente de comunismo es fundamental. Debemos ser conscientes de la debilidad de los partidos de izquierda en Europa. Tal vez no se puede transformar la crisis en una actitud revolucionaria, pero hablar de comunismo débil supone, por un lado, reconocer que hoy en el mundo no se puede imaginar una revolución planetaria global porque nos matan inmediatamente. Digamos que lo de débil es una cuestión táctica y estratégica”.

Conocido como el filósofo defensor del “pensamiento débil” y de la filosofía posmoderna, muchos se extrañarían de que, con el paso del tiempo, lo que él consideraba débil ahora suena muy fuerte. Todo es relativo, efectivamente. “Hablar de un comunismo débil es interesante incluso desde un punto de vista político. (…) El comunismo débil es un ideal de sociedad leninista, sóviet más electrificación. Ahora solo tenemos electrificación y no sóviet. Tenemos un desarrollo cientifico-tecnológico empujado al extremo con deshumanización de la vida de la gente, necesitamos el sóviet. El comunismo puede ser el único horizonte mitológico que mueva a las masas en este momento”.

El filósofo de la posmodernidad también nos asombra desmarcándose de las euforias identitarias que tanto están ahora arrasando en el discurso posmoderno. Desde su homosexualidad afirmaba “Hoy ser comunista o no, es más importante que ser gay, que no significa casi nada”.

Sus siguientes palabras me resultaron impresionantes procedentes de un veterano militante en defensa de los derechos de los homosexuales. “Si me defino comunista es porque tengo algunos ideales de sociedad. Si me defino gay… bah… es solo porque me gustan más ciertos objetos sexuales que otros”. Añade Vattimo que la sexualidad es cada vez un elemento político menos fuerte. “Lo es de una forma comercial, gran parte de los negocios del mundo están ligados a estos temas. Es como la alimentación. Si a uno le gusta más el pescado que la carne es importante, porque se vende más pescado, y los que comercian con ello ganan más dinero que el carnicero”. Y termina con esta sentencia: “Ahora me pregunto si haber sido gay y haber luchado no habrá sido un error, como el de quien se toma demasiado en serio el fútbol”.

En pocas palabras, una vez normalizada la sexualidad, Vattimo comprueba que discutir sobre con quién quieres follar es irrelevante, lo importante es si vas a poder cenar hoy. Quizás por eso todos los partidos y medios discuten sobre lo primero y no les gusta tanto tratar lo segundo.

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