La izquierda nunca lo ha tenido fácil. Sus apuestas y sus decisiones no tienen que ver con las corrientes de opinión que se suben al carro del triunfo, sino con la exigencia moral de un mundo más justo. Nosotros ahora tampoco lo tenemos fácil, y por eso conviene abrir los ojos, conocer bien el mundo en el que vivimos, en el que trabajamos, y ordenar nuestro equipaje con ropa limpia. Conviene, por ejemplo, que el orgullo de un pasado escrito con episodios de mucha dignidad no impida el reconocimiento de las demandas del presente. La memoria sólo adquiere sentido en la izquierda cuando ayuda a interpretar el futuro. La España que comienza el siglo XXI vive una situación histórica concreta, que la izquierda no ha sabido interpretar bien, porque va más allá de los cambios generacionales o del paso de una dictadura a una democracia o de los programas de algunos partidos políticos concretos. Hemos pasado de un país que exigía respuestas a un país que necesita preguntas. La España de la pobreza, de las contradicciones sociales de la pobreza, fue sustituida en pocos años por la España de la riqueza, de las contradicciones morales de la riqueza. Y los países ricos no necesitan respuestas. En todo caso, la izquierda de los países ricos necesita ciudadanos dispuestos a hacer y a hacerse preguntas. Por ejemplo, ¿por qué existe la miseria?, ¿por qué se elige una riqueza que aumenta las desigualdades sociales?, ¿por qué hay millones y millones de seres desamparados en el mundo, condenados a muerte por el autoritarismo atroz de la pobreza?, ¿por qué las amenazas sobre la ecología del planeta no son puro catastrofismo, sino una cuestión de extrema realidad?, ¿por qué la violencia cruza las fronteras, abre las puertas de las casas y llega hasta los dormitorios?, ¿por qué la palabra política suena a hueco?, ¿por qué se degradan los espacios democráticos, hasta empujarlos al filo del totalitarismo?.
El fracaso de la izquierda no depende de sus resultados electorales, ni siquiera de sus divisiones o sus errores. Hemos fracasado porque sigue habiendo miseria en el mundo y porque la libertad es un sueño con demasiado óxido. Nuestra famélica legión lo sigue pasando mal. Y ese es nuestro fracaso. Y este fracaso es lo que convierte a la izquierda en un deseo necesario, en un esfuerzo justificado.
Necesitamos seguir planteando nuestras preguntas, nuestros por qués, en medio de una sociedad neoliberal que ha convertido a los representantes de la derecha en conservadores del museo del horror. La izquierda es necesaria, somos necesarios, porque hace falta abrir las ventanas y sustituir un aire viciado.
Hay que intervenir en la realidad. Tampoco conviene olvidar esto, porque no basta con que nos sintamos muy puros, perfectos en nuestros principios, encerrados en nuestros ideales inmaculados. La izquierda no puede oler a cerrado, sólo se justifica por su necesidad de intervenir en un mundo injusto, por su capacidad de hacer preguntas. No es lo mismo hablar desde el futuro, que discutir sobre el futuro. Desde el futuro hablan los que ya poseen la verdad y ofrecen sus respuestas, casi siempre dogmáticas. Sobre el futuro discuten y se preguntan los que están buscando la posibilidad de un mundo distinto. Debemos mezclarnos con los ciudadanos que buscan sus preguntas en los nuevos movimientos sociales, ayudarnos entre todos a preguntar, con la flexibilidad de los que quieren construir algo nuevo, con la firmeza de los que han decidido oponerse a cualquier tipo de explotación. Las preguntas enriquecen el pensamiento y la acción, casi todas las preguntas., Sólo están de más aquellas preguntas cínicas que sirven para pasarse al enemigo. Entre la flexibilidad y la firmeza, hay demasiadas cosas que nos definen como para no sentirnos unidos.
Las personas de izquierdas tenemos un problema: somos gente de conciencia. Sin conciencia se hacen las cosas con más efectividad. Se tiene un problema y se soluciona, ya está. A la hora de votar y de decidir, la derecha acude como una piña a defender sus intereses. Ni la corrupción, ni las guerras, ni los genocidios, ni las mentiras repetidas, crean la más mínima fisura. La derecha no se pone roja ni aunque la descubran en sus peores mentiras. La izquierda se critica, se autocrítica, se muerde y es capaz de crear un abismo por un detalle insignificante.
Tener conciencia está bien, pero vamos a ponerla al servicio de nuestra famélica legión, de nuestros ciudadanos y de nuestra democracia, y no hagamos de ella una carrera de obstáculos o una coartada para nuestras vanidades. Nos basta con ser honrados, y estamos aquí para intervenir en el mundo, no para sentirnos muy puros. Necesitamos estar más unidos que nunca, porque la derecha es más prepotente que nunca y cuenta con poderosísimos mecanismos del control de la opinión pública. Y necesitamos sacar el mayor número de votos en las próximas elecciones, porque a la salud democrática de este país le conviene que obtengan muchos votos los que apuestan por el electoralismo, los que no se regodean en su poder, en su mercadería o en su pureza. Estamos comprometidos a intervenir en la realidad por un mundo más libre, más justo y muchos menos trágico. Salud, compañeros y camaradas de Izquierda Unida, el mundo debe cambiar de base, debemos ponerle fin a la opresión.