Debemos mirar con detenimiento, desde una posición autocrítica, que ha ocurrido en la sociedad, en la economía, en las relaciones laborales, en las políticas sociales y mirar también al interior de nuestra propia organización. Y de ese análisis, obtener conclusiones que nos permitan elaborar propuestas serias, rigurosas, creíbles, que ilusionen especialmente a esa parte de la sociedad a la que pretendemos representar -la de los trabajadores-, y al tiempo adecuar el modelo organizativo y los equipos de dirección mas acordes para llevar adelante esas ideas, esos proyectos.

Han sido cuatros años en los que la buena coyuntura económica no ha servido para mejorar ni el reparto de la riqueza ni mucho menos para avanzar en derechos para los trabajadores. Problemas como el del desempleo, el de la temporalidad, el de la siniestralidad laboral, el de la subcontratación, el de la privatización o externalización de servicios, no solo no han mejorado, sino que en muchos casos han empeorado; los sistemas de protección social -desempleo, atención a las personas dependientes, bienestar social- siguen igual; el aún todavía débil Estado del Bienestar, esta recibiendo demasiados envites por parte del Gobierno, vease enseñanza, sanidad y especialmente al sistema de pensiones con el intento de ampliar el periodo de cálculo; se ha realizado una importante modificación del sistema fiscal, que lo ha hecho mucho mas injusto, al debilitar la imposición directa en beneficio de la indirecta; hemos observado la destrucción masiva de empleo de calidad (RENFE, Telefónica, Sintel, grandes empresas industriales o financieras, etc.) por empleo precario y sin derechos; los problemas derivados de la deslocalización industrial los vivimos a diario, y por último la emigración, que no esta recibiendo una respuesta social y sindical adecuada a la magnitud de esta realidad.

Todo ello debe hacer reflexionar a un sindicato como el nuestro. Es a estos problemas a los que el sindicato debe responder con claridad, con firmeza, y sobre todo con autoridad para que tanto el poder económico como el político, vean y sientan la tensión y presión de los trabajadores y de sus organizaciones. Y esas respuestas no se pueden realizar ni desde la marginalidad, ni desde la confrontación interna, ni desde el sectarismo y mucho menos desde la imposición. Eso no es lo quieren los trabajadores ni nuestro millón de afiliados.

CC.OO. de Castilla-La Mancha, esta intentando contribuir desde estas ideas, desde estas reflexiones, al proceso congresual. Y lo hacemos además con el ejemplo. Acabamos de celebrar el VIII Congreso de la organización, probablemente mas simbólica de CC.OO. de todo el País, la de Albacete (25.000 afiliados -mas del 25 por ciento de los trabajadores por cuenta ajena-, una representación sindical del 60 por ciento y un amplio reconocimiento social, institucional y político). Congreso en el que ha primado el diálogo, la pluralidad, la integración, en el que no ha sobrado nadie. No ha sido fácil, ni todos han contribuido de igual forma para que sea así.

Por eso quiero llamar desde aquí a todos a no desaprovechar la oportunidad. Los auténticos problemas sociales y laborales están en la calle; y dentro, en la organización, tolerancia, dialogo, pluralidad.